La semana pasada se firmó en la Zona de Reserva Campesina La Perla Amazónica un acuerdo que respalda la crianza de abejas en las escuelas rurales. Esta iniciativa busca proteger la selva de la deforestación, a partir de la educación.
Desde hace tres décadas Diego Cortés enseña en la escuela de la vereda La Piña, en La Perla Amazónica, una de las siete Zonas de Reserva Campesinas que hay en el país, a poco más de una hora de Puerto Asís, por el río Putumayo. Allí, hace más de tres años, agregó un nuevo tema a sus clases: la meliponicultura o cría de abejas sin aguijón, nativas del trópico. El profesor no solo enseña en un salón, sino en los alrededores de la escuela. Ha replanteado cierta idea hegemónica de la pedagogía: según dice, él no instruye, sino que conversa con los niños que tiene a su cargo, pues ha venido notando que con las clases magistrales “las cosas no dan resultado, los niños repasan por sacar un cinco en la evaluación, pero no pasa nada más”.
Cuando le propusieron tener colmenas en la escuela, investigó sobre la crianza de las meliponas y empezó a hablarles a sus estudiantes de cambio climático y conservación de la naturaleza. “Lo malo es que en el sector rural hay muchas necesidades y uno se las ingenia. Aprovechamos los medios que hay, un video-beam, algún televisor, empezamos a proyectar y a hacerles ver a los estudiantes lo que está pasando, lo que pasa con la basura en los ríos”.
Ahora, el cambio climático y la meliponicultura no solo serán temas transversales allí y en las otras siete escuelas en donde también se viene trabajando, sino en las quince que tiene La Perla Amazónica, en donde viven unas 1.200 personas. Este acuerdo fue logrado en el marco del proyecto Amazonia Sostenible para la Paz, financiado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente, y firmado la semana pasada en la vereda del Bajo Cuembí, entre la Asociación de Desarrollo Integral Sostenible Perla Amazónica (Adispa), las instituciones educativas, Corpoamazonia, el Instituto Sinchi y el Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas en Colombia (PNUD). A raíz del acuerdo se hizo y se distribuyó en las escuelas el libro infantil El mundo de las abejas nativas, una guía para niños y niñas de la Amazonia.
Como lo sugieren varios estudios, las abejas están relacionadas de varias formas con el cambio climático. Por ejemplo, una investigación publicada en abril de este año en The Royal Society por científicos de la Universidad de Nuevo México, la Universidad de Minnesota y la Universidad Estatal de Carolina del Norte, entre otras, detectó que este fenómeno afecta de varias formas a las abejas según su tamaño y que esto incide en la polinización. El artículo señala que esto “puede remodelar las comunidades de abejas polinizadoras, con abejas con ciertos rasgos aumentando en abundancia y otros disminuyendo, lo que podría conducir a nuevas interacciones planta-polinizador y cambios en la reproducción de las plantas”, por lo que esto podría causar un “efecto cascada” en la polinización, pues, por ejemplo, al ir perdiendo a las especies más grandes, esta se reduce en las zonas más lejanas a las colmenas.
Cortés comenta que, desde que tiene las colmenas en la escuela, los niños llegan a contarle de lo que hablan en sus casas sobre los bosques. “Aprenden a cuidar las abejas, a no matar los animales. Me dicen: ‘Profe, es que si no cuidamos el agua, los ríos se secan y no hay vida’”. La forma en que les enseña a los niños va más allá de las conversaciones que menciona, por medio de coreografías y canciones, incluso enseñándoles algunas danzas del pueblo siona sobre el jaguar. “Eso ha hecho que los niños le den importancia a lo que se enseña”, explica Cortés, quien siempre parte de una pregunta base: “¿qué nos está diciendo la danza? Si no cuidamos esto o aquello, ¿qué va a pasar?”.
Rubén Pastrana, integrante de Adispa, se crió en Bajo Cuembí. Allí terminó el bachillerato y se fue a estudiar Zootecnia a la Universidad Nacional, en Palmira. Aprendió sobre las meliponas y regresó con la idea de empezar a criar estas abejas. Poco a poco empezó a tener una, dos, tres y más colmenas en su finca, coincidiendo con la llegada del proyecto de Amazonia Sostenible para la Paz a La Perla Amazónica. “El proyecto dio la oportunidad de trabajar las abejas meliponas con las escuelas. Después de eso nos ampliamos a trabajar con los campesinos, en un tema más enfocado hacia lo productivo”, cuenta Pastrana.
