Terminó el Sínodo por la Amazonia y nos preguntamos: ¿Qué tanto confían las indígenas en la promesa que hizo hace tres días la Iglesia católica para ser aliada de la Amazonia, evangelizar sin colonizar y luchar contra el extractivismo?
Por Helena Calle
“Y no se olviden, señores obispos, de que su rostro rozó una vagina, la de su madre, cuando vinieron a este mundo. No se les olvide nunca que ustedes vinieron de una mujer”. Esta fue la frase que pronunció Anitalia Claxi Pijachi, indígena amazónica de Leticia, frente a 184 obispos, un grupo de indígenas amazónicos y el papa Francisco en una de las asambleas que hicieron parte del Sínodo por la Amazonia, que se desarrollaron entre el 6 y el 27 de octubre en el Vaticano.
Según recuerda Anitalia, la Asamblea aplaudió como nunca. “Hasta sudé diciéndolo; yo saqué la fuerza del centro del corazón. Los hombres necesitaban que una mujer indígena y amazónica les recordara que no solo estaban hechos de espíritu y sacramento, también eran carne”. El momento es simbólico porque fue la primera vez en que se permitió la entrada de mujeres de una fe distinta a la católica a discutir asuntos de la Iglesia. No fue la única mujer que habló, pero es la más recordada, junto con Patricia Gualinga, indígena de la etnia kichwa de Sarayaku (Ecuador), y Yesica Patiachi, indígena amazónica de Perú.
La mayoría de las personas indígenas que salieron de sus comunidades en la Amazonia y volaron hasta el Vaticano fueron invitadas por el papa Francisco para “hablar libremente” sobre los problemas de la región y ponerlos en el “ojo público”. El documento final del Sínodo, que fue publicado el pasado sábado ante un auditorio lleno de periodistas, la mayoría de medios católicos europeos, hace énfasis en que el extractivismo y el colonialismo son los mayores males para esa región, e invita a una “transición energética radical”, entre otras propuestas para que la Iglesia católica se convierta en “aliada” de los pueblos amazónicos. O al menos esa es la intención que en un principio tiene la Iglesia católica al acercarse a los pueblos cuyas cosmovisiones censuró durante 400 años de presencia misionera en la región. (Lea:Lo que se juega El Vaticano con el Sínodo de la Amazonia)
Desde 2015, cuando publicó su encíclica Laudato Sí, el pontífice se valió de la Amazonia y sus pueblos indígenas como símbolo del cuidado de la “casa común”. Patricia Gualinga dice que no hay nadie que tenga más claro lo que amenaza a la Amazonia que el papa Francisco. “Es como si supiera todo lo que estamos pensando. Ve tan claras las trampas de las empresas que quieren entrar en nuestros territorios”, dice Gualinga, quien se considera católica, “pero primero, indígena”.
Según recuerdan, uno de los personajes claves del Sínodo, y que pasó algo desapercibido como un aliado de los indígenas, es el cardenal Claudio Hummes, brasileño y secretario general del Sínodo de la Amazonia. A pesar de que ellas ven “esperanza” en algunos obispos, cuentan que gran parte de los asistentes del clero son renuentes a la presencia de los indígenas, igual que muchos laicos que no estuvieron en el Sínodo, pero que consideran las costumbres indígenas como “paganismo”.
El episodio que mejor ilustra este rechazo sucedió la primera semana del Sínodo, cuando un hombre no identificado entró a la Iglesia de Transpontina, a una cuadra de la Plaza de San Pedro, en donde reposaban figuras amazónicas talladas en madera. Las robó, las arrojó al río Tíber y publicó el video en YouTube.
Unos días después, Pijachi, Gualinga y otros indígenas amazónicos en el Vaticano se pararon a la izquierda de la Plaza, en la entrada de los obispos, a cantar y darles la bienvenida al último día. Muchos se dejaron abrazar, pero una gran mayoría les pasó por el lado. “Los cambios para los católicos van a ser muchos y sustanciales si van a ser aliados de nuestros territorios, pero yo confío en el papa, la verdad”, opina Gualinga. Las amazónicas están tranquilas. Dicen que hicieron sentir su voz, a pesar de que no pudieron votar para aprobar el documento final del Sínodo, “porque así como la Iglesia no se puede meter en nuestras costumbres, nosotras no queremos tener incidencia en lo que ellos decidan para ellos”. Cabe recordar que los únicos que pueden votar son los obispos, así que ni siquiera las monjas (que representan el 60 % de todo el ‘músculo’ eclesial en estas regiones) pudieron votar.
Entre lo aprobado —cuyo documento final fue votado por 120 obispos de 184 habilitados— está declarar el ecocidio como un pecado y reconoce “oficialmente” que son las culturas indígenas de la Amazonia las que han protegido los bosques y el agua de la región durante miles de años, gracias precisamente a su relación con la naturaleza. Además, deja de considerarlos “paganos”, como habían sido durante siglos a ojos de los católicos.
Según dijeron ambas, creen en el poder del papa para guiar a su Iglesia hacia el cuidado de la “casa común”. Pero más allá de lo que diga el papa Francisco, durante el próximo año el reto para la Iglesia será poner en marcha nuevas misiones, universidades indígenas y fondos mundiales para la descarbonización, mientras sortea los destapes de corrupción dentro de la Santa Sede, y los escándalos sobre abuso sexual a menores y los graves desvíos financieros del Vaticano. Por ejemplo, en uno de los documentos filtrados a la prensa en el episodio conocido como “Vaticanleaks”, se dice que el dinero que recoge el Óbolo de San Pedro —institución que gestiona las donaciones para caridad— va casi en su totalidad “a tapar los números rojos de la curia”. De 44 millones de euros destinados a caridad en 2012, 28,9 terminaron en arcas privadas de obispos y cardenales.
