Investigadores se adentraron en los bosques de galería del Vichada para determinar qué especies habitan allí y cuánto carbono almacenan. Son una clave ignorada en la lucha contra la crisis climática.

Los bosques de galería se alzan alrededor de los ríos y arroyos que bañan las extensas sabanas del Orinoco. A pesar de cubrir menos superficie terrestre que las sabanas cercanas, son de alto valor biológico para la cuenca del Orinoco colombiano por su riqueza en especies, agua y recursos forestales que no se encuentran en las sabanas abiertas. Como la mayoría de bosques en pie, estos sirven como corredores biológicos y proporcionan refugio y alimento a cientos de especies, además de ser claves para capturar carbono en la atmósfera, evitar la erosión del suelo y equilibrar la temperatura.

Lo anterior, si bien es cierto, sigue siendo una generalidad, apenas un asomo a la gran riqueza que esconden los bosques de galería orinocenses. Los estudios sobre las especies que viven en esos bosques, y una explicación satisfactoria de cuánto carbón acumulan, todavía es esquiva. Es por esto que un grupo de cinco biólogas y biólogos de Colombia y Estados Unidos han estado haciendo observaciones y mediciones desde 2009 en la reserva Tomogrande en Santa Rosalía (Vichada).

La investigación fue publicada en la revista europea Forests esta semana y ayuda a entender cómo funcionan los bosques de galería que se inundan con aguas negras (llamados bosques igapó) y bosques de tierra firme en términos de diversidad, estructura del bosque y acumulación de carbono.

De acuerdo con Juan Sebastián González, biólogo estudiante de maestría de la Universidad de los Andes y coinvestigador, la zona del Orinoco ha sido poco estudiada porque el acceso a las zonas de investigación toma largas horas de viaje y porque, a simple vista, una larga sabana y un bosque pequeño parecen lo mismo. Además, en Colombia los estudios sobre bosques que se inundan y en captura de carbono se enfocan en la Amazonia: “Los bosques de galería son franjas relativamente delgadas, y si se pone a comparar con el bosque amazónico este bosque pareciera no tan importante. Pero lo que encontramos es que la dinámica de la diversidad y la estructura de los bosques de galería son muy similares a las de un bosque amazónico en restauración”, dice el investigador, que tardó casi dos años afinando este artículo para su publicación.

Considerando lo que se sabe sobre los bosques inundables de aguas negras amazónicos, las y los investigadores estimaron que en los bosques igapó del Orinoco las especies de árboles de la llanura podrían tener hipoxia periódica, había mayor diversidad de plantas y que los árboles morían más que en los bosques de tierra firme. Para comprobar sus hipótesis se valieron de los datos de tres parcelas de una hectárea de bosque de tierra firme, establecida en 2009, y dos parcelas de una hectárea de bosque de igapó, de 2010, y volvieron a medir los árboles, entre otras, para ver cuáles habían muerto, cuántos seguían en pie y cuánto carbono acumulan.

“Por lo general se necesitan tres variables: ancho, altura y densidad de la madera. Con eso hacemos un cálculo con una ecuación que combina esas variables y así obtenemos la cantidad de biomasa, eso asumiendo que el árbol es un cilindro. Con esos datos puedes calcular qué tan pesado es un árbol y lo multiplicas por el factor de conversión que te dice a cuánto carbono equivale la biomasa de ese árbol”, explica Ana María Aldana, profesora de la Universidad del Rosario y coinvestigadora. Además, hicieron un reconteo de las especies que había en estas parcelas.

A pesar de estar a menos de dos kilómetros de distancia, los bosques de tierra firme terminaron por ser muy diferentes de los bosques inundables. Por ejemplo, se registró el doble de especies en el bosque de tierra firme en comparación con el bosque de igapó, y el modo más común de mortandad entre los árboles en tierras inundables fue morir de pie, mientras que en la tierra firme variaba entre tener troncos rotos, morir de pie o caer de raíz. “Asimismo, los bosques de galería en nuestro estudio incluyen individuos de las familias más abundantes de la Amazonia inundada, así como los bosques circundantes de las llanuras orientales de Venezuela”, escriben quienes investigaron.

Aunque estas diferencias parecen poco importantes, lo son en un país como Colombia, que cada vez más apuesta por el pago por los servicios ambientales y los bonos de carbono que dependen de estos ecosistemas, pero a la vez invierte millones de pesos en proyectos de agricultura y minería. En septiembre de 2021 se anunció la inversión de US$5,9 millones para proteger la biodiversidad de los Llanos Orientales colombianos, y la Orinoquia ya produce el 30 % de los alimentos del país, lo que la convierte en una gran despensa agrícola.

La Orinoquia es la región con mayor exploración y explotación de petróleo y combustibles fósiles del país y la región de la Orinoquia concentra el 6,1 % de la superficie deforestada en 2018, siendo la tercera región a escala nacional, según los datos de 2019 del Ideam. Por otro lado, en los bosques de las cuencas de los ríos Inírida, Ventuarí y Caura hay minas de oro, diamantes y coltán. La mayoría son ilegales y vierten mercurio al agua.

“Hay personas promoviendo el pago por servicios ambientales para limitar el aprovechamiento de estos bosques y generando acuerdos de conservación para que haya menor presión sobre estas áreas. Sin embargo, la Orinoquia tiene una carencia de áreas protegidas. Tenemos el PNN El Tuparro y el Área de Manejo Especial de La Macarena, pero entre ellos dos hay un vacío de conservación que en este momento asumen las reservas de la sociedad civil. Estas investigaciones, que describen cómo funcionan estos, son importantes porque reconocen que estos ecosistemas son altamente diversos y fijan una línea base para restaurar ecosistemas que pueden estar en riesgo por el desarrollo de la minería o la agroindustria”, explica Aldana.

“Tanto la biomasa total como el cambio de biomasa por hectárea fueron mayores en el bosque de igapó debido a la mayor densidad de individuos por hectárea y la alta densidad de especies de madera en el bosque de igapó. Por lo tanto, encontramos que la acumulación de carbono era dos veces mayor en el bosque de igapó en comparación con la de tierra firme. Nuestro estudio detalla las características ecológicas que distinguen a los bosques de galería de tierra firme y de llanura aluvial del tipo igapó en los llanos del Orinoco.Estos resultados pueden servir de base para el uso sostenible y la conservación de los bosques en esta región”, concluye la investigación.

* InfoAmazonia es una alianza entre InfoAmazonia y El Espectador y es posible gracias al apoyo de Amazon Conservation Team.

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