En cuanto a las familias de productores que tienen colmenas, Pastrana explica que trabajan con un enfoque de reconversión económica. “Las zonas de reserva campesina se caracterizan por ser diversificadas. Entonces las abejas entran a diversificar aún más esos sistemas productivos campesinos. Y además enseñamos la importancia de conservar, de no deforestar, de no ampliar la frontera agropecuaria y de muchas otras cosas”, agrega, como los potenciales usos medicinales de la miel de las meliponas: tratar infecciones respiratorias o ayudar a cicatrizar, entre otros. Hasta la fecha hay 115 colmenas en aproximadamente 50 familias y esperan llegar a unos 300 cultivos para comenzar con una cadena de comercialización.
Por su lado, la reconocida lideresa ambiental Jani Silva, representante legal de Adispa, señala que firmar el acuerdo permite que se vuelva un lineamiento “sostenible en el tiempo, que no sea un proyecto que se corte. Queremos que quede inmerso como una especie de materia, porque si estamos en la Amazonia para qué queremos bachilleres técnicos en, por ejemplo, sistemas. Eso es importante. Pero más importante es que se formen chicos y chicas conscientes de la Amazonia y que lo puedan aplicar, con compromiso con la conservación”. Para Silva, el trabajo con los jóvenes es de todos los días, pues “lo más importante es que haya ese relevo generacional, que nosotros podamos descansar con la tranquilidad de que hay personas que van a hacer el trabajo que falta”.
Jimena Puyana, gerente de Desarrollo Sostenible del PNUD en Colombia, entidad que implementa el proyecto Amazonia Sostenible para la Paz, agrega que con este tipo de proyectos “las comunidades son reconocidas por sus economías campesinas, que son amigables con el medio ambiente, y no por las actividades ilegales que ocurrieron en algún momento”, como el cultivo de coca. Para Puyana, iniciativas como la meliponicultura contribuyen a generar un cambio de paradigma, en el que se activen economías y narrativas basadas en la sostenibilidad.
Soluciones a la deforestación
La investigación “Rápida pérdida de la conectividad del paisaje tras el Acuerdo de Paz en la región andino-amazónica”, realizada por científicos de la Universidad Javeriana, la Universidad del Rosario y la Universidad del Tolima, demuestra cómo con la deforestación en Colombia se ha afectado más la conectividad entre parches de bosques, que los mismos hábitats deforestados. La conectividad es clave porque su estado facilita o dificulta los flujos ecológicos en un espacio geográfico: desde desplazamiento de animales hasta procesos como el ciclo del agua.
Estos cultivos de meliponas se suman a otras iniciativas, como el manejo de un vivero con capacidad de 150.000 plantas y diversos cultivos agroforestales, como el cacao, y silvopastoriles, que buscan restaurar dos corredores de conectividad en el departamento: uno que va desde la vereda Santa Isabel hasta el límite del resguardo Siona Buenavista, y el otro que va desde la vereda La Juvenil hasta la vereda La Frontera.
Puyana dice que la única manera de garantizar la conectividad o que esta se restablezca es apoyar las actividades de las personas que viven en la Amazonia. “Es ahí donde en concreto se desarrollan las herramientas de manejo del paisaje, la protección de algunos parches de bosque, la restauración de zonas que han sido degradadas y esas cosas no las puede hacer uno en el aire, toca hacerlas en predios concretos donde la gente vive, que puede promover esa conectividad ecológica y funcional”.
El estudio de la pérdida de conectividad también apunta que con la desconexión los bosques pierden su capacidad de absorber los gases de efecto invernadero. Al respecto, Pastrana dice que otro de los lineamientos en la Zona de Reserva Campesina es diversificar los cultivos como una forma de resiliencia al cambio climático. “El cambio climático no solo va a afectar la Zona. Entonces, lo que hacemos acá se traduce en que estamos tratando de ser responsables con el mundo entero”. La lideresa Silva agrega que con la restauración de los dos corredores de conectividad hay objetivos concretos: “Recuperar las fuentes hídricas, los humedales e incluso las especies que están en peligro de extinción”.
Como lo advertía otra investigación, publicada en Nature en abril de este año por científicos del University College de Londres, el cambio climático ha reducido la biodiversidad en alrededor de 18.000 especies de insectos, advirtiendo que sin insectos no habrá soberanía ni seguridad alimentaria que atiendan a los 7.500 millones de personas que viven en el planeta.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.