Contrariamente a los pronósticos realizados en la década de 1990, más de 40 áreas están asegurando la protección de la especie sin llevar al pirarucú a la extinción. Además, la venta de pescado proporciona ingresos a los pescadores, que se convierten en parte de una cadena de producción que no daña el ecosistema amazónico.

La noticia que circuló por la Amazonía en la década de 1990 no era nada positiva. Los análisis científicos indicaban que el pirarucú gigante, un pez que puede superar los 200 kilos, estaba en riesgo de extinción total. La razón principal era la pesca indiscriminada de la especie Arapaima gigas, que vive principalmente en lagos y ríos de aguas claras, fuera de las grandes corrientes. El pirarucú es un pez típico amazónico, que se encuentra en la cuenca del Tocantins-Araguaia y en la Guayana Francesa.

Además de las branquias, el pez tiene una vejiga natatoria modificada que permite respirar aire. De esta manera, a menudo se acerca a la superficie del agua. Esto hace que sea una presa fácil para los pescadores, ya que, debido a su tamaño gigante, se hace visible y fácil de atrapar.

Por otro lado, este comportamiento, que en cierta medida puede ser fatal, de subir a la superficie cada pocos minutos para respirar, terminó desempeñando un papel crucial en la supervivencia de la especie. Casi 30 años después, lo que se observa en la Amazonía es la implementación exitosa de un método de manejo eficiente, en el que la información científica se unió a la experiencia de las comunidades locales. Hoy en día, la cadena de producción pesquera no solo protege a la especie de la extinción, sino que también genera ingresos para la población.

Pesca y sensibilización: el manejo

La metodología para establecer una cadena de producción sostenible de pirarucú se desarrolló a través de la colaboración entre científicos y residentes de la Amazonía. Gracias a la emersión de los peces, los pescadores pueden, con una simple observación visual, contarlos y saber la cantidad de animales presentes en un determinado lago o río. Este método conlleva un sistema de permisos de pesca rotativos cada temporada. En otras palabras, a partir de los recuentos realizados por los miembros de la comunidad, es posible evaluar si la población de pirarucú se encuentra en niveles altos o bajos, determinando si se debe liberar o restringir la pesca en esa área específica.

Este trabajo también implica una inspección estricta de los lagos o ríos interceptados, pero es la propia red local la que está involucrada en la tarea de evitar la sobrepesca. En algunas regiones, como indican los análisis científicos, la producción de carne de pirarucú aumentó hasta en un 400 % debido al sistema de rotación implementado entre los lagos. La observación de campo, combinada con el conocimiento científico sobre la biología reproductiva del animal y la importancia de preservar las poblaciones de peces de una temporada de reproducción a otra, son hoy la base del manejo exitoso del pirarucú en la Amazonía.

El biólogo João Campos-Silva muestra un pez pirarucú de aproximadamente 60 kilos. Foto: Marc Latzel/Rolex

El biólogo João Campos-Silva, a pesar de ser de Piedade, una pequeña ciudad de la provincia de São Paulo, lleva más de 10 años trabajando en el corazón de la Amazonía. Aunque haya inicialmente abandonado el sureste para estudiar las aves tropicales en la selva amazónica, hoy es un entusiasta de la transformación causada por el manejo comunitario de los peces pirarucú. Para el científico, no hay “mejor universidad” para entender la vida en el bosque tropical más grande del planeta: “Tenemos generación de ingresos y preservación ambiental. Frutos de la unión entre el conocimiento tradicional y el científico”, afirma.

Tenemos generación de ingresos y preservación ambiental. Frutos de la unión entre el conocimiento tradicional y el científico.

João Campos-Silva, biólogo

Campos-Silva no tiene ninguna duda de que el ejemplo del pirarucú no solo necesita ser difundido más ampliamente a la sociedad en su conjunto, sino que también merece ocupar un lugar destacado en cualquier lista de las principales soluciones para la Amazonía, a pesar de los desafíos logísticos que enfrentan productos como la carne del pirarucú para llegar a grandes mercados nacionales e internacionales: “la propia Amazonía tiene la solución a sus problemas”, subraya el biólogo.

