Le llaman el «indígena del hoyo». En los ochenta, la instalación de granjas y la explotación ilegal de madera en el estado amazónico de Rondônia, provocaron sucesivos ataques a los pueblos indígenas aislados que hasta entonces vivían en esas regiones. Muchos murieron tiroteados y su grupo se redujo hasta que se quedó solo, hace 22 años.

 

Imagínese pasar 22 años observando una sola persona. Planeando acciones de vigilancia del territorio donde vive, garantizando su protección contra amenazas externas. Ninguna palabra intercambiada. Todo contacto consistente en proporcionar algunos objetos que podrían ser útiles para su supervivencia. Es el trabajo realizado por la Fundación Nacional del Indio (Funai) de Brasil, cerca del río Tanarú, donde vive el indígena aislado, popularmente conocido como el «indígena del hoyo”.

Este individuo es el último de su tribu y se cree que desde hace más de dos décadas, vive en completa soledad en medio de la tupida selva del Amazonas brasilero.

En Brasil, cuando hay la presencia confirmada o posible de pueblos indígenas aislados fuera de límites de tierras indígenas, la Funai utiliza el dispositivo legal de Restricción de Uso. Así, dos funcionarios expertos en pueblos en aislamiento voluntario vigilan la integridad física de esos pueblos en situación de aislamiento, mientras se realizan otras acciones de protección y tramitan procesos de demarcación de tierra indígena. Uno de ellos fue quien capturó la imagen más nítida que se tiene de quien podría ser el hombre más solitario del mundo:

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Se cree que cultiva maíz, papa, plátano y papaya, y que vive básicamente de esos alimentos y de la caza.

El área indígena de Tanarú fue establecida en 2015, y consiste en 8.070 hectáreas vetadas para toda actividad hasta 2025. No obstante, el papel no es garante de nada, y las primeras incursiones de granjeros y grandes agricultores  ocurrieron en los niventa, incluso después de la confirmación de la existencia del “indio del hoyo”. (Lea también: Firman decreto para la protección de pueblos indígenas en aislamiento en Colombia)

Le dicen así por los agujeros que cava en la tierra, pero su historia es bastante traumática. En la década de los 80, la colonización desordenada sobre la Amazonía brasilera, la instalación de granjas y la explotación ilegal de madera en el estado amazónico de Rondônia, provocaron sucesivos ataques a los pueblos indígenas aislados que hasta entonces vivían en esas regiones.Muchos murieron tiroteados, según explica la Funai.

Después del último ataque de granjeros ocurrido a finales de 1995, el grupo que probablemente ya era pequeño, se redujo. Se cree que quedaban 6 personas. Los culpables jamás fueron castigados. En junio de 1996, la Funai tuvo finalmente el conocimiento de la existencia y de la traumática historia de este pueblo, a partir de la localización de campamento y otros vestigios de su presencia. Cuando finalmente las autoridades indígenas del Brasil pudieron confirmaron la presencia de este pueblo, ya quedaba solo una persona.Sin embargo, otros indicios anteriores llevaron a los servidores a creer que allí residía un grupo mayor.

«La gente siempre sabe más o menos en qué igarapé (caño o pequeño río, en español) y en qué parte de la tierra indígena se encuentra. Siempre se mantienen lejos «, afirma Altair Algayer, coordinador del Frente de Protección Etnoambiental del estado de Guaporé. Hace más de 5 años no se observan invasiones de madereros, deforestación y ninguna otra presencia de personas extrañas dentro de los límites del área.

Desde hace 10 años, el indígena del hoyo ha estado en constante vigilancia, aunque nunca ha sido contactado. Las autoridades creen que así lo prefiere.

A partir de la confirmación de su presencia, en 1996, la Funai realizó algunos intentos de contacto, pero luego retrocedió al darse cuenta de que el indígena no quería ser contactado. El último intento ocurrió en 2005. De ahí en adelante, los funcionarios que lo acompañan le dejan algunas herramientas y semillas en lugares por donde pasa frecuentemente.

Lo que sorprende a los servidores que acompañan la trayectoria del indígena aislado de TI Tanaru es su voluntad de vivir. Para Altair, «Ese hombre, que la gente desconoce, aun perdiendo todo, como su pueblo y una serie de prácticas culturales, probó que, aún así, solo en medio del bosque, es posible sobrevivir y resistir a aliarse con la sociedad mayoría. Creo que él está mucho mejor que si hubiera hecho contacto”.

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