En la 50° edición del Foro Económico Mundial que se celebra en Davos, el presidente Iván Duque prometió que sembrará 180 millones de árboles antes de que termine su mandato. ¿Será posible lograr esa meta?
El pasado 22 de enero, en el lanzamiento de la plataforma “Campeones por un billón de árboles”, meta que se fijaron los países asistentes del Foro Económico Mundial (WEF) para el año 2030, el presidente Iván Duque anunció que sembraría al menos 180 millones de árboles antes de que se termine su mandato, en 2022. (Lea Estas son las fechas más importantes para el medio ambiente en 2020)
La iniciativa mundial busca cultivar, restaurar y conservar un billón de árboles en todo el mundo en un intento por restaurar la biodiversidad y ayudar a combatir el cambio climático y “restaurar la naturaleza a gran escala”. Entre otras, por primera vez, después de 50 ediciones de este encuentro, el cambio climático y los problemas ambientales constituyeron los cinco riesgos principales clasificados por los miembros del WEF.
«Las soluciones basadas en la naturaleza – encerrar el carbono en los bosques, praderas y humedales del mundo – pueden proporcionar hasta un tercio de las reducciones de emisiones requeridas para 2030 para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París», dijo el Foro en un comunicado. El resto de las reducciones de emisiones tendrían que venir de los sectores de energía, industria pesada y finanzas.
Sin duda son buenas noticias. Sin embargo, con respecto al anuncio de Duque hay quienes se preguntan si es posible plantar esa cantidad de árboles en solo dos años o si habría que asumir una meta menos ambiciosa, pero más realista.
Esos 180 millones de árboles equivalen a la restauración de 301.900 hectáreas. En diálogo con El Espectador, la viceministra de Ambiente, María Claudia García, explicó que la cifra de 180 millones de árboles está contemplada en el Plan Nacional de Restauración, una estrategia nacional que existe desde 2015 y que pretende restaurar los servicios ecosistémicos de las áreas que han sido degradadas por deforestación, contaminación hídrica, agricultura, ganadería, explotación minera, cultivos ilícitos, extracción de madera, la extracción de materiales a cielo abierto, colonización e incendios forestales.
“700.000 hectáreas tienen estrategias de manejo forestal alternativas como cultivos silvopastoriles y otras estrategias de restauración sostenible. Nos fijamos una meta de 600 árboles por hectárea”, dice García y agrega: “sobre los costos, habría que invertir cerca de 1 billón de pesos, pero no vendrían todos del sector público ambiental o de regalías. La idea es que el sector privado también se una”.
La estrategia nacional incluye sembrar especies nativas de la zona (entre 40 y 80 por hectárea, y aproximadamente 600 ejemplares por hectárea), cercas vivas, viveros comunitarios, entre otros. No está claro si incluye plantaciones forestales comerciales, pero la ministra aclaró que dentro de las especies para reforestación no están contemplados ejemplares de palma africana, que es considerada una plantación comercial.
De acuerdo con Jorge Velásquez, ecólogo espacial de The Nature Conservacy , “es probable que los recursos, sumando los públicos más lo de cooperación, si se ponen todos en una bolsa, alcancen. Pero estos recursos tienen muchos objetivos, no solo siembras. Además, un gran porcentaje se va en gastos administrativos. Por ejemplo, la Unión Europea ofreció 22.2 millones de dólares para subsanar el efecto de los incendios del año pasado, pero, ¿cuánto de ese dinero en realidad va para implementaciones en campo y que tan efectivas son? No lo sabemos”.
Según dijo a RCN Radio Ricardo Lozano, ministro de Ambiente, también se sigue trabajando con las familias que forman parte del programa de pago por servicios ambientales, que se dedican a cuidar las fuentes de agua y las tierras a cambio de un salario mensual. La meta es cerrar el año con 10.000 y ya van 9.000.
“Estas implementaciones pueden tener un costo menor que otras. Por ejemplo, si uno le paga 10 o 15 dólares por tonelada de carbono retenido por un árbol a una comunidad que cuide el bosque, podría competir contra la economía de la deforestación”, agrega Velásquez.
De acuerdo con Diego Navarrete, la siembra de árboles no es la única estrategia de restauración y tiene unos costos importantes en viveros, mano de obra, materiales. Se manejan además mortalidades altas (y no hay casi seguimiento, pero en el estadio de plántula puede ser hasta del 40%). “Tener los viveros equis números de plántulas no significa que necesariamente vayan a crecer. Pueden ser pisados por un animal, por ejemplo”, resalta Diego Navarrete, también ecólogo de The Nature Conservacy.
Por ahora, están priorizadas las áreas de Parques Nacionales que están más degradadas y que son puntos clave para la biodiversidad y que estén cerca de recursos hídricos. Según el informe de seguimiento a ese plan, con fecha del 30 de diciembre de 2019, se habían restaurado 2011 hectáreas en Parques Nacionales como Los Nevados (Tolima), Churumbelos (Putumayo), Chingaza (Cundinamarca), Las Hermosas (Tolima) Cocuy (Boyacá y Arauca), Alto Fragua Indi Wasi (Caquetá), Guamentá Alto Río Fonce (Santander), Las Hermosas (Tolima), Galeras (Nariño), Selva de Florencia (Caquetá), Orquídeas (Antioquia), Picachos (Caquetá y Meta) y Paramillo (Córdoba).
Todas bajo el esquema de “restauración pasiva”, es decir, un área que se deja quieta para que la naturaleza misma se restaure, en este caso, por estar en área protegida. De esas hectáreas restauradas en Parques, apenas 1.350 tienen monitoreo.
También recordó que en una sola jornada, en junio del año pasado, se sembraron 200.000 árboles en distintos puntos de Antioquia como parte de una jornada de “sembratón”, y que en ese momento Duque anunció que la meta eran, precisamente, 180 millones de árboles y esa meta ya estaba adelantada en un 13%, es decir que se han plantado 23 millones 400.000 árboles (aunque no se dice específicamente dónde).
Para el 30 de diciembre de 2019, según los mapas en línea del Ministerio de Ambiente, habían 35.390 hectáreas de bosque restauradas, de las cuales la mitad (17.7000 en promedio) están en la Amazonia y pertenecen a Caquetá, Guaviare y Putumayo, tres de los departamentos más deforestados del país.