La COP16 de Cali tuvo grandes avances en la participación de pueblos indígenas, comunidades locales y afrodescendientes, que fueron considerados “históricos”. Sin embargo, terminó sin que dos de los principales puntos sobre la mesa pudieran abordarse: el del plan para contar con los recursos necesarios para proteger la biodiversidad y el del mecanismo que medirá el avance de los países para conservar la naturaleza. Este es el balance de las dos semanas de negociaciones.
El cierre de la COP16 fue inesperado. La negociación más importante de biodiversidad, que se realizó durante las últimas dos semanas en Cali, debía terminar con la clausura de una plenaria en la que los países acordaban los caminos, mecanismos y recursos con los que esperaban proteger y revertir la pérdida de naturaleza a 2030. Así se había pactado hace dos años, en Canadá, con el Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal, durante la COP15.
Sin embargo, la plenaria, que inició sobre las 10 p.m. del viernes, se extendió por más de 10 horas sin parar, hasta la mañana del sábado. Y en una agenda llena de textos por analizar y aprobar, se fueron quedando los más complejos y controvertidos para el final. Aunque la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, había pedido a los negociadores “mantener el impulso”, el lento avance llevó el encuentro a un límite que casi nadie había considerado: su suspensión con temas clave aún sin abordar.
Esos últimos minutos estuvieron llenos de tensión. Japón pidió la palabra y uno de sus delegados se dirigió a la plenaria mirando la acreditación que le colgaba del cuello. “Aquí dice ‘válido hasta el tres de noviembre’”, dijo. “Aún podemos seguir negociando”. Pero no todos podían darse el lujo de aplazar sus tiquetes y quedarse unos días más. Especialmente, los de países pequeños y en vía de desarrollo, como la delegada de Fiji. Ya era la única representante que quedaba de todos los pequeños Estados Insulares (que están entre los más vulnerables al cambio climático y la pérdida de biodiversidad) para las 8:00 a.m. del sábado.
Al ver que en el salón se vaciaba, Panamá (que ya solo estaba representada por su último delegado) pidió que se verificara el quorum para tomar decisiones. Aunque la ministra Muhamad pidió aplazar esa verificación hasta aprobar un presupuesto pendiente, él insistió. Su vuelo salía en tres horas.
Sobre la mesa aún quedaban dos puntos fundamentales, además del presupuesto: la creación de un nuevo fondo específico para la biodiversidad, cobijado por la COP, y la definición de un marco para monitorear el avance de los países para frenar la pérdida de biodiversidad. Eran temas que se consideraban centrales desde el inicio de las negociaciones, pero que, con menos del 50 % de delegaciones en el recinto, no podían ser definidos, por lo que la reunión fue suspendida y las decisiones aplazadas.
Medir el progreso: uno de los pendientes de la COP16
La COP16 fue la primera cumbre luego de que los países acordaran el Marco Global, una especie de plan con metas y objetivos para hacer frente a la pérdida de biodiversidad a 2030. Para aterrizar ese marco a los contextos nacionales, los países se comprometieron a elaborar sus propias estrategias nacionales de biodiversidad y planes de acción (NBSAPs, por sus siglas en inglés) que reflejaran cómo implementarían esos compromisos dentro de sus fronteras.
Los documentos debían ser entregados a la Secretaría del Convenio de Diversidad Biológica antes del inicio de la COP16. Pero el 21 de octubre, cuando se inauguró la cumbre, solo 19 países, de los 196 que hacen parte de la Convención, los habían entregado. Colombia presentó los suyos el primer día y, a lo largo de las dos semanas, otros más se sumaron. Al final de la conferencia, muestra el seguimiento realizado por el medio especializado CarbonBrief, solo 44 de los 196 países pudieron cumplir la tarea.
Sin esos planes es más difícil pasar de los compromisos a la acción (o implementación, como suelen llamarla en estos espacios) y monitorear qué tanto han avanzado los territorios en su cumplimiento. Por eso, entre las tareas principales para los negociadores en Cali estaba definir los detalles para el proceso de entrega, revisión, monitoreo y evaluación de los compromisos. Sin embargo, el último día de la negociación, la República Democrática del Congo pidió que todo el texto del Marco de Monitoreo se pusiera entre corchetes. Los corchetes, en estos espacios, indican que todo lo que está entre ellos no se encuentra acordado.
