Hoy se conmemora el Día Internacional del Jaguar, una especie que se encuentra “casi amenazada”. Aunque en Colombia se han adelantado valiosos esfuerzos para conservarla, todavía hay varios desafíos por delante, como la expansión de la frontera agropecuaria y los conflictos con humanos.

Un jaguar en Pantanal, Brasil. Este felino es el más grande de América y el tercero más grande del planeta. Credit: Staffan Widstrand – WWF Credit: Staffan Widstrand – WWF

Este 29 de noviembre se conmemora el Día Internacional del Jaguar (Panthera onca), el felino más grande de América y el tercero del mundo. Se trata de una especie “sombrilla”, es decir, un depredador que, al estar en la cima de la cadena alimenticia, mantiene en equilibrio los ecosistemas y de su conservación depende el bienestar de varias especies.

Originalmente, los jaguares habitaban y migraban en un corredor desde México hasta Argentina. De ese territorio, ya perdieron el 50 %, y el 20 % de dicha pérdida se dio entre 2002 y 2015. Además, ya están extintos en El Salvador y Uruguay y, según datos recogidos por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por su sigla en inglés), el 90 % de los 64 mil jaguares que viven en el continente se encuentra en países amazónicos. En Colombia, su territorio original se ha reducido en un 39 %.

Sus principales amenazas son la pérdida de hábitat y la deforestación, la expansión de la frontera agropecuaria, la minería, el tráfico ilegal, los conflictos con humanos y el cambio climático. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) señala es una especie que se encuentra “casi amenazada”, sin embargo, podría estar cerca de categorías como “en peligro” o “peligro crítico”.

En Colombia, el jaguar se encuentra en el Caribe, los bosques húmedos del Chocó, la Cordillera de los Andes, la Orinoquia y la Amazonia. De acuerdo con el estudio Distribución y estado de conservación del jaguar en Colombia, el 90 % del territorio contiene poblaciones de jaguares y es en la región amazónica en donde se encuentra su refugio más grande en el país.

Entre sus amenazas, los conflictos con humanos se relacionan con la expansión de la frontera agropecuaria y la pérdida y degradación del territorio de esta especie, pues, entre más territorio pierden, más cerca están de las zonas pobladas por humanos, por lo que pueden terminar atacando, por ejemplo, el ganado.

“Con hábitats degradados, los jaguares se ven obligados a buscar alimento en otra parte, incluyendo en su dieta ganado o especies domésticas. Esto lleva a que muchas comunidades terminen cazándolos”, explica WWF. Ante este panorama, en Colombia se han adelantado diferentes iniciativas para promover su conservación y evitar que las personas los ataquen.

Estas llevan a cabo procesos de investigación y monitoreo de la presencia del jaguar, así como pedagogía, por parte de diferentes organizaciones junto a comunidades campesinas e indígenas. Sin embargo, para Diana Stasiukynas, coordinadora de Ciencia de la ONG Panthera, un aspecto clave para la conservación de esta especie es el ordenamiento territorial. “Sabemos que una de las amenazas que tiene el jaguar es la transformación de hábitat, entonces hay que pensar cómo podemos hacer que esta transformación permita la permeabilidad de los individuos a través de los paisajes, es decir, pensar qué sistemas productivos nos sirven y qué tipo de estructuras (como las carreteras) podemos hacer más permeables”.

“Nosotros podemos hacer investigación, pero quienes toman las decisiones son quienes pueden ayudar con este tipo de ordenamiento territorial”, agrega Stasiukynas.

Por su parte, para Silvia Vejarano, especialista en conservación de WWF Colombia, otro aspecto clave es la restauración de bosques y la conectividad de estos.

Entre las iniciativas más relevantes están los corredores diseñados en la Amazonia para que el jaguar habite y migre. Uno es el corredor que busca conectar el Parque Sierra de La Macarena con la Zona de Reserva Forestal de La Lindosa – Angosturas II, los humedales del río Guaviare, las Sabanas de La Fuga y el Resguardo Indígena Nukak y la Reserva Nacional Natural Nukak, en Guaviare. Este fue diseñado en 2021, tiene unas 100 mil hectáreas (ha) y es gestionado por WWF y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Otro es el corredor de las sabanas del Yarí (Meta y Caquetá), con el que se conectan los Parques Nacionales Naturales Tinigua, Serranía de La Macarena y Chiribiquete, como parte de la iniciativa Amazonia Sostenible para la Paz. Tiene unas 150 mil ha y es implementado por el PNUD. En el caso de este corredor, han participado decenas de familias campesinas en la restauración de más de 60 mil ha.

