A 10 kilómetros de la capital del Putumayo, una montaña guarda cobre y molibdeno. Desde hace 20 años, empresas y organizaciones internacionales se han disputado la exploración de esta zona. El tema divide a la comunidad.
Por Paola Jinneth Silva Melo*
A espaldas de Mocoa, capital del departamento de Putumayo, hay una cadena de montañas que además de haber sido protagonista de la avalancha del 2017 (y que dejó un saldo de 333 muertos y 71 desaparecidos) guarda en sus entrañas preciados minerales que tienen en conflicto a sus habitantes y varias mineras extranjeras hace más de 20 años.
El proyecto más reciente busca realizar minería a cielo abierto a 10 kilómetros del casco urbano de Mocoa, en un cuadrante de11,391.09 hectáreas que, según los estudios de perforación, contienen 636 millones de toneladas de cobre y molibdeno, dos minerales usados para crear aleaciones de acero o como potentes conductores de electricidad.
En la búsqueda de este tesoro mineral está la Sociedad Mocoa Ventures, subsidiaria de la canadiense B2GOLD, que, en mayo de este año, la empresa canadiense Libero Copper le compró el 100% de los intereses del “Proyecto Mocoa”. “Como resultado de esta transacción, Mocoa Ventures, incluida su sucursal colombiana, se convirtió en una subsidiaria de propiedad absoluta de Libero Copper”, dice el informe de la empresa sobre el proyecto, que fue realizado en 2016, y actualizado en junio de este año. Este cambio ha despertado la preocupación de los mocoanos porque se desconoce lo que pueda pasar con el futuro de estas montañas.
El proyecto minero, como lo propone la empresa, está dividido por seis boques mineros que, a pesar de estar concesionadas y con título en cinco de ellas a nombre de Mocoa Ventures, contienen zonas en disputa.
Como lo confirma la Agencia Minera, en los bloques hay zonas para restitución de tierras, está el resguardo Indígena Inga de Condagua y parte de la reserva forestal protectora nacional de la cuenca alta del río Mocoa. En esta última hay otro conflicto por la terminación de la Variante San Francisco-Mocoa que hace parte de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana de la UNASUR(IIRSA). ¿Qué ha sucedido en los últimos 20 años? ¿’Qué precupa a las comunidades?
¿Cómo inicio todo esto?
“Cuando yo era niño entraron unos gringos montaña arriba por la Chapalina, la Barnisera y el Tisoy, que son quebradas que nacen allí. Lo que hacían era tomarles muestras a las piedras de las quebradas, pero como no había carretera y la montaña es bastante empinada, realizaron unos campamentos y luego en unos helicópteros de esqueleto, color amarillo subían la cantidad de aparatos que traían para las ´perforaciones.”. Así inicio para Benigno Córdoba, habitante de la montaña, una historia que hoy, a sus 45 años, le acompaña porque continúa siendo tan incierta como la primera vez que vio llegar a “esos gringos”, como les dice.
Quienes llegaron no eran más que funcionarios de Naciones Unidas e Ingeominas (hoy el Servicio Geológico Colombiano) que en 1973-77 comenzaron a perforar la montaña de la cuenca alta del río Mocoa en busca de materiales como oro, platino, zinc, molibdeno, plata y otros metales. Luego de 31 perforaciones y pruebas metalúrgicas preliminares a lo largo de 18,321 metros, en 1984 se publicó un informe en donde se estimó que la montaña tenía un potencial de 306 millones de toneladas en recursos minerales. En 1990, llegaron los ingenieros de la empresa estadounidense Minera Andes Inc. En 2004, llegó la sudafricana Anglo Gold Ashanti, luego el grupo privado chileno Antofagasta Minerals S.A. y en 2008, la empresa pública canadiense B2Gold, que adquirió las cinco concesiones y perforó nueve hoyos más sobre la montaña y en el 2012 otros tres, hasta que en el 2018 vendió a la empresa actual.
De acuerdo con los resultados de las exploraciones financiadas por Naciones Unidas, se encontró que en la cordillera central y occidental existen tres cinturones de pórfidos cupríferos, es decir músculos bajo tierra que contienen minerales de cobre y molibdeno. Uno de ellos, que se extiende desde el Ecuador hasta el Alto Magdalena, es el llamado batolito o “monzogranito de Mocoa” y aflora en este municipio.