(Lea:¿Por qué la Iglesia católica celebrará un sínodo sobre el Amazonas?)
Pijachi y Gualinga ven que hay más compromiso en las zonas en donde hay afectaciones ambientales, como el Vaupés o Putumayo, que en lugares como Amazonas. “A Leticia, por ejemplo, todavía le falta mucho compromiso; el monseñor de la ciudad de Leticia no hace ni bien ni mal, se siente como vacío ese vicariato”, dice Pijachi con un dejo de desdén. Cuando cada una vuelva a sus comunidades, la aplicación del documento final del Sínodo presenta varios retos. “Sin territorio no hay nada. Sin agua ni bosque no hay ni discusiones espirituales ni culturales ni nada, entonces para nosotros es lo primero. Una de las cosas más importantes que hay que hacer es educar a otros en nuestras costumbres”, dice Anitalia. En el documento final, que recoge las voces de los indígenas asistentes, se incluye un capítulo de educación ambiental, que contempla más misiones en la Amazonia, la creación de un centro de investigación que estudie tradiciones de los grupos étnicos amazónicos y de la Universidad Católica Amazónica para difundir el “buen vivir”.
“Les diría a los curas que ya están allá y los que van a llegar que no lean tanto antropólogo demente. Tengan de primera mano y que aprendan de nosotros. Eso es lo que dice el papa. Vayan y aprendan allá, vayan a hacer misiones a ese lugar. Él dice ‘vayan y aprendan’; no dice ‘vayan y adoctrinen’”. La líder pone un ejemplo: en 2017, cuando se estaba conformando la Red Eclesial Panamazónica (Repam) de Colombia, varios indígenas de Leticia colaboraron con esta plataforma para realizar estudios socioambientales y actualizaciones de sus planes de vida. Para esos trabajos llegaron algunos abogados, pero ninguno conocía la legislación indígena, “a pesar de que tenían toda la voluntad. Por eso nuestra propuesta de que a los que vienen a la Amazonia no solo les den teología; también los eduquen en derechos indígenas, derechos humanos, ecología, biología, todo”. Patricia Gualinga reconoció que, como es de esperarse, no todos los indígenas amazónicos estaban de acuerdo con lo que se dijo en el Sínodo. Para muchos indígenas católicos, las palabras de estas mujeres fueron demasiado fuertes. Al menos así lo pensaron al principio del evento. Y es que es apenas lógico que el Vaticano invite a los líderes de la región que están más cerca de sus diócesis y vicariatos, y para Anitalia, esto representó un impase: “Hay varios indígenas que son animadores de la Iglesia, y su pensamiento es católico. Al principio les dijimos: ‘Quítense su cruz, porque lo que la Iglesia les enseñó no vale aquí, primero va su identidad y su lengua’. Son 520 pueblos indígenas detrás nuestro, hay que hablar directo. Antes que católicos, somos indígenas”.
Gualinga agregó: “Los pueblos indígenas hemos sido perseguidos por la Iglesia, y nuestros mayores también han sido eliminados. Eso es algo que hay que señalarlo, pero alguien dijo: ‘No puede ser que hablen así de la Iglesia, no traigan eso a colación’. ¿Pero por qué no? Si hay que hablar libremente, directo, desde el corazón, es un pasado que estamos intentando superar”. Tal vez lo más valioso para ellas, según dijeron, fue que el esquema espiritual de la Iglesia se amplió. “Los católicos usan los mismos términos que nosotros. Cuando un padre a usted le dice que hay una conexión entre el cielo y la tierra, nosotros decimos: ‘Obviamente’. Pero la Iglesia lo desconectó. Hay obispos pensando que saben todo sobre el cielo, y que hay otro grupo que se dedica a la tierra, pero no se puede dividir las dos fuerzas. Fallan es cuando piensan que tienen toda la verdad y quieren imponerla”, concluye Gualinga.
(Lea: Las principales propuestas que dejó el sínodo de obispos para la Amazonía)
En el cierre del Sínodo, un día antes de la misa final en la que Francisco usó un cayado de madera con rostros indígenas tallados, el pontífice dijo: “Esta conciencia ecológica que va adelante y que hoy nos denuncia un camino de explotación compulsiva, de destrucción del cual la Amazonia es uno de los puntos más importantes de esto, es un símbolo, yo diría. Esta dimensión ecológica es en la que se nos juega el futuro, ¿no es cierto?”.
Si la Iglesia católica es aliada de los pueblos amazónicos solo lo dirá el tiempo. Al salir de la misa de clausura, en la Catedral de San Pedro, Jairo Muchiaboy, indígena kamentsa del Putumayo, señaló las estatuas que rodean la masiva plaza y dijo: “Estos ángeles no se mueven. Esto que adoran ellos, estas piedras, las baña el sol y el agua que yo adoro. Esas estatuas van a perecer, pero el sol no. Podemos convivir y a eso es hacia donde la Iglesia tiene que caminar y tiene que fluir, si va a estar de nuestro lado. Y debe respetarnos, es todo lo que pedimos”.