Más de la mitad de la superficie terrestre de Colombia está cubierta por bosques tropicales que cumplen un papel fundamental en la regulación ecosistémica a escala mundial. Tanto académicos como organizaciones nacionales han advertido de la importancia de implementar leyes de manejode conservación efectivas para evitar que la deforestación siga aumentando a ritmos desmesurados. Pero lo cierto es que armar el rompecabezas de la deforestación en el país no es una tarea fácil, pues además de las actividades de explotación históricamente identificadas, otras variantes como el conflicto armado, la apropiación ilegal de tierras y las dinámicas socioculturales de cada región se deben tener en cuenta.

Para algunos expertos, como Juan Camilo Villegas, profesor de la Escuela Ambiental de la Universidad de Antioquia y uno de los autores de un reciente estudio de deforestación, más allá del monitoreo anual de pérdida que hacen las autoridades ambientales del país, se debe reconocer que las políticas de conservación no están funcionando como deberían, y la razón, según explicó, es que no fueron diseñadas para las dinámicas sociales, culturales y económicas de cada región. “En Colombia se identifican unas causas de la deforestación que son estándar, y las políticas para atenderla también lo son. Pero en realidad los impulsores no actúan de la misma manera en las diferentes regiones del país”, agregó.

El estudio, publicado en la revista científica Ecological Indicators y dirigido por Andrés González, ingeniero ambiental de la Universidad de Antioquia, identificó que el acaparamiento de tierras, la expansión agrícola informal, los cultivos ilícitos, la expansión de la minería ilegal, la construcción de carretas y otros tipos de infraestructura son algunas de las variantes que causan deforestación, y aunque se encuentran en todas las regiones, su impacto es el que varía. “Abrir una vía tiene impactos más grandes en regiones como la Amazonia y el Pacífico que en regiones como el Caribe, porque en las primeras dos hay bosques más densos que contribuyen a servicios ecosistémicos importantes”, explicó González.

En ese orden de ideas, según advirtió Villegas, no tendría sentido enfocar los programas de control de deforestación asociados a, por ejemplo, la explotación minera en regiones donde esta actividad no es el principal impulsor de la deforestación. “Es necesario identificar y desarrollar acciones regionales y locales para enfrentar el problema. De nada sirve hacer un programa de deforestación asociado a minería en una región como el Caribe, donde no es un impulsor de deforestación y en cambio sí lo es en el Pacífico o la Amazonia”, agregó.

El estudio también proyectó futuros escenarios potenciales de lo que será la pérdida de bosque en el país. Para ello, los investigadores analizaron dos panoramas principales con resultados hacia 2030 y 2050, dos años fundamentales para compromisos internacionales de mitigación de cambio climático, como el Acuerdo de París. Los resultados mostraron cómo, en un primer escenario en el que se mantienen las mismas dinámicas y ritmo de explotación actual, se perderían 25.369 km2 de bosque para 2030 y otros 40.110 km2 en 2050. Cifras que comparadas con la deforestación que se ha calculado desde 2018 completarán más de 65.400 km2 de bosque perdido en solo 35 años. Según el estudio, en este panorama, áreas estratégicas como la cuenca del río Atrato, en la región del Pacífico, y el Darién, que representa un importante corredor de conectividad ecológica entre América del Norte y América del Sur, al igual que la conexión entre los Andes y el Amazonas en la región del piedemonte amazónico, se verían especialmente afectadas con graves consecuencias sobre la biodiversidad y los ecosistemas.

En un segundo panorama, se proyectó que con el refuerzo a las políticas de conservación en Colombia se perderían 6.392 km2 de cobertura forestal para 2030 y 20.980 km2 más en 2050. Los resultados señalaron que en total se habrían deforestado 26.982 km2 en 35 años. “Si se mantienen esos compromisos habría una reducción de la tasa de deforestación del 30 % para 2030 y a partir de ahí del 50 %”, agregó González.

Para Nicola Clerici, profesor de ecología de la Universidad del Rosario, y quien también participó en el estudio, el segundo panorama responde a la principal conclusión: se deben crear políticas y programas regionales para limitar la deforestación a nivel nacional. “En este escenario se demuestra cómo efectivamente la gobernanza de lugares como las áreas protegidas contribuye a limitar la deforestación. El Estado no está invirtiendo ahora lo suficiente para una protección efectiva. Es necesario un esfuerzo adicional en términos económicos y de personal para gobernar las áreas protegidas”, explicó.

Clerici agregó que la deforestación no debe ser solo un esfuerzo para evitar la pérdida de biodiversidad, pues en un país como Colombia se relaciona estrechamente con otras problemáticas como el asesinato a líderes ambientales a las que tampoco está respondiendo el Estado. “No solo es una cuestión de pérdida de servicios ecosistémicos, sino que hemos visto que la deforestación está asociada a violencia, especialmente a líderes ambientales. Por ende, es hora de involucrar más a las poblaciones locales, indígenas y afros en el manejo del territorio”, señaló.

Aunque la deforestación es impulsada por diferentes factores, algunos más fuertes que otros según la región, las consecuencias ambientales de la pérdida de bosque son las mismas para todo el país y pueden estar más cerca de nuestras vidas de lo que pensamos. “Perder bosques puede significar, por ejemplo, cambio en el ciclo hidrológico, es decir, en la disponibilidad de agua lluvia, algo que es grave en un país en el que su economía es fundamentalmente agrícola y la generación de energía que alimenta los demás sectores de la economía depende fundamentalmente del agua. La deforestación se ve aparentemente lejana en una región como la Amazonia, pero está realmente ligada con el bienestar nacional”, concluyó Villegas.

* Infoamazonia es una alianza entre Amazon Conservation Team y El Espectador.

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