La Amazonía posee el 80 % de los humedales de Brasil. Esos ecosistemas amenazados almacenan gases de efecto invernadero, albergan especies únicas, son medio de sustento de poblaciones humanas, y crean un puente entre los ambientes terrestres y marinos.

Menos recordados frente a la inmensidad del bosque, los manglares de la Amazonía cubren 11.200 kilómetros cuadrados en las provincias de Amapá, Pará y Maranhão. El área equivale a casi ocho ciudades como São Paulo y suma el 80 % de los humedales de Brasil, cuya extensión llega hasta el sur, en el municipio de Laguna, Santa Catarina. Desde allí hasta Rio Grande do Sul, estas formaciones son denominadas marismas y tienen diferentes características naturales.

Solo en Pará, hay manglares alojados en las reservas extractivas Mãe Grande de Curuçá, São João da Ponta, Caeté-Taperaçu, Tracuateua, Araí Peroba, Gurupi-Piriá, Chocoaré-Mato Grosso y Soure, además de las reservas extractivas marinas de Mocapajuba, Mestre Lucindo y Cuinarana.

Presentes desde la costa hasta kilómetros adentro por ríos de agua salobre, los humedales son un puente natural entre los ambientes terrestres y marinos, donde la vida fluye arriba y abajo con las mareas. La maraña de troncos y raíces dominada por seis tipos de árboles es el hogar de numerosos animales, incluidos algunos en peligro de extinción como el mero gigante y el cangrejo moro.

Estas formaciones también funcionan como «filtros», ayudando a retener contaminantes químicos, plásticos, botellas y otros desechos que llegarían al mar a través de ríos y arroyos. También reducen las erosiones en la costa, reduciendo el impacto durante las tormentas y los fuertes oleajes. 

Una de las áreas de manglares preservadas más grandes del mundo se encuentra en Brasil. Más del 80 % de los manglares amazónicos se encuentran en unidades de conservación. Pero la protección legal no es suficiente, tiene que funcionar y depende de muchos sectores

Marcus Fernandes, coordinador del Laboratorio de Ecología de Manglares de la Universidad Federal de Pará (UFPA)

«Una de las áreas de manglares preservadas más grandes del mundo se encuentra en Brasil. Más del 80 % de los manglares amazónicos se encuentran en unidades de conservación. Pero la protección legal no es suficiente, tiene que funcionar y depende de muchos sectores», señala Marcus Fernandes, coordinador del Laboratorio de Ecología de Manglares de la Universidad Federal de Pará (UFPA), al Programa Vozes Amazônicas.

Aunque con una gran área resguardada en unidades de conservación, estudios de la Escuela de Agricultura Luiz de Queiroz (ESALQ), de la Universidad de São Paulo (USP), indican que los manglares sufren de deforestación, crecimiento urbano e industrial, contaminación química y por aguas residuales transportadas por los ríos, la cría de camarón y la pesca descontrolada. Carreteras y otras obras también los arrollan, como la ruta PA-458, entre las ciudades de Bragança y Ajuruteua. Estos daños afectan incluso a las poblaciones extractivistas.

Según el investigador Danilo Romero, del Departamento de Ciencias del Suelo de la ESALQ/USP, estos paisajes juegan un importante papel económico. «En términos socioeconómicos, los manglares son una fuente de ingresos para los pescadores y recolectores de cangrejos y, en consecuencia, son responsables de mantener el comercio en las pequeñas ciudades. Además, están asociados con la tradición y las culturas de muchos pueblos, que cuentan con leyendas e historias sobre los manglares», agrega. 

Según el científico Marcus Fernandes, la construcción de corrales de pesca es uno de los impactos que ya compromete la recuperación de manglares en algunas regiones de la Amazonía. La técnica artesanal captura peces en laberintos erigidos con paja y madera de los manglares. La demanda de mariscos crece junto con el aumento de la población y las economías en la zona costera. 

