El principal evento de biodiversidad que se realizó en Cali, cierra con buenas cifras. La gran pregunta que muchos se hacen es ¿qué viene ahora para que no sigamos perdiendo la biodiversidad?
El último día de una COP suele ser un poco agitado. Mientras quienes negocian continúan haciendo ajustes a los documentos y pactando —o dilatando— acuerdos, afuera de esos recintos empiezan a formarse ruedas de prensa para llamar la atención sobre lo que sucede a puerta cerrada. Convocar a periodistas de todo el mundo es una buena manera de presionar por los temas en los que aún no hay consenso. También de dejar en evidencia a los países que actúan como una piedra en el zapato.
En el momento en el que escribimos estas líneas, aún quedan varias horas de negociación y hay mucho movimiento por los pasillos. El pronóstico, dijo el viceministro de Ambiente, Mauricio Cabrera, es que la plenaria, en la que estarán todos los representantes de los países, se prolongue hasta después de la media noche. Posiblemente, hasta las 2 a.m. o 3 a.m., mientras al otro lado de Cali continúa la fiesta. La idea es que, la otra semana, la ciudad vuelva a la normalidad, sin calles cerradas, sin los miles de visitantes, y sin ninguna Zona Verde ni Azul. Según Cabrera, por ese primer espacio, abierto al público, pasaron 900 mil personas.
La exviceministra Sandra Vilardy no lo piensa dos veces al calificar la COP como un éxito. Más allá de los aburridos textos que resulten de las discusiones, de los baches que aún queden en las negociaciones y de los temas sobre los que no habrá completo acuerdo —como la financiación, sobre el que ya hemos escrito en estas páginas—, hacer una COP de biodiversidad, dice, era un gran desafío. Además de las razones logísticas, uno de los motivos que más había trasnochado a los organizadores fueron las amenazas del Estado Mayor Central, previas al evento. Por fortuna, tan solo fueron eso.
“Creo que, en el fondo, haber sacado esta COP16 adelante, muestra que cuando el gobierno nacional se pone de acuerdo con los gobiernos locales, hay muy buenos resultados. Además, lograron que la sociedad civil se sentara a hablar de biodiversidad que, al final, es un tema que nos unió, en medio de la usual polarización en la que vive Colombia”, señala Vilardy.
Manuel Pulgar–Vidal, el exministro de Ambiente de Perú, que estuvo al frente de una COP de cambio climático hace una década —que suelen recibir más personas—, cree algo similar. A sus ojos, es muy valioso que todo un país se entere de la existencia de estos procesos. Otro punto que no se puede dejar de destacar, dice, es que haya habido otros sectores que, de alguna u otra forma, se involucraron con la biodiversidad. Sectores como el económico, asegura, “ya se han dado cuenta de que deben estar perfectamente adaptados a las nuevas posiciones colectivas”.
“La COP16 elevó el rol y el valor de la naturaleza. Fue un llamado a la acción para repensar nuestra relación con la naturaleza; una COP que reconoció e incluyó distintas voces respetando los derechos humanos. Una COP que unió las agendas de biodiversidad y cambio climático”, afirmó este viernes en una rueda de prensa Sandra Valenzuela, directora de WWF Colombia, no sin antes pedirle a quienes negociaban encerrados que tuvieran más ambición. Después de todo, añade Vilardy, no sorprende mucho que esos procesos de negociación sean difíciles, lentos y engorrosos.
Además de éxito que tuvo la convocatoria, Vilardy también cree que en esta COP se alcanzó una madurez en temas centrales. Es imposible abordarlos todos en esta página, pero la profesora de la U. de los Andes resalta uno en especial: el rol de mujeres y de las comunidades indígenas. “Noté mucha madurez como resultado de la experiencia que han construido las comunidades en esta década. Se nota que ya hay capacidades locales y eso genera muchas expectativas para el futuro. Nos queda la tarea de subir el otro escalón: invertir recursos en esos caminos que ya están probados y son claves para revertir la pérdida de biodiversidad”, explica.
Los pueblos indígenas, de hecho, estuvieron en centro de la COP16. Fueron visibles tanto en la Zona Verde, donde tenían una Maloka y varios puestos con productos, como en la Zona Azul, donde participaron de las negociaciones y de las discusiones académicas.
A Manuel Mavisoy, miembro de la Mesa Permanente de Concertación de los pueblos indígenas de Colombia, le gusta hacer dos lecturas de lo que ocurrió estas dos semanas. En la Zona Verde, dice, “pudimos mostrar los que hacemos en conservación de la biodiversidad, decirles a las personas que eso es lo que estamos perdiendo y que necesitamos una oportunidad para seguir trabajando en su protección”.
Por otra parte, sobre lo que ocurrió en la Zona Azul advierte que pusieron en la agenda temas esenciales para los pueblos indígenas como la importancia de sus conocimientos tradicionales o la necesidad de que accedan a financiamiento directo para la protección de la biodiversidad. Pero tiene un reparo: “decir que los pueblos indígenas tienen una vocería directa dentro de la COP es algo de lo que todavía estamos lejos. Estamos participando y esperamos algún día tener un reconocimiento pleno”.
“Haber aprobado el programa de trabajo es un paso adelante, porque marca tareas y acciones concretas que los pueblos indígenas deben hacer para conservar la biodiversidad. Pero, más importante que eso, dicta tareas para que los Estados apoyen, respalden e incentiven estas actividades”, apunta Ramiro Batzin – maya cachiquel – copresidente de Foro Internacional Indígena sobre Biodiversidad.
Ahora, la gran pregunta que muchos, como la bióloga Natalia Medina Serrano, se hacen, es ¿cómo no dejar pasar esta oportunidad para que, al menos en Colombia, se materialicen todos estos esfuerzos en proteger la biodiversidad?
El antropólogo Martin von Hildebrand, que acaba de ser elegido como Secretario General de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), cree que un camino es algo que no muchos no han dejado de repetir en Cali: no olvidar que en un año será la COP de cambio climático en Belém, en Brasil, y que es necesario unir agendas, porque muy pocas veces América Latina logra estar al frente de esa agenda global.
En el fondo espera, desde el nuevo rol que le tocó asumir, que los gobiernos sean capaces de aprovechar esta oportunidad para proteger la selva. La noticia no tan buena es que, como lo reveló la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza hace pocos días, es que en Colombia ya hay 700 especies de árboles que están en riesgo de extinción.