El centro de salud del corregimiento de La Chorrera, en el Amazonas, no cuenta con los equipos necesarios para atender a los enfermos de Covid-19 que aumentan cada día. Mientras tanto, en los seis departamentos de la Amazonia colombiana se han reportado 2.564 casos y 107 muertes al 6 de julio.
En el corregimiento de La Chorrera, en el Amazonas, sobreviven comunidades indígenas que a comienzos del siglo XX fueron esclavizadas y casi exterminadas por la explotación del caucho en el territorio. Entre 1912 y 1929 murieron cerca de 80.000 indígenas debido a las caucheras de la zona. Ahora enfrentan una nueva amenaza que saben que puede ser letal si no reciben apoyo inmediato.
Aunque llegar a La Chorrera no es fácil -pues hay que navegar más de 20 días desde Leticia o lograr un cupo en el avión de carga que abastece el lugar cada dos semanas- el Covid-19 ya alcanzó este territorio, hogar de cuatro pueblos indígenas: los Muinane, los Uitoto, los Bora y los Ocaina. Actualmente el virus amenaza la supervivencia de los 3.800 habitantes que han establecido sus asentamientos a lo largo del río Igara-Paraná. (Le puede interesar: ¿Qué ha pasado con el COVID-19 en Amazonas?)
Si bien el país está atravesando por las semanas más difíciles en la batalla contra el nuevo coronvirus, la situación en La Chorrera es crítica. Las comunidades dependen de la disponibilidad de gasolina y del transporte por río durante largas horas para acceder a los precarios servicios de salud que solo se encuentra en el casco urbano. Desde abril pasado, cuando se registraron los primeros casos por Covid-19 en el departamento del Amazonas, estos cuatro pueblos, agrupados en la Asociación de Cabildos y Autoridades Tradicionales de La Chorrera (Azicatch), han enviado múltiples alertas al Gobierno, autoridades de salud y ONG advirtiendo las precarias condiciones de salud en su territorio y el enorme riesgo que corren.
Por medio de videos y comunicados públicos han insistido en que en su territorio sólo hay un centro de salud, que el servicio de energía sólo funciona tres horas al día y que sólo hay una habitación de atención hospitalaria. Además de la atención urgente de la crisis, La Chorrera requiere apoyo inmediato para el abastecimiento de víveres e implementos de bioseguridad. Estas condiciones hacen casi imposible asegurar la recuperación de los enfermos y tomar las medidas necesarias para evitar nuevos contagios.
Según voceros de ONG que trabajan en el territorio, en los últimos días la única médico del centro de salud, Érika Buriticá, tuvo que parar y aislarse en su casa porque presenta síntomas como dolor en los músculos, fiebre, malestar gastrointestinal, dificultad para respirar. Estas mismas señales de alerta las han presentado las nueve personas que han estado internadas en el centro de salud recientemente y muchas más que no han podido acceder a este servicio. Esta semana llegó un equipo de apoyo, aunque estará solo de manera provisional. (Ver más: Indígenas, una población vulnerable que también lucha contra el coronavirus)
Para Buriticá, alertan voceros de las ONG que trabajan en la zona, lo más urgente es asegurar la energía eléctrica las 24 horas al día para el centro de salud, “de lo contrario no podemos garantizar ni siquiera el oxígeno para los pacientes”. Aunque el centro tiene algunos paneles de energía solar, les faltan las baterías, y la planta de energía tampoco funciona bien. Según indican, otro desafío es poder sacar las muestras a tiempo, pues a pesar de que el centro cuenta con la posibilidad de hacer las muestras iniciales, estas deben viajar primero a Leticia y, posteriormente, a Bogotá. Sin embargo, no se cuentan con los medios para asegurar la cadena de frío ni el transporte de estas.
Bajo estas condiciones, los riesgos de que más indígenas de La Chorrera sigan muriendo sin tener un diagnóstico a tiempo y sin el tratamiento adecuado son cada vez mayores. De acuerdo con la información que dio Buriticá a organizaciones ambientales, en las últimas semanas han muerto tres personas con la sintomatología del Covid- 19.