El motivo era sencillo: para los países en desarrollo —en donde hay gran parte de la biodiversidad del mundo— es difícil cumplir los compromisos sin los recursos necesarios. De hecho, varios países del sur global habían señalado que no pudieron entregar sus NBSAPs porque no contaban con la financiación para hacerlo. Por eso, la petición de los representantes del Congo fue poner el texto entre corchetes hasta alcanzar un acuerdo sobre la movilización de recursos (el otro punto que quedó sobre la mesa antes de la suspensión).
Como no se alcanzó un consenso sobre los recursos, la implementación del marco de monitoreo tampoco fue discutida en la plenaria.
Como aseguró Linda Krueger, jefa de delegación y directora global de biodiversidad de la organización The Nature Conservancy, “después del trascendental acuerdo del Marco Mundial de Biodiversidad, se suponía que este sería el momento en el que el mundo pasaría del acuerdo a la acción y haría las paces con la naturaleza. Sin embargo, a pesar de las negociaciones ininterrumpidas, las Partes no han superado el primer obstáculo para demostrar que tienen la ambición y la voluntad de poner plenamente en práctica los planes”.
La plata para la biodiversidad no alcanza
Si hay un tema que atraviese todas las discusiones que se desarrollaron durante la COP16, es el financiamiento. El tema más espinoso y con profundas divisiones entre los países desarrollados y los países en desarrollo. El objetivo de esta COP era alcanzar un plan de acción específico para recaudar US$ 200 mil millones a 2030 (una cuarta parte de lo que se necesita para proteger la biodiversidad, pero que aún está lejos de alcanzarse).
Por solo mencionar uno de los puntos de debate (aunque el más álgido), los países en desarrollo han pedido la creación de un nuevo fondo específico para la biodiversidad, que esté bajo el mandato de la Conferencia de las Partes, y que les permita acceder a recursos directos en los tiempos y con la urgencia necesaria. Muchos, señalan, no han podido acceder a los recursos del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés). Pero los países desarrollados se oponen a la creación de un nuevo fondo.
Una muestra de las diferencias, durante las dos semanas de negociación, fue el documento de 98 páginas que recopilaba las posiciones de los países para abordar el financiamiento durante los próximos cinco años. Allí se reunían más de 1.900 puntos de desacuerdo. Y, durante la plenaria, ninguna de las partes cedió en sus “líneas rojas”. Por eso, tras la suspensión, el debate —uno de los más urgentes si se quieren alcanzar las metas— fue aplazado hasta el próximo encuentro (que puede ser en las reuniones entre sesiones del próximo año).
Como explica Óscar Soria, director de la Organización Common Initiative, “movilizar recursos suficientes para alcanzar los compromisos de biodiversidad ha sido uno de los grandes temas desde hace 30 años. Hemos visto un liderazgo insuficiente por parte de los países más ricos, como los de la Unión Europea, Canadá, Suiza, Japón y Reino Unido”.
Aunque desde la presidencia de la negociación, en cabeza de Muhamad, se logró poner esos temas sobre la mesa, “el estado de desconfianza entre los países, y la manera en la que se organizó ese proceso hizo las negociaciones muy desafiantes en las últimas horas”, afirmó. La delegación de Brasil insistió en que los recursos son importantes, porque a países como los nuestros los están juzgando dependiendo de qué tanto puedan o no implementar la conservación, pero no cuentan con los recursos suficientes para hacerlo.
El Ministro de Ambiente y Cambio Climático de Sierra Leona también criticó los resultados. “Esta COP no ha entregado ese financiamiento adicional ni nos ha dado confianza en que los gobiernos trabajarán juntos para brindarlo de manera transparente y urgente. La biodiversidad es un bien público; es nuestra mayor defensa contra el cambio climático, nuestra fuente de alimentos, medicinas, agua, ingresos e identidad. ¿Por qué no pueden materializarlo para luchar contra la mayor amenaza que enfrentamos?”, dijo ante la plenaria.
Momentos de euforia en la “COP de la gente”
El balance no solo fue negativo durante las últimas dos semanas de negociación. La COP16 de Colombia, que se nombró desde el principio como la “COP de la gente”, alcanzó varios hitos que se consideran históricos, sobre todo, en materia de participación.
