La sequía que desde septiembre afecta la Amazonia aún continúa. Mientras que científicos y organizaciones adelantan trabajos para ayudar a comunidades y proteger especies como el delfín rosado, se prevé que los efectos de esta situación se intensifiquen el próximo año.
Desde septiembre la Amazonia está teniendo una sequía que no se veía, por lo menos, desde 2010. Para principios de noviembre, iban más de 178 delfines (155,de río Amazonas, y 23 tucuxis) muertos en los lagos Tefé y Coari (Brasil). Y aunque no hay una causa clara que explique esta situación, para los científicos del Instituto Mamirauá, quienes han estado al frente de la emergencia, los inusuales y altos niveles de la temperatura del agua podrían ser un factor considerable.
A esta situación se suma que comunidades en Brasil han quedado aisladas y actividades económicas como la pesca y la agricultura se han visto afectadas. Pero lo que hoy más preocupa a los científicos es que el próximo año la sequía podría ser peor.
Miriam Marmontel, investigadora del Instituto Mamirauá en Coari (Brasil), comenta que aún están pendientes los resultados de algunos análisis para comprender la causa de muerte de los delfines, aunque ya han descartado la posibilidad de que se trate de una enfermedad infecciosa. “Creemos que la combinación de factores ambientales produjo un fuerte estrés en los animales que los llevó a la muerte. Los resultados actuales pueden ser indicativos de estrés por calor, sin descartar otras posibilidades como la presencia de una biotoxina”.
Para finales de noviembre, los delfines muertos en Coari ya superaban la cifra de Tefe, con 117. Mientras en el lago Tefe, donde se registraron casi 40°C, 10 grados por encima de la media, en Coari nunca se registraron temperaturas del agua de ese nivel, “aunque allí llegamos unas tres semanas más tarde de cuando probablemente comenzó el evento, y las temperaturas variaron 10°C por día, lo cual es bastante estresante para los cuerpos humanos (y probablemente para los de los delfines)”, señala Marmontel. Por otro lado, algo que llamó su atención es que en Coari, “había muchos signos de interacción humana en los animales: colas cortadas, aletas dorsales, partes del cuerpo faltantes”.
Diferentes equipos científicos en la región como los del Instituto Mamirauá, los investigadores de WWF Brasil y los del Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad en Coari, afirman que el cambio climático ha tenido un papel importante en medio de la actual sequía. Sus efectos no solo se ven reflejados con “los bajos niveles y la profundidad del agua, sino también con las altas temperaturas del agua y del aire, la alta radiación, los bajos niveles de humedad, y los incendios forestales que causaron mucho humo y aire peligroso”, explica la investigadora. Agrega que están “seguros de que el calor, aunque no sea el único, ha jugado un papel importante en esta emergencia”.
En el caso de Colombia, durante octubre, la Fundación Omacha también registró temperaturas más altas en los Lagos de Tarapoto (Puerto Nariño, Amazonas): 35°C, entre dos y cuatro grados por encima de la media durante esta época.
Las comunidades de la región ya han empezado a sufrir algunas consecuencias. En algunas zonas del municipio de Puerto Nariño, en donde no hay un sistema de acueducto, no llovió durante treinta días entre mediados de septiembre y mediados de octubre. Además, los ríos estaban en niveles muy bajos, lo que dificultaba el desplazamiento al casco urbano para conseguir agua.
Y en Brasil, el gobierno declaró estado de emergencia en las 62 ciudades, en donde alrededor de 600 mil personas se han visto afectadas. Otras 78 comunidades han quedado aisladas. Según el Servicio Geológico Brasileño, el río Negro, que bordea la ciudad de Manaos, alcanzó en octubre su nivel más bajo en 121 años, con 12 metros de profundidad; mientras que el río Solimões llegó a un mínimo histórico de 3.81 metros, también en la Región Metropolitana de Manaos.
Para los científicos, la combinación del calentamiento del Atlántico, así como la aparición de El Niño, es una clave para comprender esta sequía tan extrema, una combinación que se ve intensificada por la deforestación y los incendios forestales. Y aunque en el último año hubo una disminución del 22 % de la deforestación en Brasil, en noviembre, los incendios forestales batieron récords. Es un mes en el que la temporada seca ya debía haber terminado.
La temporada seca en 2024
Algo que inquieta a los científicos es no saber a ciencia cierta cómo se seguirán presentando los fenómenos extremos del clima en el futuro. “Lo único que podemos hacer es prepararnos, ya que prevemos que la situación será más dramática el próximo año y El Niño será aún más fuerte”, dice Marmontel.
En casos como la actual sequía, los equipos de investigadores enfrentan muchos desafíos. “Una operación de este tipo es muy costosa y el acceso a zonas remotas suele ser difícil, especialmente durante una sequía”, agrega. A esto se suma que no siempre se cuenta con equipos capacitados para atender emergencias.
“Gran parte de la región está poco poblada, hay muy pocas instituciones de investigación que puedan proporcionar una respuesta rápida, la mayoría de los análisis deben realizarse fuera de las áreas problemáticas y el transporte es un cuello de botella”, añade.
Según afirmó en un comunicado Jochen Schöngart, del Instituto Nacional de Investigación de la Amazonia de Brasil (Inpa), teniendo en cuenta que El Niño alcanzará su máxima magnitud entre diciembre de 2023 y febrero de 2024 y habrá un retraso del inicio de las lluvias, “los ríos hasta la próxima sequía serán demasiado cortos para que se recuperen por completo, lo que podría provocar una sequía aún más grave el próximo año”.
Por su parte, Ben Hur Marimon Jr., investigador de la Universidad Estatal de Mato Grosso, también insistió en que es posible que los peores efectos de la disminución de la disponibilidad de agua “posiblemente aparecerán en la próxima estación seca, en 2024″.
Aunque el panorama futuro no pareciera tan esperanzador, Marmontel resalta el trabajo colaborativo entre las diferentes organizaciones e institutos que se han unido para hacer frente a la sequía actual. “Hemos aprendido mucho como equipo, de equipos de otras instituciones, nacionales e internacionales, que nos han apoyado durante la emergencia, especialmente en lo que respecta a cómo lidiar con un delfín vivo en peligro –algo en lo que no teníamos experiencia antes–”.
Por ahora, desde el Instituto Mamiraua se encuentran capacitando a diferentes equipos a lo largo del Amazonas para que estén mejor preparados en caso de que sí se repita o empeore la situación en 2024. Además, pusieron en marcha un programa de seguimiento del lago Tefe, para detectar variables ambientales, así como el comportamiento y uso del hábitat por parte de los delfines, de modo que puedan identificar cuando se den los primeros signos de cambios.
Mientras tanto, la Secretaría de Medio Ambiente del estado de Amazonas (Brasil), la ONG Sapopema, WWF Brasil, la organización indígena Fepipa, entre otras, se encuentran operando en 10 municipios del vecino país para distribuir paquetes de alimentos.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.