A solo dos días de haberse inaugurado, la cumbre de biodiversidad que se realiza en Cali, Colombia, empieza a posicionarse como una de “alcances históricos” y primeras veces. Sin embargo, los países participantes se enfrentan a varios retos y discusiones para que el resultado se considere exitoso. Entre esos, una apretada agenda de negociación con varios puntos por resolver.

Aterrizar en Cali, donde tiene lugar la cumbre de biodiversidad más importante del mundo, es un reflejo de las complejas discusiones que se desarrollarán aquí durante las próximas dos semanas. Esta ciudad, una de las principales de Colombia, y sus alrededores, hacen parte de una de las áreas más biodiversas del planeta, el Chocó biogeográfico; pero también de un territorio donde buena parte del paisaje está dominado por el monocultivo de caña de azúcar. “Bienvenidos a la capital agrícola de Colombia”, se lee en varios carteles al llegar al aeropuerto.

¿Cómo podemos evitar que nuestras necesidades acaben con ecosistemas clave? ¿Cómo podemos revertir los impactos que durante décadas hemos causado a la naturaleza? ¿Cómo protegemos la biodiversidad que nos queda (y que necesitamos), mientras nos beneficiamos justamente de ella? Esas son, justamente, algunas de las preguntas que intentarán resolverse desde hoy hasta el 1° de noviembre en el Centro de Eventos Valle del Pacífico, donde tiene lugar la Conferencia de Naciones Unidas sobre Biodiversidad o COP16, un encuentro que acaba de iniciar, pero que empieza a posicionarse como de “alcances históricos” y “primeras veces”.

No solo es, por ejemplo, la primera vez que los países se reúnen luego de adoptar un marco histórico, conocido como el Marco Global Kunming-Montreal, con el que se pretende trazar una hoja de ruta para detener la pérdida de naturaleza en el planeta, sino que también “es la mayor Conferencia de las Partes (COP, por sus siglas en inglés) de biodiversidad que se ha celebrado hasta la fecha”, aseguró la Secretaria General del Convenio de Diversidad Biológica (CDB), Astrid Schomaker.

Su anterior versión, la COP15 (realizada en 2022, en Montreal, Canadá), contó con la participación de casi 9.000 personas. Este año, hay un pre-registro ante la Secretaría de más de 23.000 personas. Pero no acaba allí. Por primera vez se tiene una participación masiva de periodistas (cerca de 1.200 acreditados) y en la negociación participarán 141 países que han confirmado su representación a través de funcionarios del más alto gobierno: al menos 10 jefes de Estado y más de 100 ministros. Un capital político, señala Schomaker, “sin precedentes”.

Se pueden sumar otras viñetas a la lista. Es la conferencia de este tipo con mayor número de eventos sociales, académicos y culturales para la ciudadanía, y con la “zona verde” (el espacio donde tienen lugar esos eventos) más grande de la historia. Solo en su inauguración participaron más de 20.000 personas. Además, es la primera vez que se revisa qué tanto han avanzado los países en sus metas nacionales para proteger la naturaleza. Y la primera vez que Colombia, uno de los 17 países que resguardan el 70% de la biodiversidad del planeta, preside y hospeda un encuentro como este.

“Hay muchas cosas en juego”, dijo la secretaria general de la CDB durante la primera rueda de prensa de las negociaciones. “Merece la atención que está recibiendo”.

Sin embargo, todos estos hechos no son suficientes para que la COP16 se considere “exitosa”. Más allá de la participación, se requieren acuerdos y avances importantes. Como aseguró la ministra de Ambiente de Colombia, Susana Muhamad, que se posesionó este lunes como la presidenta de las negociaciones, “se necesitan cuatro hitos clave para que la cumbre deje un aporte significativo”: lograr la participación efectiva de las comunidades, definir un mecanismo que permita revisar el avance de los acuerdos, mejorar el financiamiento y conseguir que haya una distribución justa de los beneficios. Allí el camino empieza a enredarse.

Uno de los principales objetivos de esta conferencia es revisar qué tanto han avanzado los países para aterrizar, en sus planes nacionales, las 23 metas y cuatro objetivos del Marco Global Kunming-Montreal. Por eso, debían entregar ante la CDB sus Estrategias y Planes de Acción Nacionales sobre Biodiversidad (más conocidos como NBSAP, por sus siglas en inglés, o EPANB, en español), actualizados antes del inicio de la COP en Cali. Pero, al cierre del primer día de negociación, solo 35 países los habían presentado.

En Latinoamérica (sin contar las islas del Caribe) el panorama es más preocupante. Solo tres países de la región (Surinam, México y Colombia) entregaron planes completos. Colombia fue la última, este mismo lunes, con un documento de 350 páginas que contenía sus nuevas metas y que se presentó minutos antes de que la Ministra Muhamad asumiera como presidenta frente al plenario.