El inicio de la última plenaria estuvo lleno de lágrimas, abrazos, arengas y discursos de apoyo (en contraste con su cierre). Por primera vez, se acordó un “órgano subsidiario permanente” para pueblos indígenas y comunidades locales. En palabras sencillas, se trata de un grupo que permitirá que los derechos de estas comunidades sean reconocidos y respetados en el marco del Convenio. Ningún otro proceso ambiental de las Naciones Unidas tiene un espacio dedicado permanente para los pueblos indígenas y las comunidades locales. Con esta decisión, se reconocen también las contribuciones de los conocimientos tradicionales para el éxito del Marco Global de Biodiversidad.
Como aseguró Viviana Figueroa, vocera de los pueblos indígenas del mundo, “esto es un gran avance para nosotros y significa también que nuestros conocimientos tradicionales tienen un rol y contribuyen a la conservación de la biodiversidad. Los pueblos indígenas y comunidades locales hoy celebramos”.
“Esto es histórico. Alcanzamos por consenso un gran acuerdo alrededor del artículo 8J con tres grandes logros”, afirmó, por su parte, la ministra Muhamad. Además del órgano subsidiario, se logró también el reconocimiento de los pueblos afrodescendientes como un grupo específico que resguarda la biodiversidad y se estableció un plan de trabajo para estas comunidades (que permite su acceso directo a recursos) hasta el 2030.
“Con este hecho, se reconoce el valor de los saberes tradicionales de los pueblos indígenas, afrodescendientes y comunidades locales, y se salda una deuda histórica en el Convenio de 26 años. Esta es la verdadera COP de la gente”, insistió la presidenta de las negociaciones.
Otras pequeñas victorias de la COP16
En la larga jornada de la plenaria, hubo un punto que se tomó gran parte del tiempo de discusión: el de repartición equitativa de los recursos genéticos digitales. Aunque tiene un nombre complejo, básicamente buscaba que las grandes industrias que se han beneficiado por años de la información genética de plantas y animales, de manera gratuita, repartieran una mínima parte de sus ganancias con los países y grupos que conservan esa biodiversidad.
La noche estuvo llena de tensiones y conversaciones en los pasillos alrededor de cuáles corporaciones debían pagar por usar datos de la naturaleza. Aunque se acordó que el aporte fuera voluntario, finalmente quedó establecido el primer fondo global para que farmacéuticas, empresas de cosméticos, agroindustria y de tecnología que se benefician de los datos genéticos puedan contribuir con el 1% de sus ganancias o el 01% de sus ingresos. Lo llamaron el “Fondo de Cali”. La decisión, sin embargo, está en manos de las empresas.
“El Fondo de Cali introduce un mecanismo de recursos único, en el que además se propone que el 50% de los recursos recaudados vayan directamente a pueblos indígenas y comunidades locales”, señaló Soria. “Aunque es un paso importante, enfrenta varios desafíos en asegurar contribuciones significativas, debido a su carácter voluntario. Su efectividad dependerá de la voluntad de la comunidad internacional y de beneficiarse en su reputación”, insistió.
“El nuevo acuerdo no es perfecto, pero sí establece cómo una parte de los US$ 1,5 billones de ingresos de la industria farmacéutica podrían ayudar a abordar la crisis de la biodiversidad”, dijo por su parte Martin Harper, CEO de la organización Birdlife International. Los compromisos asumidos en Cali, insistió, serán tan fuertes como sea la implementación de los países cuando abandonen esta sede.
Los negociadores también acercaron el vínculo entre la pérdida de biodiversidad y la salud de las personas, ecosistemas y la vida silvestre. Luego de cuatro años de discusiones, en la COP16 se acordó un nuevo plan de acción voluntario, una especie de caja de herramientas, para hacer frente a varias de las lecciones aprendidas que nos dejó la pandemia de Covid-19.
Asimismo, se acordó el reconocimiento de áreas marinas de importancia biológica y ecológica que se encuentran en altamar (un paso que permitiría identificar las áreas importantes de conservación, para alcanzar la meta de protección del 30 % de los océanos) y otro sobre el uso sostenible y conservación de la biodiversidad marina y costera.
“No nos vamos de Cali con las manos completamente vacías”, aseguró Patricia Zurita, directora de estrategia de Conservación Internacional. Sin embargo, insistió, “la naturaleza está en cuidados intensivos y, al no llegar a un compromiso financiero fuerte, su riesgo de colapso aumenta”.
*Este artículo es parte de COMUNIDAD PLANETA, un proyecto periodístico liderado por Periodistas por el Planeta (PxP) en América Latina, del que El Espectador forma parte.
**Si quiere conocer más de este tema, le invitamos a visitar nuestra sección especial Ruta a la COP16.