El bosque es sin duda el ecosistema más importante de la Amazonia, pues el 81 % de su territorio está cubierto por árboles que proveen un sinnúmero de servicios ambientales para la región, el país y el continente suramericano. Por eso, entender la deforestación, su principal amenaza, es un ejercicio complejo que depende de múltiples factores sociales, económicos, y hasta culturales del país. Solo en Guaviare, por ejemplo, uno de los departamentos que conforman la selva tropical, se concetró 21,17% de deforestación del país en los primeros meses del 2020 segun el Ideam. Una Cifra que aumenta anualmente en el mismo escenario donde se encuentran la Serranía del Chiribiquete, declarada patrimonio biológico y cultural de la humanidad, o La Lindosa, una de las riquezas arqueológicas más importantes en el mundo.
Y es justamente en medio de esos escenarios de contraste de la región amazónica, con ecosistemas protegidos y al mismo tiempo zonas que ya han perdido hectáreas significativas de su bosque, que las áreas protegidas juegan un papel fundamental. Una estrategia que, aunque ha sido efectiva, también se convierte en un arma de doble filo por ser sectorizada. En palabras del mismo Instituto Humboldt, las áreas protegidas “no deben ser concebidas como islas o elementos aislados” y menos en un escenario de cambio climático, pues las zonas que aún no están reglamentadas son una puerta hacia la deforestación.
Por esto, desde hace cinco años diferentes organizaciones, como la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico (CDA), el proyecto GEF Corazón de la Amazonia y el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi) trabajan en la construcción de lo que será la primera área protegida regional del Guaviare. Un espacio de 58.961 hectáreas que busca generar la conectividad entre unas de las tres áreas protegidas más importantes de la Amazonia y el país: la Sierra de Chiribiquete, la Serranía de La Macarena y la Serranía de La Lindosa.
El área está ubicada entre el noroccidente del departamento de Guaviare y el sur del Meta. Desde 2016 la CDA ha recorrido las más de 58.000 hectáreas en busca de diferentes elementos biológicos que caracterizan el ecosistema como un espacio único que debe ser preservado. Entre los principales hallazgos se encuentra la gran red hidrográfica generada por el río Guayabero, donde nacen corrientes de agua que llegan a todas partes de la Amazonia y son el ecosistema de cerca de 250 especies de peces, además de tener bosques inundables que generan suelos fértiles, uno de los principales objetivos para impulsar la conformación de la protección especial además de su papel de conectividad.
Para Angélica Rojas Moncada, coordinadora regional del Guaviare y Meta de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), la conformación de esta área protegida regional es tan importante que influye en la conectividad no solo dentro de otras áreas protegidas de Colombia, sino también de otros ecosistemas suramericanos. “Es un tema que no solo compete a Colombia. La gente dirá que es un área relativamente pequeña, pero resulta que en la estructura de corredores de conectividad de Suramérica ese es el último huequito que permite hacer esta unidad entre los Andes, la Amazonia y la Orinoquia. Generar estrategias para que eso se dinamice, para que esa zona no se pierda, es muy importante para el continente”, explicó.
¿En qué va el proceso? Luego de cinco años de estudio, en la zona se realizó un primer documento que sustentaba la importancia biológica del área y que fue presentado el año pasado al Instituto Sinchi. Este informe se encuentra ahora en un proceso de ampliación y se espera terminarlo en los próximos meses. El trabajo se vio afectado por la pandemia del coronavirus, que detuvo por completo la investigación en campo. “No podemos desconocer la realidad nacional, donde la pandemia COVID-19 y hoy el paro, lastimosamente generaron tensión en el territorio y modificaron el cronograma definido. Nuestra meta es consolidar el documento síntesis y luego hacer la declaratoria mediante un acto administrativo”, agregó Elizabeth Barbudo, directora de la CDA.
Por ahora, las diferentes organizaciones que trabajan en el área protegida celebran el proceso alcanzado, luego de varios años de trabajo, y esperan que pronto pueda ser caracterizado oficialmente este puente para la Amazonía. “El proceso de declaratoria de estas áreas protegidas regionales nos permite fortalecer la conectividad entre la región andina y la amazónica, y garantizar los corredores necesarios para el equilibrio de la biodiversidad. Esto, junto con el apoyo a las comunidades que habitan allí para que generen actividades basadas en un desarrollo sostenible, es lo que desde Corazón de la Amazonia venimos impulsado, con el fin de cumplir la meta que tenemos a 2024 de seguir salvaguardando cerca de 15 millones de hectáreas en la Amazonía, entre territorios indígenas, sitios Ramsar (grandes núcleos de diversidad biológica), áreas protegidas nacionales y regionales, y zonas ambientalmente estratégicas” manifestó Luz Adriana Rodríguez coordinadora general del Proyecto Corazón de la Amazonía.
Uno de los puntos más importantes en la conformación de esta área protegida es su relación con las comunidades de las 14 veredas que históricamente han habitado el territorio. Una voz crucial no solo en la toma de decisiones, sino en la creación de proyectos de conservación. Por eso la categorización, denominada Distrito de Conservación de Suelos, permite a las comunidades seguir allí y aplicar técnicas sostenibles de producción. “La categoría que se piensa va a permitir un área protegida con gente porque no será un parque nacional. Es una categoría mucho más propia para este tipo de sectores en los que se busca la recuperación, restauración conectividad del agua del suelo”, agregó Fernanda Calderón de la CDA y el Corazón de la Amazonia.
La primera área protegida regional de Guaviare es solo un ejemplo del fortalecimiento en la conectividad de la selva amazónica, un gran ecosistema que debe ser conservado por completo para equilibrar su biodiversidad. “El ‘por qué’ de está área protegida es la conservación de un corredor de conectividad ecológico único de la Amazonia, Andes y la Orinoquia. Y el ‘para quién’ es la población que ya ha perdido la capacidad de sostenerse en el territorio por la falta de protección de los suelos y los recursos hidrobiológicos de un lugar único”, concluyó Angélica Rojas.