La última meta incluida en el borrador del nuevo acuerdo para proteger la biodiversidad mundial buscar asegurar una igualdad de género en la implementación de las metas y la participación efectiva y equitativa de las mujeres en las discusiones y acciones por la biodiversidad.
Fanny Kuiru, una mujer indígena del clan Jitomagaro del pueblo Uitoto de la Amazonia colombiana, pasó sus primeros días en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Biodiversidad (COP15) preocupada. Vino al encuentro en Montreal con varios propósitos, pero su misión principal era entregarle una carta a Elizabeth Maruma Mrema, secretaria general de la Convención de Diversidad Biológica (CDB), el convenio que busca detener la pérdida de biodiversidad mundial.
La carta fue escrita por ocho representantes de las mujeres indígenas de la Amazonia y habla, a grandes rasgos, sobre el rol de las mujeres indígenas en la protección de biodiversidad. “En nuestra cultura, la mujer es la naturaleza, la mujer es la tierra, damos frutos y alimento, representamos la fecundidad y la reproducción de la vida. Somos las cuidadoras naturales de los bosques amazónicos”, se lee en el documento.
Por este papel que desempeñan, las mujeres indígenas amazónicas se dirigieron a la secretaria ejecutiva para pedir una participación “efectiva y activa” en el CDB. Otras de sus peticiones incluían que se reconozca sus conocimientos tradicionales, la inclusión de sus voces en la construcción del nuevo acuerdo para proteger la biodiversidad y el apoyo financiero directo a los “esfuerzos de las mujeres en la gestión, cuidado y protección de los territorios amazónicos”.
Al tratarse de las solicitudes de un grupo que representa a mujeres indígenas que pertenecen a la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA) de Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Brasil, Bolivia y Guyana, Kuiru sentía una presión de que el mensaje llegara a su destinaria final.
Pero Maruma es una de las personas más difíciles de encontrar entre los pasillos ocupados del centro de convenciones de Montreal. Al ser la secretaria ejecutiva, tiene compromisos en varios eventos paralelos, y también debe hacer presencia en el foco más importante de la conferencia: las negociaciones.
La clave para encontrarla fue el caucus de mujeres (un grupo que agrupa a todas las mujeres del mundo que participan en la cumbre de biodiversidad). Kuiru se unió a varias de sus actividades, pidió ser incluida en el grupo de WhatsApp y por ahí le llegó el mensaje que había esperado: Elizabeth Maruma Mrema se reuniría con el caucus de mujeres el 9 de diciembre.
“Estaba en un círculo con ellas y aproveché la oportunidad única de dirigirme a Elizabeth. Le dije: ‘yo traigo el mensaje de las mujeres de los nueve países de la cuenca amazónica y, si no entrego esta carta, las mujeres allá me regañan’. Ella se río, me recibió la carta, y me dijo que nos responderá”, cuenta Kuiru, con el semblante de alguien que cumplió con el cometido.
Esta historia muestra bien una propuesta que se está moviendo mucho en esta COP y que no es solamente una petición de las mujeres indígenas amazónicas: la inclusión de la participación de mujeres y niñas en las acciones para proteger la biodiversidad.
No es solo una propuesta de grupos de la sociedad civil, sino que, de hecho, la última meta del nuevo acuerdo para proteger la biodiversidad hasta 2030 (que está en proceso de negociación) trata, justamente, de tema. La meta 22 busca asegurar la igualdad de género en la implementación del acuerdo y reconocer los derechos y participación “completa, significativa, equitativa y informada” de las mujeres.
Aunque este objetivo está a la cola del acuerdo y solo lo apoyaban inicialmente unos 13 países, ahora es una de las metas más respaldadas en las negociaciones. El único “pero” es un corchete que permanece en el borrador del acuerdo. Los corchetes hacen referencia a los elementos sobre los que algún país tiene dudas.
En el caso de la meta de género, la palabra que está rodeada de un corchete está en el segmento del texto que dice que el nuevo marco deberá tener una aproximación ‘reactiva’ al género (gender-responsive). Esto, explica Mrinalini Rai, directora del grupo Women4biodiversity y coordinadora del caucus de mujeres, se refiere a que, además de reconocer las vulnerabilidades a las que están expuestas las mujeres, se tomen acciones para remediarlas.
Rusia es, de momento, el único país que se opone al uso de la palabra responsive (reactivo) y, en cambio, propone que se utilice la expresión de una aproximación ‘sensible’ al género (gender-sensitive). “Pero eso no es suficientemente ambicioso”, dice Rai.
Hay varias razones, dice, por las que se deberían alcanzar grandes acuerdos al hablar de género y biodiversidad. A medida que se acelera o recrudece la pérdida de biodiversidad, hay ciertos sectores, como la agricultura, que se verán más afectados. “En países como Nepal, la mayor parte de la fuerza laboral en la agricultura son mujeres”, indica Rai.
Según el Ministerio de Agricultura, en Colombia, el 40.7 % de los 5.1 millones de mujeres rurales se dedican a la agricultura. Pero también hay otros ejemplos sobre el rol diferenciado que juegan las mujeres en la protección de la biodiversidad. Kuiru explica que las mujeres indígenas amazónicas saben qué tipo de especies deben sembrar en ciertos tipos de territorios, o cuáles son “enemigas”.
Dentro de la carta que escribieron a Maruma, la secretaria ejecutiva del CDB, mencionan que los pueblos indígenas amazónicos instalan chagras (los lugares acondicionados para cultivar) “altamente diversas que permiten una mayor productividad y resiliencia de los mismos ecosistemas”.
El proceso para acondicionar estos lugares, explica la organización Gaia en un blog, implica una serie de pasos, entre los que está curar el territorio. Kuiru dice que “las mujeres indígenas ancestralmente han curado, restaurado, sanado el territorio, porque ella también siente, se degrada y enferma por nuestras acciones”.
Cuenta además que las mujeres amazónicas son como las abejas, pues también polinizan. “Si uno va al monte con las mujeres, uno ve que cogen frutas silvestres, se las comen y van dispersando las semillas. Es un trabajo milenario y único. Por eso digo que no puede haber protección de la biodiversidad si no se mantiene ese conocimiento ancestral”, indica Kuiru.
La meta de género es apoyada por todos los países y la misma Elizabeth Maruma Mrema, quien ha dicho en intervenciones anteriores que “el género es un asunto de biodiversidad y se relaciona con la importancia de ver a las mujeres no solamente como actores vulnerables, sino como agentes y líderes de cambio”. A pesar de que es casi un hecho de que el nuevo acuerdo por la biodiversidad incluirá esta meta, aún falta garantizar que la implementación tenga indicadores que, realmente, den cuenta de cómo las acciones por la biodiversidad están incluyendo—o no—las discusiones de género.
Esta historia fue producida como parte de la Beca COP15 de la CDB de 2022 organizada por Earth Journalism Network de Internews.