“Hacer este tipo de planes es complejo. Y estaba claro que tomaría tiempo”, reconoció Schomaker. “Muchos de los países están trabajando fuerte y otros están en etapas finales para entregarlos”. Por eso, agregó, se dejó abierta la puerta para que, quienes no pudieran presentar los planes completos, enviaran metas nacionales que vayan en línea con los objetivos y metas del Marco. Y ahí las cifras son más alentadoras.

Para la noche del lunes se habían recibido aportes de 109 países y, esta madrugada, se recibió uno más (110 en total). Chile fue, también, uno de los últimos. Antes de la media noche del lunes remitió ante la CDB 35 metas nacionales, mejorando la participación Latinoamericana. Países como Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia o Nicaragua aún no han enviado ni un objetivo. Y ese era solo el primer paso.

En los días que restan en Cali vendrán otros puntos importantes a definir. Un análisis hecho por el medio especializado CarbonBrief a los textos que se discuten en la negociación, muestra que hay, por lo menos, 1.489 aspectos con desacuerdos, frases o palabras en discusión [que suelen ir señalados entre corchetes]. Entre más corchetes haya sobre un mismo punto, más difícil es conciliar el resultado. “Estamos haciendo progresos, pero no al ritmo necesario”, insistió Schomaker, quien en su discurso de apertura pidió “dejar de lado los corchetes, escucharse y estar dispuestos a lograr soluciones”.

Muhamad espera que, antes de cerrar la cumbre que preside, se pueda establecer un “sistema de seguimiento” que permita conocer, supervisar y revisar si las metas y compromisos que los países están presentando realmente se cumplen. Y que ese mecanismo se utilice para “rendir cuentas de manera transparente a la ciudadanía”, otra de las protagonistas en sus discursos.

“La COP16 de la gente”

La ministra colombiana ha sido enfática en la necesidad de que los pueblos indígenas y las comunidades locales tengan, por primera vez, una participación activa en las negociaciones de biodiversidad (a través de la creación de un “órgano subsidiario” en el que tengan voz y voto en la toma de decisiones). Además de la movilización de la sociedad civil, este es otro punto clave para que la COP que preside se convierta en “la COP de la gente”, como la ha llamado.

También espera que se acuerde la creación de un fondo para repartir de manera justa y equitativa los beneficios de naturaleza; especialmente, los de los recursos genéticos que se encuentran en bases de datos digitales. “Ese sería otro de los hitos de esta cumbre, porque abre un nuevo camino de discusión: que el sector privado o las industrias que utilizan la información genética retribuyan, con financiamiento, a los países y las comunidades que resguardan la biodiversidad”, señaló.

La financiación es, precisamente, otra de las discusiones que ha tomado fuerza en las negociaciones climáticas y de biodiversidad de los últimos años. En palabras sencillas, impulsar acciones y estrategias para cumplir los compromisos implica, necesariamente, meter la mano en la cartera. Y, como explicó Patricia Zurita, Jefe de Estrategia de Conservación Internacional, “la naturaleza está desfinanciada en casi $700.000 millones por año”. Por eso, insistió, “los negociadores no pueden irse de Cali sin decidir de dónde vendrá parte de esa financiación, cuándo será entregada y quiénes deberán recibirla”. Otro de los temas álgidos del debate.

En la primera plenaria, donde se definió la agenda que guiará las siguientes semanas de negociación, los voceros de las delegaciones latinoamericanas insistieron en este aspecto. La delegación de Jamaica, a nombre del Grupo de América Latina y el Caribe (Grulac), resaltó la necesidad de contar con fondos oportunos y necesarios “como prerrequisito” para poder aplicar el Marco. “La movilización de recursos no es suficiente”, manifestaron.

Brasil, por su parte, en nombre de los países megadiversos, insistió en que estos territorios están en “la primera línea de intervención para reencauzar la recuperación de la naturaleza”, pero que no pueden hacerlo solos. “Es fundamental la cooperación internacional y que los países desarrollados cumplan con sus obligaciones de financiamiento, sin que su aporte se convierta en un lastre para nosotros”, aseguró el delegado André Aranha Corrêa.

A lo que se refiere es a que, hasta ahora, buena parte de los fondos que ha recibido Latinoamérica para hacer frente a la crisis de biodiversidad (el 61%), han sido a través de préstamos que deben devolverse con intereses, lo incrementa nuestras deudas. De ahí que los países en desarrollo también estén impulsando una “reforma de la estructura financiera internacional”.

Como dijo el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, durante su discurso de apertura, ahora, “la tarea en esta cumbre es pasar de las palabras a los hechos”.


*Este artículo es parte de COMUNIDAD PLANETA, un proyecto periodístico liderado por Periodistas por el Planeta (PxP) en América Latina, del que El Espectador forma parte.

Sobre el autor
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Daniela Quintero Díaz

Periodista y socióloga. Cubre la sección de Investigación de El Espectador y temas de medio ambiente, principalmente relacionados con conflictos socioambientales alrededor del agua y los océanos.

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