«La construcción de corrales no está permitiendo la recuperación del manglar. El proceso está dejando de ser artesanal para volverse industrial. Las personas migran entre estados y municipios después de agotar los recursos en sus regiones. Es necesario planificar y asegurar el uso sostenible de los manglares», subraya Fernandes, doctor en Biología por la Universidad de York (Inglaterra).

La función climática de los manglares

Un estudio publicado en la revista Biology Letters por Romero (ESALQ/USP) y otros investigadores brasileños y estadounidenses reveló que los manglares guardan el doble de dióxido de carbono (CO2) por hectárea que la selva. La conclusión está basada en mediciones que se hicieron en 12 manglares y vegetaciones litoráneas en la Amazonía. El secreto está en el suelo inundado por el agua del mar.

«Cuando muere o se corta, la vegetación de las áreas secas libera a la atmósfera el carbono que absorbió a medida que crecía. En el manglar, las plantas que mueren se incorporan al suelo y hay menos oxígeno para su descomposición por las inundaciones constantes. Por lo tanto, el gas que se liberaría en unos años se retiene durante décadas», explica Romero a InfoAmazonia y PlenaMata.

El mapa del proyecto Aguas del Amazonía muestra dónde están los bosques inundables.

Los manglares forman parte de los humedales o zonas inundadas de la Amazonía, formaciones naturales que almacenan y emiten metano (CH4), un gas que daña el clima global 20 veces más que el dióxido de carbono. La investigación publicada en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society encontró que los árboles amazónicos emiten metano tanto en inundaciones como en sequías regionales.

«La emisión de metano ocurre naturalmente durante la descomposición de la materia orgánica. Hemos visto que la mayoría de las emisiones de este gas en la Amazonía proviene de áreas inundadas, que suman el 16 % del bosque», cuenta Viviane Figueiredo, de la Unidad de Análisis Ambiental de la Universidad Federal del Rio de Janeiro (UFRJ) y una de las autoras del estudio.

Las emisiones de metano están asociadas con la ganadería, el uso de fertilizantes, la quema de vegetación y la contaminación industrial. El lanzamiento natural de gas en la Amazonía exige medidas más duras contra la deforestación y puede aumentar la cantidad de emisiones brasileñas, ya que todavía no entra en el cálculo. InfoAmazonia mostró que la degradación forestal tampoco está incluida en los cálculos nacionales de gases de efecto invernadero.

Esto no significa que los árboles dañen el clima y deban ser talados. En la práctica, almacenan más carbono de lo que emiten en forma de metano.

Viviane Figueiredo, investigadora del UFRJ.

«Esto no significa que los árboles dañen el clima y deban ser talados. En la práctica, almacenan más carbono de lo que emiten en forma de metano», señala Viviane Figueiredo (UFRJ), que tiene un postdoctorado en Geociencias y Biotecnología. «El descubrimiento de nuevas fuentes naturales de gases de efecto invernadero permite a los tomadores de decisiones establecer objetivos nacionales para reducir las emisiones y acciones para controlar la deforestación y la quema», agrega la científica. 

Los manglares representan solo el 0,6 % de los bosques tropicales del mundo, pero su deforestación representa hasta el 12 % de las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la deforestación en estas regiones. Por lo tanto, cortar manglares y causarles otros impactos es un mal negocio en Brasil y otros países amazónicos.

En Ecuador, la mayor área mundial de manglares pierde espacio para el cultivo de camarón. Colombia ha visto desaparecer la mitad de sus manglares en las últimas tres décadas. Áreas más pequeñas en Perú reciben turistas y permanecen relativamente preservadas dentro de las unidades de conservación. 

«Cambios en el clima y uso de la tierra – para la agropecuaria, el cultivo de camarón u obras de otro tipo – amenazan el futuro de los manglares y aumentan significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera», agrega Marcus Fernandes, coordinador del Laboratorio de Ecología de Manglares de la UFPA.


Reportaje de InfoAmazonia para el proyecto PlenaMata.
| Traducido por Nina Jacomini

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