Manuel Pulgar Vidal sabe bien cómo funcionan las COP de cambio climático y de bioidversidad. Ya lideró una hace una década y, desde entonces, las ha seguido con detenimiento. En entrevista con El Espectador explica cuáles han sido los temas más desafiantes de la que se hizo en Cali y las ganancias que obtuvo Colombia.

Manuel Pulgar Vidal es un viejo conocido entre quienes se mueven en las negociaciones de cambio climático y biodiversidad. Desde que hace una década estuvo, como ministro de Ambiente de Perú, al frente de la COP20 —de cambio climático—, su voz ha cobrado fuerza en estas discusiones.

Como Líder de la Práctica Global de Clima y Energía de WWF Global, Pulgar Vidal también estuvo en Cali. En medio de frenetismo que implica el último tramo del encuentro, conversó con El Espectador para explicar por qué, a sus ojos, valió la pena que Colombia se le midiera a organizar la COP16. También habló de los cuellos de botella que han atascado las negociaciones y del lobby que están haciendo algunas compañías en la Zona Azul, entre ellas varias farmacéuticas.

La gente, en Colombia, tenía muchas expectativas sobre lo que podía resultar de la COP16, aunque en el mundo las COP de biodiversidad no capturen tanta atención como las de cambio climático. ¿Qué tan altas eran las suyas?

Yo creo que llegamos a la COP16 con altas expectativas, en especial por dos aspectos. Primero, por el momento, el entusiasmo y la dinámica política y social que generó Colombia, que hizo un buen trabajo invitando a muchos para que vinieran a la COP. Creo que ha habido una participación superior a la que se esperaba. Además, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, hoy la COP de Diversidad Biológica ya no es tan solo una reunión de representantes de gobierno; es una reunión de distintos actores sociales, políticos y económicos, que es como debe entenderse una COP. Este es un proceso político, es un proceso económico y es un proceso social.

Lo segundo es que también teníamos expectativas muy concretas. Giraban alrededor de dos frentes: el frente de la negociación y el frente “no formal”, porque una COP no es solamente es un espacio de negociación; también es un espacio de otro tipo de decisiones políticas no formales. En relación con la negociación, hay dos puntos centrales: el debate de sinergias entre clima y biodiversidad, que es un tema que quedó pendiente en Montreal (en 2023) porque hubo oposición de algunos países para cerrar ese camino. Hay una decisión sobre movilización de recursos, que es, probablemente, el tema más sensible. Y hay una negociación sobre un tema bien técnico que se llama la información de secuencia digital, vinculado a recursos genéticos. Además, hay una negociación alrededor de un artículo muy antiguo, llamado el 8J, que está en la convención del año 1992, que tiene que ver con prácticas ancestrales y conocimientos tradicionales. Pero, para no ser muy larga la respuesta, lo que puedo decir es que estamos en un momento natural de avance.

¿Qué quiero decir? En una COP hay tres fases claramente combinadas. La primera es la fase de los negociadores. Ellos suelen avanzar en el texto, pero también dejan muchas cosas por analizar, porque siempre hay controversias naturales en ese proceso multilateral político. En la segunda semana, lo que hemos visto es la presencia de algunos jefes de Estado y un mayor orden en las sesiones, donde se “limpia” un poco el texto. Y la tercera fase son los dos últimos días, donde es clave la capacidad de la presidencia de acelerar el consenso. Sin lugar de equivocarme, puedo decir que siempre hay una crisis en el jueves y, principalmente, el viernes. Y ahí es donde se muestra el pulso de la presidencia.

En la parte no formal también ha habido muchos pabellones, muchas organizaciones importantes. Ha habido muchos espacios de América Latina. Como peruano, me ha dado gusto ver a Perú y que mi país le haya dado su aval a Martin Von Hildebrand para que sea secretario general de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), lo que significa que, de una u otra manera, la paz entre dos países que siempre han sido amigos.

Claro, porque esa elección de Martin Von Hildebrand casi no se concreta, justamente, porque era Perú el que se estaba oponiendo…

Sí, así es. Pero creo que la COP16 ha ayudado a acercarnos, no a solucionar el problema completo, pero a acercarnos.

Siempre hay cuellos de botella en las discusiones que se hacen en las COP. ¿Cuál cree que han sido los principales en esta?

En los cinco temas que mencioné hay cuello de botella, pero, voy a priorizar dos. El primero es la movilización de recursos: el Banco Global para la Biodiversidad se aprobó en Montreal en el año 2022, ya establece una meta para que aquí al 2050 se canalicen 200.000 millones de dólares anuales. Es mucho dinero, pero hay metas intermedias: de aquí al 2025, deberían canalizarse 20.000 millones de dólares y al 2030, 30.000 millones de dólares anuales. Eso es una suma pequeñita para lo que el mundo requiere para revertir la pérdida de biodiversidad, pero son metas que se establecieron el marco. Entonces, la discusión gira en torno a que estamos cortos en el financiamiento. Los países desarrollados no están poniendo los recursos. Ya ocho países han contribuido con 163 millones de dólares para la asistencia ambiental global, que es un fondo creado en el año 92, y eso es poquito dinero. Entonces, el primer reclamo es: ya nos metimos en un número que va a ser 20 mil millones de dólares al año al 2025, pero estamos muy lejos de eso.

