La economista y socióloga caqueteña habló con El Espectador de su investigación sobre la vida de los cocaleros del Caquetá y sobre el falso mito que dice que la Amazonía colombiana es una región inhóspita y aislada. Este trabajo fue premiado por la Unesco con el reconocimiento Juan Bosch

 

La semana pasada, la investigadora de 35 años, Estefanía Ciro, disputaba un torneo de volleyball en Bulgaria cuando recibió la noticia de que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) premió su investigación sobre los cocaleros y cocaleras del Caquetá, en la Amazonía colombiana. Entre 2011 y 2016, Ciro entrevistó a campesinos de Florencia, Belén de los Andaquíes, San Vicente del Caguán, Morelia y Montañita, en medio de trochas, cultivos de coca, barrios de invasión y oficinas de organizaciones campesinas para su tesis doctoral en sociología, en la Universidad Autónoma de México.

¿Quiénes son esas familias que no solo colonizaron, sino que se apropiaron de las selvas del sur del país? El Espectador habló con Ciro sobre su investigación y el papel central que la Amazonía colombiana ha tenido en la economía del siglo veinte.

¿Por qué una investigación sobre los campesinos cocaleros del Caquetá?

Estefanía Ciro: Porque soy caqueteña y porque las discusiones sobre el capital, el paso de la economía de la quina, luego del caucho, luego de la ganadería, a la coca, ahora del petróleo y la conservación del bosque (con los bonos de carbón y demás), entrañan una región que no está separada del resto del mundo como siempre nos han contado.

¿Se refiere a que la Amazonía no es una región aislada del resto del país?

EC: Sí y no. Hay que empezar a pensar la Amazonía como una región que no está aislada del mundo. Primero, nos decían que eran tierras sin gente. Luego, que no había ley, cosa que me parece absurda teniendo en cuenta la cantidad de regulaciones que tienen que aguantarse los pobladores. Ahora, nos dicen que es una tierra aislada, cuando es una tierra que ha sido central en el desarrollo del siglo XX, central para Colombia y para las dinámicas económicas del mundo.

¿Por qué dice que la Amazonía es una región central para el mundo?

EC: Pues porque Londres no sería Londres sin el caucho que se extrajo de la Amazonía colombiana y peruana. El caucho fue sumamente importante en la economía naciente de esa época (entre finales del silgo XIX y hasta 1930), que es la industria automotriz. Ford necesitaba hacer llantas para fabricar carros. En aquella época todavía no habían inventado el caucho sintético ni nada parecido, entonces empiezan a buscar el caucho natural, que es el que resiste, y encuentran la Hevea, o el árbol de caucho. Pero hay muchas especies y se concentran en dos para la industria automoriz: hay una Hevea que usted puede cortar, desangrar e irse. Eso exigió un tipo de obrero particular que podía ser un blanco o un foráneo. Pero había otro tipo de Hevea que no se tumba sino que se corta y se deja sangrar lentamente. El proceso toma varios días de hecho ¿Quiénes podían recogerlo? Las poblaciones que podían resistir las condiciones de las selvas de la Amazonía. De ahí que fueran asesinados, maltratados, hostilizados, desplazados y desaparecidos tantos indígenas. ‘¡Éramos imperios, naciones!’, decía un gobernador Uitoto cuando hablamos del tema en la investigación. Y los acabaron en esta lógica de la extracción.

¿Cómo se relaciona esta economía del caucho con los campesinos cocaleros?

EC: La economía del caucho entra en crisis por dinámicas globales: porque trasladaron las plantaciones a Asia y porque surge el caucho sintético, y ya no es tan buen negocio.

Cuando se acabó la bonanza, todos los caminos hechos por los caucheros en distintos caseríos (que después serían los primeros pueblos del Caquetá) se entregaron por contratos de tierras a grandes élites.

¿A quiénes? ¿Cómo fue esa dinámica en su departamento?

