Una investigación de la Universidad de Leiden (Países Bajos) reveló que la diversidad lingüística en la Amazonia puede estar relacionada con la diversidad ecológica de la región. Los investigadores advierten la necesidad de conservar la selva para también preservar las lenguas y cosmologías de los pueblos indígenas.

Es posible que la diversidad de la Amazonia haya influido en la cantidad de lenguas indígenas que hay.

En los más de seis millones de kilómetros cuadrados de la Amazonia habitan unos 400 pueblos indígenas que hablan alrededor de 300 lenguas diferentes. Se trata de una diversidad lingüística poco común que sigue despertando preguntas en los científicos: ¿por qué eso sucede particularmente en esta región? ¿Es posible que algunas condiciones geográficas y ambientales de la Amazonia como, por ejemplo, la fertilidad de los suelos o la intensidad de las lluvias, tengan algo que ver con esa distribución de lenguas?

En 2019 un grupo de investigadores internacional liderado por la Universidad de Leiden (Países Bajos) comenzó un estudio para dar luces sobre algunas de esas cuestiones. Para el colombiano Leonardo Arias, PhD en Genética evolutiva y coautor de la investigación, publicada en la revista Interface Focusde The Royal Society el mes pasado, es claro que hay que unir varias disciplinasdesde la genética, la biología y la ecología hasta la antropología y la lingüística, en proyectos de esta índole. Arias lleva 15 años trabajando en la Amazonia y dedicó un año de su doctorado a viajar por la cuenca investigando con pueblos indígenas.

Para llevar a cabo este estudio, los investigadores se concentraron en una zona limitada por la cordillera de los Andes (al oeste), la cordillera norte en Venezuela (al norte), la confluencia del Río Negro y el Orinoco (al oriente) y el río Marañón, en Perú (al sur). Allí encontraron distribuidas lenguas aisladas (como Cofán, Urarina, Puinave y Kamsá) y casi aisladas (como Tikuna-Yuri, Peba-Yaguan, Puinave, Kakua-Nukak, Cahuapanan y Boran).

También reconocieron familias lingüísticas (grupos de lenguas que tienen características similares) muy pequeñas, con menos de diez miembros (como Chicham, Zaparoan, Nadahup y Witotoan); y representantes de familias más grandes (como Tukanoan, Arawakán, Tupian, Quechuan, Panoan y Cariban). Los científicos, sin embargo, decidieron enfocarse en tres familias de lenguas casi aisladas: Kamsá, Tikuna y Puinave, para comprender cómo respondieron ante la expansión de otras familias grandes.

La lengua Kamsá, por ejemplo, es hablada por menos de 500 personas en el sur del país y ha compartido zona con los Inga (hablantes de una lengua de la familia quechua) desde el siglo XV aproximadamente, lo que significaba un bilingüismo entre ambos pueblos que hoy ha disminuido. El kamsá ha tomado palabras del inga y el español. La lengua tikuna, por otro lado, pertenece a una familia de dos miembros junto a la lengua extinta Yuri. Actualmente tiene cincuenta mil hablantes y unas setenta mil personas se identifican como tikunas. Ha tomado palabras de lenguas de la familia Tupian, Omagua y la Língua Geral Amazônica, así como de una variedad del quechua, el español y el portugués.

Los investigadores utilizaron la herramienta Glottolog.org, que proporciona una visualización a escala de los idiomas del mundo, con la que pudieron analizar la ubicación de lenguas y las compararon con variables como las condiciones climáticas. También desarrollaron una base de datos con información de cosmologías, actividades de subsistencia, preparación de alimentos, tipos de asentamientos, entre otros, y analizaron la genética de las poblaciones que hablan estas tres lenguas y sus vecinos. Por último, construyeron una definición de las características estructurales de cada lengua, desde fonológicas hasta sintácticas, lo que permitió compararlas con patrones globales.

Para estudiar cómo la relación entre comportamiento, biología humana, y ecología incidió en la diversidad lingüística de esta zona, el estudió evaluó dos hipótesis. La primera, denominada “hipótesis del aislamiento”, plantea que el aislamiento de las poblaciones -y las lenguas- facilitó la preservación de la diversidad lingüística, es decir, que el no “mezclarse” hace cientos de años sirvió para preservar la diversidad de lenguas; la segunda, conocida como la “hipótesis de integración”, propone, en cambio, que el contacto entre poblaciones y lenguas ayudó a mantener dicha diversidad en la región.

Los hallazgos revelan que las respuestas a las preguntas con las que comenzó este artículo son más complejas de lo que parecen. Por ejemplo, uno de los resultados del análisis biogeográfico mostró que entre más diversa es una ecorregión, mayor endemismo lingüístico se encuentra, es decir, hay mayor presencia de lenguas que no están en otras regiones, como en el caso de familias casi aisladas -como las estudiadas- y las aisladas.

Arias lo compara con el endemismo de especies biológicas: “Se encuentran especies -en este caso lenguas- que no se encuentran en otros lados por la diversidad de las ecorregiones”. En palabras simples, agrega el investigador, en esta zona se asentaron grupos que hablaban estas lenguas debido a la diversidad de recursos que tenían para subsistir, así como ciertas especies de fauna o flora se encuentran en una región y no en otra debido a las condiciones ecológicas de la zona. Los investigadores concluyeron que las causas del mantenimiento de la diversidad lingüística en la Amazonia son multifacéticas: es probable que múltiples escenarios que incluyen tanto aislamiento como integración hayan jugado un rol a lo largo del tiempo en diferentes partes de la Amazonia.

