Este año, el Día Internacional De Los Pueblos Indígenas, el cual fue decretado como tal por la Asamblea General de las Naciones Unidas, estuvo enfocado en las comunidades que viven en aislamiento voluntario. ¿Qué se sabe sobre ellas y cómo contribuir a su protección sin contactarlas?

En India, Papúa Nueva Guinea, Indonesia, Brasil, Bolivia, Ecuador, Perú, Venezuela y Colombia, habitan Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario (PIA). Son aquellos que, por decisión propia, habitan la profundidad de los bosques y no tienen contacto con el resto del mundo. De acuerdo con la ONU, existen alrededor de 200, distribuidos en estos países.

En el caso de la Amazonía, de acuerdo con Amazon Conservation Team (ACT), estas comunidades han elegido no relacionarse con el exterior desde hace aproximadamente 500 años, tras la llegada de los españoles y los portugueses. Así, la selva les ha servido de refugio para resistirse, en principio, a la colonización y a la evangelización, y posteriormente a amenazas emergentes como la fiebre del caucho, el narcotráfico y la minería, entre otras.

La ONU busca la protección de los derechos al aislamiento voluntario de dichos grupos. El pasado 9 de agosto (el Día Internacional De Los Pueblos Indígenas), el organismo recordó que los PIA dependen estrictamente de la biodiversidad del bosque, pues se dedican a la caza y a la siembra y recolección de alimentos. “Cualquier cambio en su hábitat natural puede perjudicar tanto la supervivencia individual como la supervivencia de todo su grupo”, señala la ONU.

Dicha protección se tiene que desarrollar evitando el contacto con ellos, pues eso podría exponerlos a enfermedades que para nosotros pueden ser comunes, como la gripa. Al vivir de manera aislada, es posible que estos indígenas no hayan desarrollado el sistema inmune que se requiere para combatir esas infecciones. “El contacto forzado con el mundo exterior puede tener consecuencias devastadoras y destruir sociedades enteras”, advierte al respecto la ONU.

Entonces, es urgente proteger a los PIA, pero sin tener contacto con ellos, lo que plantea unos retos muy importantes. ¿Qué se sabe y qué se ha logrado hasta el momento en Colombia?

Los yurí y passé

En Colombia, se tiene certeza de dos pueblos aislados que se ubican en el departamento del Amazonas. Cerca del río Puré, en la frontera entre Colombia y Brasil, viven las comunidades denominadas yurí y passé. El investigador Roberto Franco, con más de 30 años de experiencia en trabajo de campo en la Amazonia y quien falleció en 2014, se dedicó a estudiar en profundidad a estos grupos.

En su libro, Cariba Malo, Franco recogió información clave sobre el tema. Allí contó que el primer registro de los yurí, también llamados “caraballos”, se remonta a 1969, cuando unos caucheros llamados Julián Gil y Alberto Miraña decidieron entrar a una maloca indígena. Su acompañante, Alejandro Román, se abstuvo de ello. Después de algunos días, Román informó que ninguno de los dos hombres había vuelto, lo que fue noticia nacional e internacional.

Se realizaron dos expediciones para buscarlos, la primera sin éxito. En la segunda, organizada por la Armada, una de las patrullas asesinó a dos niños, dos mujeres y un viejo de la etnia, un “crimen que quedó en la impunidad”, señala el libro. Además, seis indígenas fueron retenidos en contra de su voluntad en el municipio de La Pedrera, Amazonas, hasta que, gracias a la presión de periodistas y antropólogos, pudieron volver a su hogar en la selva.

A pesar de que se consultó a personas de 18 lenguas diferentes, ninguna entendió el habla de los caraballos. En Cariba malo se cuenta que el etnólogo estadounidense Robert Carneiro, planteó que el pueblo era sobreviviente de la tribu de los yuris, la cual se creía extinta. “Para el año 1820 ellos eran aproximadamente dos mil personas y se creía que muchos habían sido capturados para trabajar en las caucherías. La hipótesis de Carneiro de que los caraballos eran los mismos yuris fue, sin duda, de una gran visión, y solo ahora podemos afirmar que es un hecho”, escribió Franco.

Los passés, por otro lado, aunque también se ubican en el río Puré y sus afluentes, pertenecen a la tradición y a la familia lingüística arawak. La hipótesis del investigador es que ambos pueblos son descendientes de los yurimaguas o yorimanes, que sobrevivieron a la invasión de los españoles y los portugueses.

El método y el legado de Roberto Franco

David Novoa es ecólogo, tiene una maestría en Conservación y uso de la Biodiversidad y actualmente es investigador de ACT. Él cuenta que, para que Franco llegara a consolidar información sólida sobre los PIA sin contactarlos, aplicó varias metodologías. En principio, realizó entrevistas a campesinos, actores armados, habitantes de La Pedrera e indígenas vecinos de las comunidades en aislamiento.

