133 miembros del Panel Intergubernamental de Cambio Climático ultiman los detalles de un informe global sobre cambio en el uso de la tierra en Palmira, Colombia. Detrás de cámaras de los informes que guían la política climática.

 

Las actividades humanas causaron aproximadamente 1,0 °C de calentamiento global por encima de los niveles preindustriales, con un rango probable de 0,8 °C a 1,2 °C. Es probable que el calentamiento global alcance 1,5 °C entre 2030 y 2052 si las emisiones de gases de efecto invernadero continúan aumentando al ritmo actual”, es la lapidaria conclusión del informe que el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) lanzó en octubre del año pasado.

Mientras algunos esfuerzos mundiales, como el Acuerdo de París, aseguraban que el remedio era mantener la temperatura global a menos de 2 ºC, el IPCC determinó que la única manera para mitigar esta problemática es impedir que el calentamiento suba a más de 1,5 grados centígrados.

Las señales son cada vez más visibles. Las recientes heladas en Chicago, que dejaron 11 muertos y lograron que la tercera ciudad más importante de Estados Unidos estuviese más fría que Siberia, son buen ejemplo. O para no ir muy lejos, los glaciares en Colombia, que, según el Ideam, dejarán de existir en cuarenta años por cuenta del aumento de la temperatura. ¿Cómo afrontar el cambio climático? ¿Qué tanto se ha agravado el problema en el mundo?

El IPCC, que actúa como brazo científico de Naciones Unidas, trata de responder estas preguntas desde 1988, cuando fue creado como puente entre la ciencia y los tomadores de decisiones de todo el mundo.

En 2016 se aprobó en Nairobi (Kenia) la realización de dos grandes reportes sobre los más importantes motores del cambio climático para complementar aún más el informe publicado en octubre. Cambios en el uso del suelo y océanos y criosferas fueron los temas elegidos de una lista con más de cien opciones.

Por eso, 30 científicos que hacen parte del buró del IPCC invitaron a otros colegas a participar en cada informe. Cada científico revisa qué se ha dicho de nuevo desde la publicación del último informe y cada uno puede leer un promedio de mil artículos o más, aunque termina seleccionando 50 o 60 para el informe final, que tiene unas 6.000 referencias. A pesar de que la FAO hace informes sobre estos temas y las universidades del mundo producen información casi a diario, nunca antes se han hecho informes como este. Nunca antes se había analizado de manera integrada toda la producción científica del mundo sobre estas temáticas específicas.

Científicos y técnicos de todo el planeta se han reunido en el último año en Edimburgo (Escocia), Durban (Sudáfrica), Dublín (Irlanda) y Lanzhou (China), entre otros. La semana pasada, 133 expertos estuvieron en Palmira (Valle del Cauca), en las instalaciones del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), ultimando los detalles de uno de los cuatro informes que conoceremos este año: cambios globales en el uso de la tierra.

Esta información es especialmente importante para América Latina. Aunque la región aporta solo el 5 % de los gases de efecto invernadero (GEI) mundiales, el 34 % de esas emisiones provienen del cambio en el uso del suelo y el 24 % de la agricultura.

Además, en América rigen dos de los gobiernos que más preocupan a los científicos climáticos. Después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se retirara del Acuerdo de París en 2017 y de que su delegación se dedicara a negar la existencia del cambio climático en la última Conferencia del Clima de Naciones Unidas, celebrada en Polonia en diciembre del año pasado, las preocupaciones aumentaron con la elección de Jair Bolsonaro, el presidente ultraderechista de Brasil. El vecino país tiene dos terceras partes de la selva amazónica, el más grande bosque tropical en pie y uno de los ecosistemas claves en la lucha global contra el cambio climático.

Aunque los científicos del IPCC no señalan países específicos, ni hacen investigación propia, se ocupan de algo igual de valioso: calcular a escala global los adelantos en ciencia climática y hacer una sumatoria global de sus resultados.

“Es difícil hacer eso. En países como Argentina no hay muchos pronósticos climáticos, que es cómo se comportará el clima en dos semanas o un año. Pero otra cosa es una proyección del cambio climático, que depende del lugar en donde vivís. Puede tener cierta certeza de realizarse o no porque la atmósfera es impredecible y en buena parte caótica. Por eso hablamos de certeza alta o media en todos los informes. En Colombia o en el nordeste de Brasil es más fácil hacer proyecciones porque están fuertemente influenciados por los océanos tropicales, pero cuando te movés al interior, por ejemplo al Amazonas, es menos influenciable por los océanos, que son la memoria del clima. Lo mismo pasa en Australia. Tratamos de entregar la información lo más exacta posible, pero los datos en algunos lugares son escasos”, explica Carolina Vera, profesora de ciencia climática de la Universidad de Buenos Aires y miembro del buró IPCC.

Según comenta, fenómenos como El Niño o La Niña hacen que el clima sea más fácil de predecir. “Pero no todos los años tenemos estos fenómenos. Los gases de efecto invernadero están aumentado y eso tiene un impacto en la temperatura media global que ya conocemos. Pero el clima también está modulado por el cambio de uso de suelos producto de actividades humanas, que es el objeto del reporte que nos convoca en Colombia”.

Los detalles definitivos del informe aún están en revisión. El borrador ha recibido cerca de 14.800 comentarios de gobiernos, el sector privado y la sociedad civil, y sin certeza científica (o lo más cercano que haya a eso) ni consenso general, los resultados no pueden ser compartidos.

