Tras 7 años de discusiones, se firmó la primera política pública que protege a los indígenas en «estado natural», es decir, que no tienen contacto fuera de sus comunidades. El fenómeno del aislamiento voluntario indígena solo existe en la Amazonía.
Colombia tiene una larga deuda con la protección de los pueblos en aislamiento voluntario.
Las amenazas de grupos armados y el minado de las selvas del departamento colombiano del Guaviare obligaron a decenas de indígenas del pueblo indígena nukak maku (que eran un pueblo en contacto inicial) a desplazarse hacia el municipio de San José del Guaviare, a finales de los ochenta. El gobierno los relocalizó en 2005, en la vereda de Agua Bonita, pero los terrenos son pequeños, arenosos y no aptos para que desarrollen sus actividades ancestrales. Se calcula que solo quedan entre 500 y 800 miembros de este pueblo.
En 2012, un par de exploradores polacos entraron al Parque Nacional Serranía del Chibiriqute buscando las pinturas rupestres, poniendo en riesgo el estado de aislamiento de los pueblos que se creen, habitan dentro de este Parque Nacional. (Lea también: El exterminio de los Nukak Maku llega a la CIDH)
En 2015, un grupo de evangelizadores baptistas de Estados Unidos entraron por el río Putumayo con intenciones de evangelizar a los pueblos en aislamiento, pero fueron sorprendidos a tiempo por los indígenas de la región, que alertaron al Ministerio del Interior, a Parques Nacionales y al Ejército.
Estos son ejemplos recientes de la deuda que tenía Colombia con la protección de los pueblos en aislamiento voluntario. Los pueblos indígenas en aislamiento voluntario son, además, un fenómeno únicamente amazónico. Las selvas de Brasil, Perú, Ecuador y Colombia son hogares de estos pueblos. Y solo Colombia no tenía política pública para protegerlos.
Esta semana, y después de 7 años de discusiones, el presidente saliente Juan Manuel Santos firmó el primer “decreto de Prevención y Protección de los Derechos de los Pueblos Indígenas en Aislamiento” de Colombia.
El decreto
“El Estado garantizará el derecho de los pueblos indígenas no contactados o en aislamiento voluntario a permanecer en dicha condición y vivir libremente, de acuerdo a sus culturas en sus territorios ancestrales. Por tanto, como sujetos de especial protección, en ningún caso podrán ser intervenidos o despojados de sus territorios ni serán objeto de políticas, programas o acciones, privadas o públicas, que promuevan el contacto o realicen intervenciones en sus territorios para cualquier fin”, dice el decreto, que fue modificado y debatido durante varios años antes de ser aprobado y firmado esta semana.
Según el documento, en Colombia hay información de dos pueblos indígenas en aislamiento, y hay 15 indicios de que podría haber otros pueblos en distintas regiones de la Amazonía colombiana. También dice que la supervivencia de los Pueblos Indígenas en Aislamiento está ligada por completo a su territorio, y que la protección de la vida de estos pueblos está sujeta a que les sea garantizado el derecho a la autodeterminación en su territorio y que les sea reconocido como propiedad colectiva e intangible, a pesar de que ellos mismos no puedan acceder a mecanismos como la consulta previa para determinar su territorio.
Primero, el decreto obliga al resto de los colombianos a respetar el derecho de los aislados a permanecer así, por lo que prohíbe cualquier intervención directa o indirecta en esos territorios. En otras palabras, hay territorios de Colombia a los que nadie, ni el Ejército, ni el Estado en sus muchas formas, ni la Iglesia, puede entrar.
También se crea el “Sistema Nacional de Prevención y Protección de los Derechos de los Pueblos Indígenas en Aislamiento”, en los que tendrán voz y voto las comunidades indígenas colindantes, los ministerios de Ambiente, Defensa, Interior, Salud, la Agencia Nacional de Tierras y Parques Nacionales, la gobernación de los departamentos en donde haya pueblos en aislamiento, un representante de la Mesa Permanente de Concertación, de la Mesa Regional Amazónica, y de la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC).
Tal vez la diferencia de este decreto con respecto a otros del mismo corte en otros países amazónicos es que se incluye la participación de los pueblos vecinos a los aislados como un componente vital en su protección. Eso sí, deben estar organizadas bajo un resguardo o como autoridad tradicional indígena (ATI) y ser directamente colindante.
La voz de los expertos
En una entrevista de 2012, el difunto investigador Roberto Franco, dice que los yuris y las otras comunidades similares, que quizás existen en las selvas del Amazonas, se aislaron como un acto de resistencia: “No es que por casualidad lleven cientos de años así. Están aislados sabiendo que estamos afuera y que no quieren tener contacto con nosotros”. (Lea también: Los aislados del Amazonas)
Según contaron los indígenas amazónicos de Brasil y Perú en un encuentro internacional sobre protección a pueblos en aislamiento voluntario que tuvo lugar sobre el río Caquetá, en octubre de 2017, a Infoamazonía, las estrategias para proteger a estos pueblos varían entre países, pero en esencia consisten en rodear los territorios en donde se cree que se mueven los “hermanos aislados” para hacer una especie de cordón de seguridad comunitario.