También está el corredor diseñado en el Resguardo Indígena Predio Putumayo, en donde WWF y el pueblo Murui-Muina desarrollan desde 2017 trabajos de monitoreo de la presencia de los jaguares. Sin embargo, estos trabajos se han visto afectados por temas de orden público en la zona. Y otra iniciativa es el Programa Escuela Jaguar, de la organización Panthera.

Los desafíos en los corredores del jaguar

Aunque estos programas se han fortalecido en los últimos años, en junio el Ministerio de Ambiente lanzó la campaña En la piel del jaguar, con la que se impulsó la Línea Jaguar para que las personas puedan informar sobre situaciones que pongan en riesgo a la especie y a las comunidades.

Durante el lanzamiento de la campaña, la ministra Susana Muhamad afirmó que buscan “visibilizar la especie y sensibilizar a los y las colombianas, pero especialmente a las comunidades que viven cerca de los corredores del jaguar, no solo sobre la importancia de este felino, sino sobre la necesidad de protegerlo y cuidarlo en el sentido de entender que no es una especie que ataca a las personas”. Según información de la Fiscalía, en el segundo trimestre del año se reportaron siete jaguares cazados por retaliación.

En el corredor de Guaviare, según explica Vejarano, “como es un área de transición entre el Llano y la Amazonia, hay una cultura ganadera muy fuerte, entonces la pérdida de hábitat y la fragmentación de los bosques es la principal amenaza”. La investigadora apunta que el principal desafío en esta zona es cambiar la percepción de las comunidades campesinas y adaptar “ciertos métodos y herramientas para hacer una mejor ganadería y que el ganado esté en menos riesgo, como la rotación de potreros y el manejo de agua en los potreros”, evitando acercar el ganado a las fuentes de agua, como los ríos, por donde circulan los jaguares.

La clave de los procesos de sensibilización y pedagogía, dice Stasiukynas, es que no se quede “en campañas, sino en procesos educativos a largo plazo con jóvenes, para que se sensibilicen frente a la conservación de la biodiversidad y que además vean que en ello hay oportunidades”, como los emprendimientos de turismo comunitario que “promueva la coexistencia con el jaguar. Muchos de los predios en los que estamos poniendo cámaras trampa son de estas iniciativas de turismo, que lo que hacen es mostrarles a los turistas las fotografías de las cámaras trampa y contarles sobre la conservación del jaguar. Es una parte importante del producto turístico”, agrega Vejarano.

Con los corredores también se ha buscado restaurar las conexiones que se han perdido entre bosques, ya sea por medio de restauración pura de los bosques o con sistemas agroforestales que son productivos. Sin embargo, el gran desafío es lograr restaurar las conexiones a nivel regional y no únicamente por países.

Para esto, explica Vejarano, una estrategia crucial es incrementar las áreas para los jaguares, es decir, “áreas protegidas y parques, así como resguardos indígenas, que son las áreas mejor conservadas”. Aunque, agrega, “estas áreas por sí solas no funcionan, entonces tienen que estar conectadas y esas conexiones se hacen donde viven las personas”, por ejemplo, en áreas circundantes a Parques Naturales. De modo que otra estrategia clave para la investigadora es que las personas “puedan tener una vida digna sin talar el bosque, sino restaurándolo y teniendo unos sistemas que sean amigables y que garanticen su sostenibilidad”.

Por el momento, ya hay una iniciativa de enfoque regional, el Plan Jaguar 2030, elaborada por las organizaciones Phantera, WWF, WCS y el PNUD para fortalecer la cooperación internacional frente a iniciativas de protección de esta especie, incluyendo “aquellas que mitigan el conflicto con humanos, conectan y protegen los hábitats del felino; estimulan oportunidades de desarrollo sustentable, como el ecoturismo; y apoyan el bienestar de las comunidades locales y pueblos indígenas que coexisten con él”, explica WWF. La iniciativa busca fortalecer el denominado Corredor Jaguar y asegurar la conectividad de 30 paisajes estratégicos de México a Argentina.

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