El bioma amazónico aporta a estabilizar el clima de la Tierra y es clave para el suministro de humedad en Sudamérica.

Hay una gran preocupación entre los científicos que estudian la Amazonia relacionada con el momento en que los daños a este bosque tropical tengan tales consecuencias que lo lleven a perder su regeneración propia y a convertirse en una suerte de sabana. Es lo que se conoce como punto de no retorno o punto de inflexión, y aunque durante años se han hecho diferentes estimaciones de cuándo llegará ese momento, un nuevo estudio publicado en la revista Nature le apunta a una fecha concreta: 2050.

Para esto, los 24 investigadores analizaron datos de diferentes sistemas y modelos climáticos, como el Moderate Resolution Imaging Spectroradiometer, el Climate Hazards Group InfraRed Precipitation, el Climatic Research Unit, así como el proyecto MapBiomas y el Fire Information for Resource Management System, con los que estimaron las precipitaciones anuales de la cuenca, las temperaturas mensuales, la cobertura de bosque y usos de la tierra, y la distribución de los incendios forestales y su relación con redes de carreteras.

Los datos se revisaron desde 1980 y notaron una intensificación en las alteraciones de la Amazonia a partir de principios de la década del 2.000.

Durante 65 millones de años, señalan los investigadores, los bosques de esta región fueron resistentes a la variabilidad climática. Sin embargo, apuntan que en la actualidad la Amazonia está “cada vez más expuesta a un estrés sin precedentes” por cuenta del aumento de temperaturas, las sequías extremas, la deforestación y los incendios. Lo cual modifica la resiliencia de los ecosistemas, de modo que aumenta el riesgo de una “transición crítica” encaminada al punto de no retorno. Con resiliencia, los científicos se refieren a la capacidad de un ecosistema de persistir en su estructura y funcionamiento a las perturbaciones a su estado.

Esta región, cabe recordar, alberga más del 10% de la biodiversidad terrestre del planeta y almacena una cantidad de carbono que equivale de 15 a 20 años de emisiones globales de CO 2; además, cuenta con un proceso de evapotranspiración y enfriamiento que aporta a estabilizar el clima de la Tierra y es clave para el suministro de humedad en toda Sudamérica.

Principales afectaciones a los bosques amazónicos

De acuerdo con las observaciones satelitales, a principios de los 2.000 se empezó a identificar un cambio intensificado en la resiliencia de la Amazonia. Lo cual se atribuye a causas relacionadas con el calentamiento global y las perturbaciones humanas.

Desde la década de 1980, la región se ha ido calentando en un promedio de 0,27 °C por década durante la estación seca, con las tasas más altas de hasta 0,6 °C en el centro y sureste del bioma. Además, la temperatura promedio de la región es 2°C más alta que hace cuarenta años.

Explorando el potencial de transición de los ecosistemas en el bioma forestal amazónico como resultado de la combinación de perturbaciones. Crédito: Nature

Las precipitaciones también se han visto alteradas, pues en zonas centrales y periféricas de la región, como el sur de la Amazonia boliviana, se ha llegado a registrar una disminución de las precipitaciones hasta 20mm por año desde los años ochenta. Con este aspecto se relacionan la humedad y la deforestación, pues, mientras se siga perdiendo la conectividad entre los bosques, se perderá también una fuente de mejora a la resiliencia de la Amazonia y el flujo de humedad desde el Atlántico hacia el oeste de la región.

Por otro lado, en cuanto a las perturbaciones humanas, alrededor del 17 % del bosque ha sido degradado por actividades como la tala y los incendios provocados, y a esto se suma que la “creciente” variabilidad de las precipitaciones incide en que las sequías sean cada vez más extremas. De hecho, debido a la deforestación y los incendios, en el sureste de la región los árboles están emitiendo más carbono del que absorben. Además, la mortalidad de los árboles en toda la región está aumentando, lo que facilita el reemplazo por otras especies de temporada seca.

Evitar una transición crítica en 2050

Si las tendencias continúan, apunta el artículo, se podría llegar a un aumento de temperatura de más de 4°C para 2050. Además, los modelos estiman que haya un aumento de los días secos consecutivos de 10 a 30 días. “Estas condiciones climáticas podrían exponer al bosque a niveles sin precedentes de déficit de presión de vapor y, en consecuencia, estrés hídrico”, explica el artículo.

Ahora, el estudio indica que la inflexión se alcanzará cuando se pasen los siguientes umbrales: que las precipitaciones estén por debajo de 1.000mm de lluvias anuales -el promedio actual es entre 1.000 y 1.250mm-; una duración de hasta ocho meses de estación seca, mientras que en la actualidad es de tres meses; y, en cuanto a la deforestación, los investigadores advierten que desde ya es necesario “poner fin a la deforestación a gran escala y restaurar al menos 5 % del bioma”. En 2050, agrega la investigación, entre el 10% y el 47% de los bosques amazónicos estarán expuestos a perturbaciones que pueden desencadenar en cambios o transiciones ecosistémicas “inesperadas y potencialmente exacerbar el cambio climático regional”.

Para evitar alcanzar este punto crítico, es decir, mantener la resiliencia del bosque, el bioma amazónico depende de dos aspectos a nivel global y a nivel regional.

A nivel global, los científicos insisten en que se depende específicamente de “la capacidad de la humanidad para detener las emisiones de gases de efecto invernadero, mitigando los impactos del calentamiento global en las condiciones climáticas regionales”. Y a nivel local, retoman que hay que detener la deforestación y promover la restauración. También apuntan al aumento de territorios indígenas y el fortalecimiento de su gobernanza, pues son las zonas de la Amazonia mejor conservadas: el 53 % de las áreas remotas de la región, que son las menos alteradas, corresponden a áreas protegidas y territorios de comunidades indígenas.

“Nuestros hallazgos sugieren una lista de umbrales, perturbaciones y retroalimentaciones que, si se manejan bien, pueden ayudar a mantener el bosque amazónico dentro de un espacio operativo seguro para las generaciones futuras”, insisten los investigadores.


*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.

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