Ahora, hay una controversia mayor, y es que en el año 92 se creó el Global Development Facility, que es un fondo que administra los recursos de la diversidad biológica, pero ahora se está pidiendo que se cree un fondo paralelo. Eso está generando mucha controversia. Es bien complicado crear nuevos fondos, cuando ya tenemos un sistema y lo que tenemos que hacer es mejorar. Nosotros creemos, como WWF, que lo que debemos buscar es la seguridad. La decisión tiene que estar basada en la efectividad, en la colocación del recurso y en su velocidad, porque siempre el problema con los recursos es que demoran mucho tiempo.

El otro cuello de botella es muy interesante y muy complejo: la discusión sobre Información de Secuencias Digitales (DSI). Esto es un tema muy interesante para Colombia. Cuando se aprobó la Convención de Diversidad Biológica en el año 92, uno de los temas fundamentales fue el acceso a los recursos genéticos y uno de los principios fue la distribución justa y equitativa de los beneficios. ¿Por qué? Porque históricamente la secuenciación ha sido hecha por países del norte, pero, además, han sido patentados y les han generado beneficio. Esa información está disponible en centros de investigación, en universidades, en farmacéuticas e, incluso, en startups. Y les generan beneficios, pero debería haber un beneficio en especial para las comunidades donde están esos recursos. Lo que se está discutiendo ahora es que se cree un fondo y que este fondo se alimente con el 1% de esos beneficios. Esto significaría una contribución al fondo de 1.000 millones de dólares anuales. Ya te podrás imaginar que hay la oposición de lobbistas, farmacéuticas y empresas de biotecnología.

En las COP de cambio climático, el lobby de la industria de los combustibles fósiles es muy criticable. Y acá, en la COP16, hemos visto a sectores empresariales haciendo lobby, entre esos la industria farmacéutica. ¿Le incomoda esa participación?

Te voy a ser muy sincero. Yo, viniendo el sector ambiental, en el que he trabajado por 40 años, siempre he creído en espacios abiertos. Y sé que, naturalmente, cuando se abren los espacios, pues vamos a recibir ese tipo de presión. Pero no creo en las prohibiciones. Yo creo, más bien, en la fortaleza que deben tener las organizaciones y los estados para resistir la influencia de estos actores. Cerrar puertas nunca ha sido beneficioso para mí.

Usted estuvo al frente de la COP de cambio climático en Lima, Perú, hace una década. ¿Qué le quedó a su país después de haberla organizado?

Lo que, finalmente, le queda como legado al país es, primero, el entendimiento de estos procesos bilaterales. Nos guste o no, el mundo está avanzando en definir visiones colectivas para el clima, para la diversidad biológica, para la desertificación y, a veces, los países son ajenos a esos procesos. Entonces, creo que hay un mayor entendimiento del tema. Lo segundo valioso es que se genera, de inmediato, una mirada de distintos actores, en especial del económico. Se dan cuenta de que deben estar perfectamente adaptados a las nuevas posiciones colectivas. De hecho, te quedan fondos de cooperación: el país se convierte en un espacio más atractivo. Y también hay una mejora en las políticas. Eso pasó en Perú y creo que también sucederá en Colombia.

En la COP se presentan muchos informes del estado de la naturaleza. No son muy alentadores, como el del estado de los corales o el de la Lista Roja de la UICN. ¿Mantiene la esperanza?

Hace unas semanas se publicó el informe Planeta Vivo, de WWF, que tiene varios componentes importantes. Primero, tiene un índice que muestra qué tan dramática la pérdida de la universidad. El tamaño de las poblaciones de especies silvestres conocidas ha disminuido en 50 años, pero donde más se han perdido es en América Latina y el Caribe. Y eso puede tener muchos factores. Lo segundo que me está diciendo es que estamos yendo hacia un punto de inflexión en muchos temas para América Latina, en especial en la Amazonía. Lo tercero que dice es que efectivamente no estamos cumpliendo las metas. Y luego nos dice que tenemos que transformar cuatro sistemas: el sistema de conservación, el sistema de energía, el sistema de alimentos y el sistema de finanzas. Y con eso respondo a tu pregunta. Creo que el mundo sabe que esto tiene que haber una transformación. Esto no es un maquillaje, no es una ley ambiental pequeñita. Esto requiere un proceso de cambio de sistema. Y eso lo hace interesante. Esto no es un tema de ambientalistas, es un tema de economistas, es un tema de corporaciones, es un tema de indígenas, es un tema de muchos actores.

Algo muy llamativo fue el lanzamiento de créditos de biodiversidad en esta COP16. Hace un par de días lanzaron el marco que tiene las bases sobre cómo pueden funcionar. ¿Qué opina de esos créditos?

Los mercados, per se, no son malos. Pero los mercados sin regulación pueden ser perversos. Por lo tanto, uno puede contar con instrumentos de mercado, pero yo no puedo estar negociando bonos para evadir la responsabilidad. Eso es algo inaceptable. Eso tiene que ver con el famoso green washing y WWF no lo acepta de ninguna manera. Segundo, cuando se trata de mercados, hay que tener en cuenta que el mercado tiene dos partes: el que demanda y el que ofrece. Y el que ofrece acá son los países diversos. El que demanda es el que está intentando, muchas veces de buena fe, contribuir, y muchas veces, también de ganar. Por lo tanto, tiene que haber reglas para que los países tengan los ingresos correspondientes a esa diversidad y esos recursos se administren bien.

Sobre el autor

Sergio Silva Numa

Escribe sobre salud, ambiente y ciencia en El Espectador.

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