Representantes de 400 pueblos indígenas se reunieron en Bogotá para apoyar el Corredor Triple A, una iniciativa internacional que busca mantener la conexión natural entre el océano Atlántico, la Amazonía y los Andes.

 

Las historias de origen de los pueblos indígenas de los nueve países amazónicos muestran que los territorios son seres vivos, organismos completos y complejos, parecidos a un cuerpo humano, en donde las partes funcionan como un todo.

Esta conectividad entre las partes, entre la selva, es lo que llaman “macroterritorio” y es una idea milenaria. Pero durante los últimos 30 años, los gobiernos de los nueves países amazónicos han ido declarando áreas protegidas, resguardos y territorios indígenas hasta llegar a proteger casi el 50% de la cuenca amazónica bajo alguna de estas figuras.

A raíz de esa conexión, que ya existe, desde Colombia nació la iniciativa de crear una especie de corredor que una todas esas áreas para mantener la conectividad entre los Andes, el Atlántico y la Amazonía. Se llama Corredor Triple A (o AAA).

El corredor ya está establecido tanto espiritualmente en la cosmogonía de los pueblos indígenas, como en términos de ares protegidas y resguardos indígenas. Y aunque se han adelantado conversaciones entre gobiernos y ministerios de los nueve países amazónicos, faltaba el aval de los casi 400 pueblos indígenas que viven en la selva amazónica, y que son dueños de prácticamente el 50% de las áreas protegidas de la cuenca.

La semana pasada, los líderes indígenas de las nueve organizaciones que agrupan a estos pueblos anunciaron su apoyo al Corredor Ecológico, que uniría los parques naturales, los territorios indígenas, y los puntos críticos de biodiversidad entre los Andes, el Atlántico y el Amazonas.

“El corredor es un territorio entendido desde lo biológico, lo cultural, lo espiritual-sagrado, donde perviven e interactúan diversas culturas tradicionales y ancestrales, comunidades locales, grupos tribales y otros grupos poblaciones”.

El corredor AAA (Andes, Atlántico, Amazonas) cruzaría ocho países suramericanos e involucraría a 385 comunidades indígenas y 30 millones de personas, y protegería 2.6 millones de kilómetros cuadrados de selva que aún hoy sigue en pie, a pesar de las amenazas.

El agua de casi todo el continente depende de los 200 billones de toneladas que viajan desde el océano Atlántico y son absorbidas por la flora de la Amazonia. 600 millones de crean el vapor que el viento empuja hacia los Andes para que se vuelva agua de nuevo e irrigue la tierra, hasta volver al mar.

Para los indígenas de los 9 países amazónicos, esta conectividad es importante porque “ahí se generan las dinpamicas de curación que empiezan desde la bocana del río Amazonas por donde recorrieron las anacondas ancestrales”, porque “hay que salvar esa forma de vida milenaria pero también una necesidad urgente del planeta, de la sociedad mundial y la científica”, porque “fluye la regulación del ecosistema armonizando la estación del tiempo. Por donde nos guiamos para la siembra o las recolecciones de frutas de la selva”, entre otras.

Según Martín Von Hildebrand, fundador de Fundación Gaia Amazonas, el 50% del hipotético corredor ya está protegido bajo alguna figura.

“Creemos que nuestra presencia es vital para la regulación del clima y más que guardianes, somos responsables de la salud de la cuenca, tanto espiritual como ambiental. Los budas, los krishnas, todos creemos que el ser humano y la naturaleza son solo uno. Los únicos que la han separado son ustedes los blancos”, dijo Harol Rincón Ipuchima, representante de la OPIAC, de Colombia. (Lea también: La última locura para salvar la Amazonía)

Angela Kaxuyaba, indígena de Brasil, dijo que “hay que ser parte de un nuevo diálogo. No solo alianzas entre indígenas, sino con el resto de la sociedad civil. No estamos aislados del mundo, esto es vital para la vida de todos los humanos, no solo la nuestra”.