“Las entrevistas semiestructuradas lentamente fueron contribuyendo a identificar la territorialidad de los pueblos. Esto, a su vez, se iba cruzando con información etnográfica que existe sobre la región, como apuntes de antropólogos y de cronistas en sus viajes”, explica Novoa. “También fue útil empezar a utilizar otras herramientas como la lectura de imágenes satélite. A través de los colores que se ven allí, se puede saber cuáles son esos ecosistemas que utilizan los pueblos indígenas en aislamiento, en su uso cotidiano”, agrega.

Novoa hace alusión a los sobrevuelos realizados en la zona para tener certeza absoluta sobre la existencia de estos pueblos. En noviembre de 2010, durante una expedición en la que participó Franco, desde una avioneta “se ubicaron y fotografiaron cinco malocas de un pueblo aislado entre los ríos Puré y Bernardo, que podrían ser yuris o passés”, narra Cariba Malo.

Unos años antes, en 2002, por medio de la resolución 0764, se constituyó el Parque Nacional Natural Río Puré, con alrededor de un millón de hectáreas de bosque y un corredor de conservación entre los ríos Amazonas y Caquetá. El principal objetivo de esta delimitación fue proteger a los yurí. Sin embargo, de acuerdo con Franco, aún quedaba camino por recorrer.

Pueblos vecinos y su comunicación espiritual

Si bien la lectura de imágenes satelitales también ayudó a identificar las presiones y amenazas sobre el territorio, era necesario ir más allá. A partir del trabajo de Franco, según Novoa, se inició un proceso de consulta y trabajo colaborativo con los pueblos indígenas colindantes a los PIA. “Eso no fue tan fácil porque cuando tú entrabas a sus malocas, eran muy celosos con el tema. Ellos decían que hay unos principios de no tocar, de no molestar”, cuenta el ecólogo.

Se han experimentado situaciones en las que se han roto esos principios en el pasado. En la década de los 80, la comunidad nukak, que vivía en aislamiento y ahora está en contacto inicial, fue contactada por colonos, misioneros y actores armados. “Las tragedias de ello han acompañado a este pueblo por los últimos cuarenta años: despojo, explotación, marginalización, reclutamiento forzado, asesinato, prostitución, drogadicción, alcoholismo, entre muchas otras, son afectaciones que enfrentan mientras resisten, actualmente, fuera de su territorio, pues cada vez está más apropiado por terceros”, dice ACT en su plataforma web.

Además, aunque los vecinos indígenas de los PIA no han entablado una relación física con ellos, sí han logrado otras formas de comunicación. Darío Silva Kubeo es indígena de la etnia Kubeo, del resguardo Curare. Él explica que los pueblos que están en el departamento del Amazonas, a los que él denomina la “gente de jaguar de yuruparí” o “gente de agua”, tienen conocimiento de que allí hay pueblos nativos gracias a su historia de origen.

“Se sabe que ellos existen, que tuvieron contacto con los pueblos vecinos y se aislaron por alguna razón. Sin embargo, el acercamiento sigue de manera espiritual. Cuando los chamanes o los mayores sabedores se sientan a curar el tiempo, a revisar el macroterritorio, hay contacto con el pensamiento. De esa manera, no se puede identificar su forma de vestir o actuar, pero sí se puede detectar su ubicación. Los PIA son fuertes y tienen el conocimiento tradicional para que nadie pase, ni nosotros mismos. Hay una energía negativa para no pasar”, afirma Silva.

Desde su espiritualidad, las autoridades tradicionales de los resguardos saben hasta dónde va su territorio y donde empieza el de los PIA, velando porque nadie irrumpa en ese espacio de selva que habitan. Pero también han aplicado otras medidas de protección. “Hacen recorridos para mirar si existen presiones o no, informan a la comunidad local sobre la existencia de los PIA, construyen protocolos en caso de un posible contacto”, ejemplifica Novoa.

Una investigación de Cerosetenta, de la Universidad de Los Andes, explora la vigilancia comunitaria por parte del resguardo Curare, al que pertenece Silva. Esta estrategia busca custodiar las 212.320 hectáreas del resguardo que está dividido en tres áreas: la “zona de rebusque”, la “zona de conservación” y la “zona intangible”. Precisamente, esta última está destinada a la protección de los pueblos indígenas en aislamiento.

Registro de los PIA, un paso necesario

Con el paso de los años, y con el objetivo de proteger a estos pueblos, se ha ido entablando una colaboración entre las comunidades, entidades del Estado y la academia. “Se fueron recogiendo todos esos lineamientos, desde lo local, y lentamente eso fue escalando hasta que en 2018 sale el Decreto 1232, con fin de salvaguardar los derechos de los PIA”, afirma Novoa. Las medidas planteadas iban desde la creación de un sistema nacional de prevención y protección de estos pueblos, hasta la creación de una Comisión Nacional, compuesta por los ministerios del Interior, Salud y Ambiente, además de las instancias indígenas.

Para garantizar el cumplimiento del decreto, en noviembre del año pasado el Juzgado Civil de Restitución de Tierras de Cundinamarca impartió una medida cautelar para blindar el territorio al sur del PNN Río Puré, en Arica y Tarapacá, donde hay permisos para concesiones forestales. Esto, mientras el Ministerio del Interior ejecuta el protocolo de registro e identificación de los yurí y passé, a un término de aproximadamente un mes, cuando se realizará la próxima Comisión Nacional que le hará seguimiento. Una vez finalice dicho proceso, estará delimitado de manera oficial su territorio y habrá una recopilación de información sociocultural de valor sobre estos PIA.

