Un proyecto para construir una pequeña central hidroeléctrica sobre el río Putumayo promete llevar energía barata a la zona con el kilovatio más caro del país, pero las comunidades indígenas temen daños ambientales y espirituales.
Por Helena Calle ([email protected])
Las gargantas de Balsayaco, sobre el río Putumayo, quedan en el municipio de San Francisco, en el Valle del Sibundoy (Putumayo). Esta zona marca uno de los lugares de origen de los pueblos ingas y kamentsas del Sibundoy que habitan el valle hace cientos de años. Es hogar de campesinos, comunidades afro, negras y colonas, y es donde las quebradas descargan sus aguas, que fluyen río abajo por el río Putumayo para finalmente alimentar el poderoso caudal del Amazonas. El agua abunda.
Negativa indígena
La posibilidad de una hidroeléctrica convocó a los gobernadores de los seis resguardos de los pueblos inga y kamentsa del Valle del Sibundoy a una reunión en el oscuro recinto del Cabildo Indígena de Sibundoy, el pasado 15 de octubre. “Dicen que van a poner esa turbina a funcionar y que lo que baja al río es agua limpia, pero para hacerla tienen que construir carreteras y sacar piedra, y si comienzan los deslizamientos, ¿quién los detiene?”, dice el taita Juan Manuel Sigindioy Jamioy. Pablo Chindoy, gobernador de Sibundoy, dice que lo más problemático es que no se ha hecho consulta previa.
A tres cuadras del Cabildo están las oficinas de Emevasi. El gerente, Jairo Jojoa, es el primer indígena en dirigir esa empresa y es quien está a la cabeza del proyecto. Desde su oficina de paredes verde cogollo hace una promesa: “Como indígena respeto el territorio, el agua del Sibundoy y el medio ambiente. Vamos a garantizar la consulta previa”. Aunque asegura que el proyecto se ha socializado varias veces, es claro que todavía los indígenas no saben exactamente a qué se enfrentan, aunque desde 2014 la empresa ha solicitado certificaciones y realizado estudios de prefactibilidad.
Cualquiera de las dos opciones ocuparía unas 77 hectáreas y produciría energía suficiente para alimentar los cuatro municipios del Valle de Sibundoy y vender de 3 a 7 MW al Sistema Interconectado Nacional (SIN) “sin mayores impactos ambientales”.
Por lo menos esta es la promesa sobre las hidroeléctricas a filo de agua que consigna el “Atlas del potencial hidroenergético de Colombia”, un documento que la Unidad de Planeación Minero Energética (UPME) lanzó en 2015, y que insta a “invertir en proyectos de PCH”, pero muchos dudan de sus bondades.
Una advertencia de la ONG International Rivers dice que decir “a filo de agua” es engañoso porque “puede sugerir que se emplea el flujo natural del río y genera energía a medida que pasa, pero eso no es lo que la energía hidroeléctrica a filo de agua hace. Todos los proyectos de energía hidroeléctrica embalsan agua e impactan a los ríos. La mayor parte de los proyectos retienen agua ya sea detrás de la represa o a través de túneles de desvío”. Pero lo más preocupante para los ingas y kamentsas es que la PCH Balsayaco se construiría sobre uno de sus lugares de origen, afectando el orden espiritual que han guardado durante cientos de años, por más pequeña que sea la construcción.
La proyección de la hidroeléctrica ha cambiado de ubicación y de tamaño en los últimos años, y por cada cambio, debe volver a comenzar todo el trámite legal sobre si hay o no indígenas en donde se haría el proyecto. En un documento de 2014, el Ministerio del Interior certificó que sí hay presencia de comunidades indígenas en la zona de influencia de la hidroeléctrica, pues se traslapaba con el resguardo colonial San Andrés.
Pero ese documento ya no es válido porque el proyecto cambió y, como van las cosas, Emevasi no estaría obligada a consultar. De acuerdo con una certificación emitida en septiembre de 2016 por la Dirección de Asuntos Indígenas del Ministerio del Interior, en la zona de influencia de la PCH Balsayaco no hay comunidades indígenas y por lo mismo, no estaría obligada (por ley) a preguntarles a los indígenas si quieren o no esa PCH.
Según las cartografías “propias” de los cabildos –que incluyen información oficial– la zona donde se proyecta la hidroeléctrica hace parte del Resguardo Indígena Kamentsa-Inga de San Francisco y el Resguardo Indígena Inga de San Andrés. Y no solo eso: las dos opciones de ubicación de la PHC que propone Emevasi estarían en predios —estos sí, privados— de cinco personas indígenas inga y kamentsa, y es uno de sus lugares de origen.
Basado en el mapa realizado por Angel Pasuy, arquitecto kamentsa, con información del IGAC.
Por otro lado, la electricidad del Valle del Sibundoy es la más cara del país, según la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios. En el rankin de los cobros más elevados que fue publicado a finales de 2017 también clasificaron empresas como la Empresa de Energía del Bajo Putumayo y la Empresa de Energía del Putumayo. “Les estamos comprando a Isagén y Termotasajero. Nosotros tenemos que pagar el costo de transmisión de la energía que llega de Antioquia hasta Nariño, y luego hasta la subestación nuestra”, dice Jojoa. Para eso es la PCH Balsayaco, según Emevasi.
Desde octubre, Corpoamazonia estudia si otorgar o no la licencia ambiental al proyecto, y por ahora solo hay proyecciones de lo que podría pasar en Balsayaco.
Quienes la defienden están seguros de que, por ser pequeña, los impactos ambientales serán pocos. “No hay otro sitio para hacer una hidroeléctrica en Sibundoy. Debe ser ahí porque hay agua la que usted quiera. El río nace en la parte alta y descarga en la parte plana, por Villa Garzón. Es una caída de 500 metros y no la hay en otro lado. No les va a afectar el agua porque ya está contaminada, no hay ni peces según la misma corporación. El proyecto daría plata hasta para reforestar la zona”, dice el ingeniero Ruales.
Por otro lado, los indígenas dicen que esa zona es de deslizamientos constantes y que podría agravarse con una PCH. “Esta zona es inestabilidad geológica. Lo sabemos por historias de mayores y no vamos a permitir que se deforeste i se afecte espiritualmente nuestro territorio o que no nos hagan consulta previa”, dice Angel Pasuy, un arquitecto kamentsa que lleva el registro juicioso de dónde empieza y acaba el territorio indígena –legal– de Sibundoy.
Los registros de una visita técnica de Corpoamazonia en 2016 confirman que en la zona hay “erosión y deslizamientos por problemas de deforestación, procesos erosivos, cambios en los usos del suelo como la ganadería extensiva a más de 2.356 msnm, sumado a la inestabilidad del terreno con pendientes superiores al 70%, que se agravaba por la intensidad de las lluvias, con afectación directa sobre el cauce principal del Río Putumayo”.
Santiago Ortega, ingeniero civil con maestría en recursos hídricos de la U. Nacional (y experto en energías renovables), explica que siempre habrá impacto ambiental y el más grave de una PCH es que le quitas agua a un tramo del río. “Hay que pensar que para construir la hidroeléctrica sí o sí hay que hacer una carretera y si hace falta, construir líneas de transmisión, para lo que habría que limpiar el bosque por donde pase la línea”. Para las proyecciones de la PCH Balsayaco, esa carretera sería de unos cinco kilómetros y habría que ampliar otras vías ya existentes.