El tema del manejo, según el científico, también juega otro papel central en relación con los habitantes de la Amazonía. Señala que la mejora de la calidad de vida está intrínsecamente ligada a la protección del medio ambiente. El hecho de que la cadena de producción de carne del pirarucú contribuya a empoderar efectivamente a las comunidades locales es «esencial para transformar vidas», argumenta.

Más de 40 zonas

Según Campos-Silva, la Amazonía cubre actualmente más de 40 zonas de manejo de pirarucú, incluidos los ríos Solimões, Jutaí, Juruá, Purus y Unini. “Entre las diversas iniciativas comunitarias, sobresalen la ASPROC, en el Juruá medio, y FEMAPÁN, que representa a los gestores de la región de Mamirauá”.

En el Medio Solimões, el Instituto Mamirauá para el Desarrollo Sostenible (IDSM), donde se iniciaron las investigaciones científicas en la década de 1990, es uno de los pioneros en el manejo participativo del pirarucú, una práctica vigente desde 1999 y supervisada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MCTI) de Brasil. La institución ha llevado a cabo varias iniciativas dentro de su programa de pesca, que incluye brindar apoyo a las comunidades ribereñas de las reservas de Mamirauá y Amanã, así como a las ciudades circundantes (Tefé, Alvarães, Uarini, Maraã y Fonte Boa). El objetivo es promover la pesca responsable y el manejo adecuado de las poblaciones de peces, con énfasis en la protección.

Pesca de pirarucú en la provincia de Amazonas Foto: Bernardo Oliveira/Instituto Mamirauá

La estrategia actual del IDSM es formar multiplicadores, es decir, personas capaces de absorber los principales aspectos de las experiencias de pesca en la región y aplicarlos en sus lugares de origen. Por ejemplo, en abril de este año, 17 estudiantes de varias instituciones de la región norte participaron en un curso de 11 días titulado “Gestión compartida de los recursos pesqueros con un enfoque en el manejo participativo de pirarucú (Arapaima gigas) en entornos de llanuras aluviales”, promovido por el Programa de Manejo Pesquero del IDSM.

Según Ana Cláudia Torres, coordinadora del Programa de Manejo Pesquero, el propósito de iniciativas como esta, además de impulsar la creación de redes, es fomentar la idea de que la conservación del pirarucú está intrínsecamente ligada a la capacidad organizativa de los grupos comunitarios. “Es importante que algunas personas asuman el rol de asesor técnico en los territorios y es en este momento que estos cursos se vuelven imprescindibles”, señala la gerente.

¿De la Amazonía al mundo?

Con la cadena de producción del pirarucú firmemente establecida y un número cada vez mayor de personas involucradas en la pesca cada año, grupos organizados, como la Asociación de Productores Rurales de Carauari (ASPROC), tienen su atención centrada en el futuro, y buscan siempre alcanzar niveles más altos.

La última reunión de evaluación y planificación para el manejo de los lagos del Medio Juruá, celebrada a finales de junio, contó con la presencia de 230 personas, entre gestores, organizaciones comunitarias, técnicos, investigadores e interlocutores sociales de la ASPROC. Esta reunión reflejó claramente la madurez del proceso. En la agenda, varios temas para los que los productores de pirarucú esperan avances en el futuro cercano, como la trazabilidad del pez en el manejo sostenible, el proyecto de exportación ‘Fish of Change‘ y las perspectivas de obtener un sello de comercio justo.