Sin embargo, desde el pasado informe es claro que el cambio de uso de suelos es uno de los motores (drivers) del cambio climático, y sus tendencias son visibles a escala global. “La población mundial va a crecer enormemente y tendremos que producir más alimentos, lo que tendrá un impacto en la cantidad de gases de efecto invernadero. A su vez, el cambio climático tiene efectos en la producción de alimentos. Estamos intentando calcular cuántos GEI emite la producción agrícola mundial, incluyendo la ganadería, y cómo ese aumento de emisiones afecta la producción de alimento”, explica Mario Herrero, un costarricense experto en ciencias agrícolas que trabaja para la Agencia Australiana de Investigación (Csiro).

Su trabajo consiste en determinar qué tantas emisiones está generando la economía ganadera. “Hace seis años nadie consideraba ni remotamente el cambio de dieta como una solución entre muchas posibles al cambio climático. Comer menos carne va a reducir la emisión de gases de efecto invernadero y el cambio de uso de suelos. Y claro, la carne ayudó a la evolución del cerebro humano, pero ya tenemos el cerebro, ya podemos parar un poco. Te puedo hablar de esto porque fui el que hizo el capítulo de ganadería en el informe de 1,5°”, dice Herrero. Según explica, entre la gente se vuelve más rica, come más carne. “Asia y América Latina aumentan sus PIB, y es allí donde se está consumiendo más carne cada vez y hay más cambios en el uso del suelo”, explica.

Según Herrero, la demanda de pollo y cerdo está subiendo enormemente porque se producen de manera muy eficiente y los precios se han reducido. No es así con la carne de vaca. Los rumiantes, o sea las vacas, producen metano, un GEI que representa el 40 % de las emisiones de la ganadería. El otro 40 % es el cambio de uso de la tierra, donde se produce dióxido de carbono al talar o cortar. El resto es el óxido nitroso que producen cerdos y pollos.

“Eso no significa que hay que cortar el consumo de carne por completo. Con porciones más pequeñas basta, que ya no sea lo principal en el plato. Hay montones de investigaciones tratando de reducir 40 o 50 % de las emisiones de metano de las vacas solo a través del alimento que comen, o estrategias para hacer que menos vacas produzcan más alimentos en menos espacio. La tierra que se liberaría podríamos usarla de alguna manera para aumentar la capacidad de adaptación al cambio climático. Reforestando, por ejemplo”, dice el costarricense.

Sobre cuánto han aumentado las emisiones de gases de efecto invernadero por parte de la ganadería y del sector agrícola en los últimos cinco años aún hay mucha incertidumbre, pero Herrero cree que la diferencia es poca. No porque no haya más cabezas de ganado o porque la deforestación no se nos haya salido de las manos, sino porque los datos más actualizados en algunos países, sobre todo en América Latina, son del año 2000 o 2010. Al contrario, la tendencia en los últimos 20 años ha sido hacia el consumo de carne animal, según el mismo IPCC.

“Los países de la OCDE ya tuvieron sus incrementos de consumo de carne, y su deforestación, y su cambio de uso del suelo. En Asia se consume más pollo y cerdo, pero en América Latina sí se consume carne de res e incluso la soya con la que alimentan las vacas de otros países, como Estados Unidos, viene de América Latina, de Brasil. Eso equivale a menos vegetación y menos recursos naturales. Y el consumo de carne por persona se ha mantenido igual desde los noventa, pero ahora somos muchas más personas” explica Louis Verchot, un ingeniero forestal del CIAT experto en bosques tropicales y turberas.

Al preguntarles a los tres científicos si estas soluciones que propusieron no estaban poniendo la responsabilidad sobre los hombros del consumidor y no sobre las grandes empresas y países que contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero (como Estados Unidos o Exxon Mobile, por nombrar algunos), dijeron que el IPCC no señala países en específico porque deben mantener la neutralidad.

Según dijeron Herrero y Vera, los gobiernos, que son a fin de cuentas quienes tienen la gran responsabilidad de mitigar los gases de efecto invernadero y adaptarse al cambio climático, están atentos a la información científica que produce el IPCC, pero aún hay mucho por hacer. “Cada reporte ya ha tenido cierta influencia en el mundo. Después de uno de nuestros informes se firmó el Protocolo de Kioto, en 1992. Luego, en 2015, se firmó el Acuerdo de París, que tiene como base científica este informe. Su meta se basa en la información que produjimos aquí”, dice Vera.

Si bien los gobiernos nacionales no están haciendo lo suficiente, como manifestaron los científicos en el informe de 1,5° y en nuestra conversación, sí dijeron que los gobiernos federales y los municipios o pueblos están mandando la parada en la lucha contra el cambio climático. “California y Nueva York han adoptado medidas muy agresivas contra el cambio climático”, dice Vera. Basta recordar que han sido estos dos estados quienes demandaron a las cinco empresas que más generan GEI y que vetaron el plástico de sus supermercados. O el ejemplo colombiano: Iza, un municipio de Boyacá, prohibió el uso de icopor para servir sus tradicionales postres en enero de este año.

“Toda transición genera una inercia grande. Tengan por seguro que en esta lucha habrá perdedores. Pueden ser los sectores industriales o el resto del planeta Tierra”, dice Joanna Portugal, investigadora del IPCC que trabaja en el Imperial College de Londres.

“Porque tengo hijos tengo esperanza”, concluye Herrero. Ayer, los científicos volvieron a sus países de residencia. El informe global sobre cambio en el uso del suelo en el que trabajan será publicado en agosto de 2019.

Foto: De los 133 científicos convocados por el IPCC, 39 son mujeres / IPCC

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