Aunque se haya empezado a hablar de esto hasta hace poco, el Corredor Triple A es una idea que lleva amasándose por lo menos 30 años y que apenas ahora, después del compromiso de los países latinoamericanos (a excepción de Ecuador y Chile) en la Cumbre de París para reducir la deforestación de la Amazonia a cero, tiene un compromiso político internacional importante. Pero aún hay problemas para consolidar una iniciativa de este tamaño.

Por un lado, la voluntad política ha crecido, pero lentamente durante los últimos 30 años. En 2015, el ex presidente Juan Manuel Santos prometió enviar una carta al presidente de Brasil. Michel Temer, para iniciar conversaciones sobre el asunto. En 2017, repitió la promesa, pero hasta el momento no ha habido ningún pronunciamiento público al respecto.  Sin embargo, en octubre del año pasado, ministros de ambiente de cuatro de los nueves países se reunieron en Bogotá para discutir cómo sería la consolidación del corredor.

Como contó El Espectador, en la reunión los representantes de Brasil plantearon la posibilidad de otro corredor al sur del río Amazonas, no priorizando el ciclo del agua y la conectividad Atlántico-Amazonía-Andes (como sí lo hace el Corredor AAA) sino el desplazamiento de los animales que, para sobrevivir al cambio climático, deben migrar adaptarse a nuevas condiciones. Por eso propusieron un corredor ecológico hacia el sur del río Amazonas, pasando por Paraguay, Uruguay y Argentina.

De acuerdo con el diario N+1, la migración inusual causada por el cambio climático fue advertida por un grupo de científicos de la Universidad de Washington en 2016:  «En Sudamérica el patrón más llamativo es el desplazamiento de las especies hacia al oeste de la Amazonía», añadió Joshua Lawler, uno de los investigadores, a N+1. Es decir que el corredor propuesto por Brasil correspondería en parte a ese patrón de migración.

Por otro lado, no todos los países tienen los mismos compromisos internacionales con la Amazonía y los indígenas de la región. Surinam es el único país amazónico que no ha adoptado el Convenio 169, que es el instrumento internacional más importante para los derechos indígenas (y el derecho a mantener su cultura, sus tradicionales, su integridad política, etc).

“Hay empresas transnacionales que no hacen parte de los estados pero que se aprovechan de que los países les abren las puertas al Amazonas. También hay ciudades amazónicas como Puerto Maldonado (Perú) que piensan como ciudades centrales y su expansión es negativa para la selva”, dijo Adolfo Chaves, de Bolivia.

“Hay que involucrar a las ciudades. En Guyana hay una política pública de cambio climático, pero no sabemos si está funcionando aún. Lo que sí sabemos es que hay que reducir la polución porque todo eso va hacia los ríos de los que dependemos”, dijo Michael McGarrell, de Guyana.

La propuesta final se llevará a los gobiernos y a la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica, de Naciones Unidas, que se llevará a cabo en noviembre, ahora con el aval de los indígenas. Los firmantes son las agrupaciones más grandes de indígenas de la cuenca amazónica, que juntas suman unos 400 grupos indígenas (si se cuenta, someramente, a los que están en aislamiento voluntario)

COICA (Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica)

AIDESEP (Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana-Perú)

APA (Amerindian Peoples Association of Guayana-Guyana)

CIDOB (Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia-Bolivia)

COIAB (Coordenacao das Organizacoes Indígenas de Amazonia Brasileira-Brasil)

CONFENIEA (Confederación de las Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana-Ecuador)

FOAg (Federation Organisations Autochtones Guyabe-Guyana Francesa)

OIS (Organisatie Van Inheemsen in Suriname-Surinam)

OPIAC (Organizacion Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana-Colombia)

ORPIA (Organización Regional de los Pueblos Indífenas de Amazonas-Venezuela)

No hay comentarios aún. Deje un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.