Los mapas de la Cuenca Alta del río Mocoa que generó Ingeominas después del análisis de los estudios preliminares muestran que este músculo es de origen volcánico e hidrotermal y está alrededor de varias fallas tectónicas activas, por lo que estas montañas están expuestas a la ocurrencia de sismos, situación que lo confirma los resultados del Plan Básico de manejo ambiental de la cuenca alta del río Mocoa del 2008 .
“Por varios años vino Ingeominas y exploró los filos de la cordillera, unos barrancos de peña. Esas son unas rocas bastantes profundas que empezaron a perforar con unos taladros grandes de plomo. Ya cuando vino la B2Gold, se hicieron perforaciones con taladros pequeños porque para subir esa montaña les tocaba, o en helicóptero o con mulas, y los taladros grandes eran muy pesados” Comenta Benigno y explica que en esa montaña nacen varias quebradas. “Por ejemplo, la Barnicera nace de la parte plana del páramo y baja limpia. La Chorrerosa es una serie es cascadas pequeñas que se vierten sobre la montaña, de un agua muy limpiecita, igual que la Chapulina. El reto es conservarla limpia y viva, cosa que no pasa con la quebrada el Tosoy. Ella nace completamente del magma de la roca, no tiene vida, ni pescados, ni renacuajos. Nosotros hemos experimentado con los animales que trabajan y cuando toman esa agua se erizan y con otras quebradas se mantienen bien”. (La amenaza minera en el Alto Putumayo)
Desde ahí como en años anteriores se siente el temor de que van a volver: “Llegan visitas de funcionarios de la Agencia Nacional Minera diciendo que ahora sí, que apoyemos, que vamos a hacer puente, caminos, escuela, pero para nosotros lo más importante es el agua de esa zona y como comunidad se lo hemos hecho saber”, explica un poblador que prefiere reservar su nombre.
Las preocupaciones de la gente
Aún hay muchas preguntas y preocupaciones alrededor del proyecto. La primera es la seguridad física de más de 400 familias de la zona, que es una opción cada vez más real después de la tragedia de Mocoa, el pasado 31 de marzo.
“La sísmica ya mandó media montaña al suelo y sentimos que a comunidad está en riesgo porque con la lluvia ha venido bajando material y eso tiene muchas perforaciones. Ahora, con los estudios que se hicieron a raíz de la avalancha de Mocoa vemos que las montañas son muy frágiles y una explosión para sacar minerales puede ponernos en riesgo”. Comenta un habitante de la zona que prefiere no ser mencionado.
El estado del proyecto
En las visitas de fiscalización que adelantó la Agencia Nacional de Minería en agosto del 2018 identificó que en los cinco bloques, aunque no hay actividad minera, ninguno cuenta con señalización sobre información o prevención de desastres, ni planes de riesgos o de emergencia, no se ha socializado el proyecto con las comunidades. Incluso, en el título FJT 141 ya se han presentado deslizamientos y erosiones en la montaña.
“Lo que uno sabe es lo que poco a poco uno va conversando con ellos mientras se labora. Dicen que a cielo abierto no trabajan porque esto es una gran cordillera, que va a hacer por socavón que porque ellos tienen medido donde están las vetas del mineral. Pero no es claro”, comenta un habitante de la zona que trabajó en las tareas de exploración y perforación, pero que prefiere no ser nombrado.
“Uno de los funcionarios que vino nos dijo que como comunidad cediéramos que porque el subsuelo era del Estado” comenta un poblador Este tipo de situaciones preocupa a las personas que tienen tierras sobre la zona donde están los títulos de exploración. Aunque uno de los pobladores expresa que terceros le han propuesto vender la finca, las distintas posturas de la comunidad frente a un proyecto que aún no conocen generó que unos cuantos presionen para que no se vendan las tierras y otros para que se inicie la explotación, lo que ha generado divisiones en las veredas, renuncias en las Juntas de Acción Comunal y hasta amenazas
Una de las razones por las que muchas de las personas entrevistadas no quisieron ser citadas en este artículo es que el proyecto ha generado divisiones entre los pobladores, algunos por el empleo, otros por permitir o negar el ingreso de funcionarios a la zona, o por el alquiler de bestias para subir materiales a la montaña o por emplear a unos y a otros no.
“A mí me interesaba y trabaje con ellos porque solo era exploración y permitía arreglar los caminos y darles el estudio a mis hijos. Igual si no les doy permiso me toca frentear con el Estado y temo que me expropien. Si yo me pongo de vaca brava, entonces para librarme del problema prefiero vender porque a pesar de que hay títulos de propiedad dentro de la mina, la multinacional no deja que le toquen la montaña y en eso estamos”, explica Benigno.