Sin embargo, esto no termina de responder todas las preguntas. Arias explica que alrededor del 8 % de los idiomas del mundo se encuentran en América del Sur, pero estos idiomas hacen parte de más linajes lingüísticos que los que se encuentran en otras áreas del mundo. Hay una contradicción que siguen discutiendo los científicos: esa diversidad lingüística no concuerda, para algunos, con los tiempos en los que se habitó el continente.

La “paradoja americana”

Existe una idea clave entre la comunidad científica que describe que los primeros seres humanos que poblaron América llegaron hace unos veinte mil años a través del “puente” terrestre de Beringia, que unía Siberia (en Asia) con Alaska. El problema de esa cifra (20.000 años atrás) que encuentran investigadores como Johanna Nichols, profesora emérita de la Universidad de California (en Berkeley), es que, si eso es cierto, no sería posible explicar la gran diversidad lingüística que hay en América (no solo en la Amazonia).

Esta contradicción entre una gran diversidad lingüística y una población relativamente “reciente” se conoce entre los expertos como la “paradoja americana”. Para Nichols habría que considerar que los humanos llegaran al continente hace por lo menos unos 35.000 años, es decir, quince mil antes de lo que hasta ahora se ha convenido en la ciencia.

Lo que propone Nichols se suma a una discusión que se viene dando desde 1916 y a la que los investigadores del estudio recién publicado, incluido Arias, también se sumaron. La discusión gira alrededor de una pregunta: ¿las poblaciones que primero poblaron América ya eran lingüísticamente diversas, o esta diversidad vino después con diferentes eventos?

A partir de esas pregunta, los investigadores le siguieron la pista a las dos hipótesis (aislamiento e integración) y a los postulados de dos científicos: Daniel Nettle, quien investiga la evolución y cognición social en la École Normale Supérieure de París; y Patience Epps, PhD en antropología lingüística y profesora de la Universidad de Texas.

Lo que Nettle propone es que cuando los humanos llegaron a la Amazonia encontraron espacio y variedad de recursos con los que vivir, por lo que empezaron a expandirse por diferentes sitios y eso promovió la diversificación: crecen las poblaciones, se distribuyen, se aíslan y se diferencian lingüística, cultural y genéticamente, lo que explicaría “esa explosión y diversificación de los seres humanos, de sus lenguas y su cultura”, dice Arias. De acuerdo con Nettle, señala Arias, el desarrollo y establecimiento de la agricultura sería otro factor que promovería el crecimiento y expansión de grupos humanos, desplazando y asimilando otros grupos humanos, sus lenguas, y prácticas culturales.

Pero la profesora Epps difiere. Para ella, ni la agricultura, ni la geografía explican la diversidad lingüística porque la mayoría de los grupos amazónicos practican alguna forma de horticultura (cultivos en huertas de plantas que pueden ser comestibles o no), por lo que las poblaciones tuvieron que relacionarse para realizar intercambios entre los que cultivaban un alimento u otro, producían herramientas o realizaban actividades. “La diferenciación lingüística entre los grupos amazónicos no es tanto un factor de aislamiento, sino más bien de interacción”, escribió Epps en un artículo.

Otros investigadores, como el geógrafo Jared Diamond, profesor en la Universidad de California, y Peter Bellwood, profesor emérito de la Universidad Nacional de Australia, han sugerido que el movimiento de personas y cultivos -así como lo relacionado con ese movimiento: plantas, animales y tecnologías- era bastante complejo en América, específicamente en la Amazonia, por las condiciones de la región, en donde hay ecosistemas fragmentados en los que las áreas aptas para la agricultura se conectan por áreas intermedias que son menos aptas, lo que coincide con la hipótesis del aislamiento.

Mientras esa discusión avanza, el estudio de Arias da claves para entender tanto el origen como el mantenimiento de la diversidad humana en el Noroccidente Amazónico, además de demostrar que diferentes procesos han ocurrido en diferentes periodos de tiempo y en diferentes lugares de la Amazonia. Con los análisis genéticos se pudo identificar que entre hace 2.500 años y antes de la colonización europea la integración entre grupos habría sido más relevante; luego, 500 años atrás, la hipótesis es que se hayan dado las condiciones de aislamiento entre grupos, probablemente por los cambios en los modos de explotación y producción que trajeron los europeos y que persisten hasta hoy en día en la Amazonia.

“Uno podría especular y extrapolar que lo que ha pasado en los últimos 500 años es que ha habido un declive en el ambiente luego de que llegaran los europeos; después de que se formaron los Estados y empezaran a explorar más áreas para extraer recursos. Todas estas presiones lo que van a hacer es que haya una mayor alteración del ambiente y se reduzcan las zonas donde los indígenas pueden vivir. Eso va a tener un efecto sobre la diversidad de lenguas y de culturas”, dice Arias. Para el investigador, es clave conservar la “diversidad de hábitats, pues al tener menos se va a alterar la diversidad lingüística”, amenazando la pervivencia de los pueblos y las cosmologías indígenas.

*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.

No hay comentarios aún. Deje un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.