Para todos estos procesos, se afirma en Cariba malo, el apoyo de ACT ha sido fundamental. Novoa explica que en la organización tienen tres líneas de trabajo. Relacionada con lo anterior está la de políticas públicas, otra es la del relacionamiento con comunidades y, finalmente, la de generación de información. “Con estas tres líneas, nosotros estamos esperando ultimar lo de los yurí y passés para empezar a avanzar con los otros pueblos”, añade el ecólogo.

En su libro, Franco reveló que “hay indicios serios de la existencia todavía de unos diez o más pueblos indígenas aislados en el territorio de Colombia”. ACT ha adelantado el trabajo para la investigación y protección del posible PIA Urumí, de la mano del consejo indígena del territorio Mirití-Paraná, y de posibles pueblos Miraña, con el Consejo indígena del Pani, ambos ubicados en el departamento del Amazonas.

“Entonces en eso estamos. Sí, se está avanzando, pero de una manera tranquila. Nosotros estamos generando el acompañamiento, haciendo talleres también internamente, ordenando una base de datos con datos etnográficos, porque la idea es que, de acuerdo con el proceso que tengamos con cada pueblo indígena, se pueda avanzar en el registro”, sugiere Novoa.

Evidentemente, el trabajo de investigadores como Roberto Franco y David Novoa, así como la colaboración entre organizaciones y entidades, han demostrado que sí es posible estudiar a estas poblaciones sin contactarlas, en aras de protegerlas. Por la abundancia de recursos naturales y su lejanía a los cascos urbanos, esta región ha resultado atractiva para los actores que ejercen actividades económicas ilícitas. El río Puré, por ejemplo, se ha visto fuertemente afectado por la minería de oro, lo que complica la protección de esas comunidades.

En un mundo tan hiperconectado a día de hoy, reitera la ONU, “la existencia de pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial es un testimonio del rico y complejo tejido de la humanidad, y sería una enorme pérdida para nuestro mundo si dejan de existir”.

Para garantizar el cumplimiento del decreto, en noviembre del año pasado el Juzgado Civil de Restitución de Tierras de Cundinamarca impartió una medida cautelar para blindar el territorio al sur del PNN Río Puré, en Arica y Tarapacá, donde hay permisos para concesiones forestales. Esto, mientras el Ministerio del Interior ejecuta el protocolo de registro e identificación de los yurí y passé, a un término de aproximadamente un mes, cuando se realizará la próxima Comisión Nacional que le hará seguimiento. Una vez finalice dicho proceso, estará delimitado de manera oficial su territorio y habrá una recopilación de información sociocultural de valor sobre estos PIA.

Para todos estos procesos, se afirma en Cariba malo, el apoyo de ACT ha sido fundamental. Novoa explica que en la organización tienen tres líneas de trabajo. Relacionada con lo anterior está la de políticas públicas, otra es la del relacionamiento con comunidades y, finalmente, la de generación de información. “Con estas tres líneas, nosotros estamos esperando ultimar lo de los yurí y passés para empezar a avanzar con los otros pueblos”, añade el ecólogo.

En su libro, Franco reveló que “hay indicios serios de la existencia todavía de unos diez o más pueblos indígenas aislados en el territorio de Colombia”. ACT ha adelantado el trabajo para la investigación y protección del posible PIA Urumí, de la mano del consejo indígena del territorio Mirití-Paraná, y de posibles pueblos Miraña, con el Consejo indígena del Pani, ambos ubicados en el departamento del Amazonas.

“Entonces en eso estamos. Sí, se está avanzando, pero de una manera tranquila. Nosotros estamos generando el acompañamiento, haciendo talleres también internamente, ordenando una base de datos con datos etnográficos, porque la idea es que, de acuerdo con el proceso que tengamos con cada pueblo indígena, se pueda avanzar en el registro”, sugiere Novoa.

Evidentemente, el trabajo de investigadores como Roberto Franco y David Novoa, así como la colaboración entre organizaciones y entidades, han demostrado que sí es posible estudiar a estas poblaciones sin contactarlas, en aras de protegerlas. Por la abundancia de recursos naturales y su lejanía a los cascos urbanos, esta región ha resultado atractiva para los actores que ejercen actividades económicas ilícitas. El río Puré, por ejemplo, se ha visto fuertemente afectado por la minería de oro, lo que complica la protección de esas comunidades.

En un mundo tan hiperconectado a día de hoy, reitera la ONU, “la existencia de pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial es un testimonio del rico y complejo tejido de la humanidad, y sería una enorme pérdida para nuestro mundo si dejan de existir”.

*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.

Sobre el autor

Catalina Sanabria

Reportera de Amazonia y asuntos ambientales para El Espectador de Colombia e InfoAmazonia. Periodista con interés en temas de género, medio ambiente y construcción de paz. Ha colaborado en medios como...

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