Por ejemplo, en Brasil, indígenas amazónicos del estado de Pará y Marañón comenzaron a construir sus aldeas alrededor de las zonas en donde han tenido indicios de dónde están los pueblos en aislamiento voluntario para protegerlos de las presiones que suceden fuera de las aldeas indígenas. Se calcula que en Brasil hay cerca de 70 pueblos en aislamiento voluntario.
Perú, por otro lado, tiene 5 pueblos en aislamiento voluntario confirmados: los “Isconahua”, “Mashco Piro” y “Murunahua” en la región de Ucayali; “Madre de Dios” en la región de Madre de Dios; y “Kugapakori, Nahua, Nanti y Otros” entre las regiones de Cusco y Ucayali. Actualmente, existen cinco reservas territoriales que protegen a los pueblos en aislamiento y que abarcan 2 millones de hectáreas del territorio peruano, según Mongabay.
Pero los indígenas peruanos han tomado ciertas precauciones dado que los Mashco Piro son un pueblo guerrero y suelen atacar a turistas y otros indígenas con lanzas de hasta 2 metros de largo. Un tiro certero puede ser fatal. En marzo de este año, un comunero murió por una lanza que le atravezó el pecho mientras navegaba un río de Uyacali.
En algunas aldeas cercanas a los territorios Mashco, existen albergues de emergencia, y en caso de verles, mujeres y niños entran al refugio y se quedan allí cerca de 24 horas, mientras los hombres han guardia. En 2015, según reportó BBC, vecinos de Monte Salvado y Puerto Nuevo, dos comunidades de la región peruana de Madre de Dios, describieron el ataque a sus comunidades por una tribu que permanece en aislamiento voluntario. Aparentemente los atacantes, unos 200 indígenas Mashco Piro, buscaban comida en esa comunidad de la etnia yine solo accesibles por aire o río.
En Colombia, solo hay una experiencia de protección comunitaria de pueblos en aislamiento voluntario, a pesar de que estos pueblos hacen parte de la historia literaria y periodística de Colombia, gracias al libro Perdido en el Amazonas (que relata la búsqueda incansable del hermano de un militar que se perdió en la selva en su encuentro con estos pueblos). (Lea también: Una política del buen vecino para los pueblos en aislamiento voluntario de Colombia)
Los indígenas del Resguardo Curare los Ingleses, del Bajo río Caquetá, destinaron como intangible para la protección de los Yuri- Passé, o ¨caraballos¨, los primeros pueblos en aislamiento voluntario confirmados en Colombia. La intangibilidad hace parte de una estrategia coordinada entre las comunidades que habitan ese territorio, el Ministerio del Interior, Parques Nacionales Naturales, la Asociación de Autoridades Indígenas de la Pedrera-Amazonas (AIPEA) y la Asociación de Autoridades Indígenas del Pueblo Miraña y Bora del Medio Amazonas (PANI), la ONG Amazon Conservation Team para crear un cordón que proteja el derecho de los pueblos en aislamiento a permanecer ocultos, en ejercicio de su derecho a la autodeterminación.
Su sistema consiste en cabañas a lo largo del río, desde el inicio de su territorio hasta el inicio de la zona intangible, en donde una familia se turna cada dos meses para vivir en la cabaña, muy alejada del resto de la comunidad. Desde ahí, reporta cada día lo que ve, si encuentra señales de la presencia de indígenas en aislamiento voluntario. También detiene a quienes entren a la zona intangible, o sino, reporta a Parques Nacionales (que son los únicos en la zona con botes rápidos) para que actúen. Por ese trabajo, la comunidad le paga cerca de $500.000 mensuales.
A esta buena noticia se suma la ampliación del Parque Nacional Chibiriquete (en donde también se cree que habitan estos pueblos originarios) que pasó a tener 4’268.095 hectáreas, poco más del tamaño de Dinamarca, lo que protegería aún más a los pueblos en aislamiento voluntario del parque, y la vieja noticia del Parque Nacional Río Puré, que consiste en casi 1 millón de hectáreas destinadas exclusivamente a la protección de estos pueblos.
Nadie duda que ampliar el Parque no es suficiente para mantenerlo a raya de las amenazas que avanzan sobre sus recién estrenadas fronteras: el parche más cercano de deforestación se encuentra a unos 2 kilómetros, y el año pasado, la deforestación se duplicó en la Amazonía, según el Ideam. Pero por fortuna el Chiribiquete está en un estado de conservación envidiable.
El esperado decreto, sobre todo, se compromete a actuar de manera rápida en caso de que la vida de los pueblos en aislamiento estén en riesgo de perder su cultura, su autonomía o su vida; a incluír medidas de salud específicas (para la contención y prevención de enfermedades trasmisibles en las zonas aledañas a donde se presuma que hay estos pueblos), a diseñar planes de contingencia en el caso extremo en que el estado colombiano deba intervenir o en que estos pueblos elijan contactar al resto del mundo (para que no se repita la historia de los Nukak Maku) y aplicar el principio de precaución.