En el informe de visita de la agencia nacional minera expresa que los títulos se encuentran con actividades de explotación minera suspendidas por un tiempo superior de seis meses.
“Unos quieren que vuelvan, otros no, pero gran parte estamos en contra de la megamineria, nosotros radicamos a la Agencia Nacional Minera la postura de la comunidad, así como de toda Mocoa cuando la gente del municipio salió a las calles de Mocoa a marchar en mayo de este año en contra de la megamineria, llegando hasta Pueblo Viejo, que es donde se sube a la montaña del proyecto”, explica un líder de la región que se opone al proyecto
En ese momento se adquirieron unos compromisos de palabra con el alcalde de Mocoa, Jose Antonio Castro: no se iban a permitir actividades mineras, se iba a hacer una consulta popular, y se resguardaría la montaña con el Plan de Ordenamiento Territorial (POT), “pero una cosa es lo local y otra es el interés nacional: Putumayo es, en su mayoría, distrito minero especial . Aunque muchos hemos sido empleados ahí, nos hemos dado cuenta que eso no era favorable porque el derecho al aire y el agua no nos lo va a dar ninguna empresa. Estamos aprendiendo a vivir con lo necesario y a vivir bien”, Explica un habitante de la zona del proyecto
Las soluciones
El proyecto está ubicado en el piedemonte amazónico, es decir, en la zona de transición entre los Andes y la Amazonía, en donde nacen los ríos que surten de agua al sur de Colombia. Por esa misma razón, temen que las afectaciones del proyecto sean visibles río abajo, como lo expresó Jesús Melo, concejal de Mocoa: “Adelantar actividades de minería en las 25.600 hectáreas establecidas afectaría 42 acueductos municipales, pero en especial veredales, y el daño serio colateral para todo el Amazonas. Igual existen especies emblemáticas que están en vía de extinción, así como plantas como cedro y chonta importantes para la cultura indígena. Con todo esto se verían afectadas comunidades indígenas como los Inga, kamentsa, yanacona y sionas”.
En esta zona convergen el Parque Nacional Natural Serrania de los Churumbelos y un importante corredor biológico que según el Plan Básico de Manejo Ambiental de la cuenca alta del río Mocoa, es hábitat de especies amenazadas como la Gaviota andina (Larus serranus), el pato azul (Anas Cyanoptera borreroi), un zambullidor (Oxiura jamaicensis ferruginea), el tucán (Andigena hypoglauca, aves migratorias, entre otras, donde se encuentran 12 en amenaza y 9 endémicas de las 552 registradas.
“Donde tumben todo eso, o dejen desierto, la madre tierra siente y cobra caro como lo sucedido con la avalancha. Allí hay muchos lugares sagrados que deben ser protegidos y donde hay espíritus que cuidan la tierra. Allí está el aire, el agua, la casa y el alimento de muchos seres vivos como de plantas medicinales”, explica el Taita Pablo de la comunidad inga Camentsá de Mocoa.
Para evitar que el proyecto pase a mayores, en cabeza del concejal Jesús Melo se radicó a finales de octubre, un proyecto ante el concejo municipal de Mocoa que busca prohibir la minería, a excepción de la minería artesanal o de subsistencia, argumentando en la defensa y la preservación del patrimonio ecológico y cultural del municipio de Mocoa. Explica que como no se logró la Consulta Popular por falta de recursos y por los antecedentes de la Corte Constitucional al invalidar las consultas populares como mecanismos para frenar los proyectos mineros espera abogar por la defensa de la amazonia como sujeto de derecho y frenar estas actividades de minería a gran escala con el Plan de Ordenamento Territorial-POT que está en construcción.
“Tenemos el antecedente de la tragedia de Mocoa, y cómo aún no es claro qué produjo la avalancha de ese 31 de marzo, debe aplicar el principio de precaución. Lo que dicen algunos es que en el pasado se hicieron actividades exploratorias de minería en la parte alta de la Vereda San Antonio, y en algunas piedras del desastre se encontraron incrustadas las brocas y rocas de diamante, por lo cual pediremos en el Concejo restringir la actividad minera a gran escala y empezar a potenciar el sector turístico”, explica el concejal Melo.
Mientras tanto la montaña seguirá imponente y bajo sus pies, los habitantes que esperan una solución a la incertidumbre.
*Comunicadora social de Corporación Casa Amazonía, ONG de DD.HH