«Todo está progresando bien», dice Manoel Cruz, director financiero de ASPROC. Según él, la intención de exportar carne de pirarucú es parte de un proyecto desarrollado en colaboración con el Instituto Juruá y el Servicio Forestal de los Estados Unidos. «Ya hemos tenido varias reuniones con la compañía exportadora. El foco está puesto en vender en Estados Unidos, pero también en varios otros países”, explica. De hecho, ya se han realizado pruebas con carne de pirarucú para demostrar la viabilidad del producto. «Los resultados son todos positivos y la expectativa es que el primer lote se envíe a finales de este año”.

En cuanto a la trazabilidad, explica Cruz, “hay seis profesionales capacitados para empezar a contar. Introducirán todos los datos en nuestra app y, también a finales de año, se despegará este importante tema de la trazabilidad del producto, que es de hecho muy importante”.

Las expectativas de los miembros de ASPROC para 2023 también están llenas de indicadores positivos con respecto a la producción. Para noviembre, se estima que se capturarán 34.589 pirarucús, involucrando directamente a 3.058 personas en diversas comunidades de manejo en la Amazonía. En realidad, la asociación forma parte de una iniciativa aún más amplia, conocida como Colectivo del Pirarucú, que abarca otras organizaciones en la Amazonía. Además, cuenta con alianzas internacionales, ONG y colaboraciones gubernamentales con agencias brasileñas como IBAMA e ICMBio.

El colectivo nació en mayo de 2018 con el objetivo de fortalecer el manejo en las cuencas de los ríos Purus, Negro, Juruá y Solimões, regiones ubicadas en el interior de la Amazonía brasileña. En total, este esfuerzo ha impactado positivamente 17 municipios, 7 reservas extractivas, 4 reservas de desarrollo sostenible, 9 territorios indígenas, 10 zonas con acuerdos de pesca y 280 comunidades.

Toda la gestión del acuerdo comercial colectivo, que abarca la cadena de producción del pirarucú, es realizada por ASPROC, organización con más de 30 años de experiencia en la región. El pirarucú de la región amazónica se distribuye por todo Brasil bajo la marca “Gosto da Amazônia, sabor que preserva a floresta” [“El Gusto de la Amazonía, un sabor que preserva la selva”, en traducción libre].

De acuerdo con la reciente encuesta realizada por el colectivo, los precios cobrados en diferentes regiones por la venta de pirarucú manejado varían entre R$ 5,00 y R$ 10,00 por kilo de pescado. Según Adevaldo Dias, presidente de Memorial Chico Mendes y asesor de la Asociación de Productores Rurales de Carauari (ASPROC), el tema de los montos pagados al final de la cadena es fundamental para sostener todo el sistema.

“El trabajo realizado por la asociación termina actuando como un regulador de los precios de mercado, porque al pagar mejor a las comunidades de manejo por el pescado manejado, inhibe la acción de intermediarios y explotadores, y fortalece el comercio justo y solidario”, evalúa el experto.

El trabajo realizado por la asociación termina actuando como un regulador de los precios de mercado, porque al pagar mejor a las comunidades de manejo por el pescado manejado, inhibe la acción de intermediarios y explotadores, y fortalece el comercio justo y solidario.

Adevaldo Dias, presidente de Memorial Chico Mendes y asesor de la Asociación de Productores Rurales de Carauari (ASPROC)

Si el precio y la organización grupal de los pescadores son etapas fundamentales en el proceso productivo, el tema de la inspección también juega un papel importante, como señala Manoel Cruz, de ASPROC. «Cada comunidad desarrolla su propio sistema de vigilancia de lagos para evitar la pesca ilegal», comenta. La vigilancia constante de los peces debe llevarse a cabo diariamente. Por lo tanto, es importante que el grupo distribuya esta responsabilidad entre las familias.

Cruz también explica que el trabajo no solo se limita a la vigilancia, sino que también implica sensibilizar a todos los involucrados. Después de todo, las normas establecidas tienen como objetivo preservar la especie, que, además de proporcionar ingresos, es una fuente de alimento para las comunidades. “Tenemos resultados ambientales, sociales y económicos para las miles de familias involucradas con el pirarucú”.

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