Sin equipos de bioseguridad
El secretario de Salud del Amazonas, Héctor Jaime Hernández, reconoció el pasado 5 de julio que los corregimientos están mal en infraestructura de salud y precariamente dotados de equipo biomédico y de insumos. Pero, que esperaba un alivio para la prestación del servicio no solo en Leticia, sino también en los corregimientos amazónicos (áreas no municipalizadas), pues “el Ministerio de Salud y la Gobernación están haciendo lo pertinente para ajustar los recursos vía asamblea y girar $21.000 millones”
El funcionario también agregó que en las áreas no municipalizadas los traslados de pacientes se hacen vía vuelos de ambulancia, un deber de las EPS; y que durante la emergencia por el coronavirus en Amazonas se han remitido, en total, a 106 personas de todas las EPS a Bogotá. Sin embargo, ahora se enfrentan a un reto mayor: la situación en Bogotá es crítica, el porcentaje de ocupación de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) alcanza el 89,9% y, si la ciudad colapsa, no podrán remitir a los pacientes. Una de las alternativas es, entonces, mejorar la zona crítica en el hospital de Leticia.
El drama de los que están afuera
Chela Elenea Umire ya perdió la cuenta de los días que lleva confinada en un albergue provisional para enfermos por Covid- 19 en Leticia. Los mismos días en los que ha sentido la impotencia de ver morir a sus parientes a causa del virus. Con ella están otros 10 indígenas de La Chorrera y, al menos, 50 más de otros corregimientos amazónicos que alcanzaron a llegar a Leticia para recibir tratamiento. Todos están esperando poder volver a sus territorios, pero no cuentan con los recursos ni los protocolos para hacerlo de manera segura.
A Chela, que habló con delegados de las ONG ambientalistas, le preocupan sus hijos que siguen en La Chorrera y que ya tienen los mismos síntomas que ella empezó a sentir hace algunos meses: pérdida del gusto, fiebre, tos seca y desaliento. Le preocupa su chagra, área en la que cultiva para abastecer de alimento a su familia, que está abandonada desde que ella está en Leticia.
También no saber cuándo va a regresar. Aunque ya se recuperó, como lo demuestra el resultado de una prueba reciente, nadie le da respuesta sobre las posibilidades del retorno y la misma situación la están viviendo decenas de indígenas en Leticia.
Desde que se reportó el primer caso de contagio por Covid-19, el 17 de abril, toda la región amazónica en Colombia ha enfrentado un camino complejo. La debilidad del sistema de salud, la poca articulación del gobierno con las formas de organización indígena y la falta de sistemas de comunicación, entre otros, ha hecho que la población sea cada vez más vulnerable al contagio, como lo advierte la organización Sinergias, dedicada al trabajo en salud pública con pueblos indígenas de la región.
En la Amazonia colombiana (integrada por los departamentos de Amazonas, Caquetá, Guainía, Guaviare, Putumayo y Vaupés) se reportaban 2.564 casos por Covid-19 y 107 muertes al 6 de julio. El avance del virus en los municipios de frontera y en zonas por fuera de los centros urbanos es preocupante. Además, muchos ríos fundamentales en el tránsito de los habitantes ya han sido afectados también, como lo resalta Sinergias en su observatorio de salud amazónico. Se trata de los ríos Putumayo, Apaporis, Guainía, Guaviare, y probablemente Caquetá, que tienen conexión con otros países de frontera y hacen parte de la gran Amazonia en Suramérica.
En Putumayo, 9 de 13 municipios no han llegado a las 1.000 pruebas diagnósticas y el departamento tiene el mayor número de muertes por caso diagnosticado en todo el país. En el departamento de Amazonas los contagios por Covid-19 suman 2.406 casos (con cierre al 11 de julio, según la Secretaría de Salud).
Por eso, desde Azicatch insisten en su llamado: “Desde la Amazonia Colombiana, hago un llamado urgente a las instituciones nacionales y ONG para una atención inmediata que permita salvaguardar la salud de estos grupos étnicos que hoy corremos riesgo por el Covid-19. Esperamos apoyo para fortalecer la atención inmediata y la medicina desde el enfoque diferencial”, señala Manuel Alejandro Joinama, representante de Azicatch.
Con el brote de Covid-19 en La Chorrera, no solo se pone en peligro la vida de las personas, sino también la existencia de cuatro culturas ancestrales que conviven en el territorio y que lo han conservado durante siglos. Tradiciones, lenguas, cantos, costumbres y conocimientos centenarios podrían desaparecer si estas comunidades pierden a integrantes claves para transferir sus conocimientos de una generación a otra, como los abuelos y los sabedores.
Foto: AFP.