EC: Hay una particularidad con el Caquetá y es que no tiene conexión directa con la Amazonía por los chorros (o raudales) de Araracuara, sobre el río Caquetá. La lógica práctica de los viajeros y colonizadores hace que giren su mirada hacia el río Amazonas, –que es el gran camino que va hacia el Atlántico y de ahí a Europa–, y hacia el río Magdalena. En medio de estas dos regionales, la andina y la amazónica, está el Huila. Así se empiezan a crear estas conexiones entre campesinos y élites huilenses que empiezan a encontrar en tierras amazónicas un escenario de riqueza, de ambición y realización.

El gobierno nacional cambió caminos por contratos, por tierras. Por ejemplo, a Josefa Perdomo le dan 2.500 hectáreas, y empiezan a repartir grandes extensiones de tierra a familias puntuales. Las tierras comienzan a talarse y ser usadas para ganado. Y ahí viene el siguiente paso de la historia de la Amazonía colombiana, que es la ganadería extensiva. Esas tierras que le dan a Josefa Perdomo, que está relacionada con el famoso empresario Oliverio Lara, es el germen de La Arandia, el primer gran hato ganadero de Colombia, en donde hoy hay una base militar.

¿Es aquí cuando se hace el paso a la economía ganadera?

EC: Sí. Así las estructuras de poder se van reproduciendo, entonces todos los conflictos que heredamos y que heredan los campesinos y campesinas cocaleras son tensiones entre la gran ganadería (en Colombia hay aproximadamente 1 millón de hectáreas de pasto) y la agricultura (que son 400.000 hectáreas, en comparación). Viven en una contradicción: una tierra próspera pero sin comida, sin soberanía alimentaria.

No me queda claro por qué el gobierno tituló tierras a cambio de carreteras

EC: Gran pregunta, la academia nos debe esa respuesta. Sabemos que eso ocurrió porque los contratos de cesión y adjudicación existen. Sería útil ver el lobby de las élites regionales como las huilenses, como los Pastrana –del ex presidente Misael Pastrana– por ejemplo, ante el gobierno. No sabemos bien cómo se generaron esos hilos entre élites huilenses y gobierno, sería irresponsable responderle esta pregunta.

¿Pero qué pistas respaldan esa hipótesis?

EC: Yo alcancé a ver las transcripciones de los discursos de senadores y congresistas sobre temas particulares que referían al Caquetá. Revisé los discursos y discusiones de Congreso entre 1910 y 1030 o 1935. Sobre todo los congresistas huilenses. Había un enorme interés por imponer la ganadería, incluso había un proyecto de ferrocarril por la cordillera central. También había un discurso muy fuerte de ir a civilizar esas naciones, esos imperios.

¿Los congresistas huilenses tenían todo ese poder para transformar una región entera?

EC: No necesariamente. De nuevo, hay que ver lo que pasa en lo global y lo local, con los de arriba y los de abajo. Ahora entremos en el tema de la coca. El narcotráfico se penaliza en Colombia en 1920, pero no con cárcel o extradición como ahora. El consumo de drogas como la coca, la marihuana o el opio empieza a ser objeto de multas. Pero no solo en Colombia, también se empezó a dar en México o en Brasil, que también es un país amazónico. En Perú no porque había una élites cocaleras muy fuertes, pero toda la legislación contra el narcotráfico surge en esa década. Es una herencia de las convenciones contra la Guerra del Opio, entre China e Inglaterra en el siglo XIX.

En Estados Unidos está sentado Harry J. Anslinger, el primer prohibicionista de capa y espada, y la cosa se pone más difícil para los campesinos porque se convierte en persecución abierta contra la comercialización y el consumo de marihuana y coca, y Bolivia, Perú y Colombia se convierten en el target principal. En la década de los treinta o cuarenta, ya no se paga con multas sino con cárcel. Empieza la “americanización” de la política de drogas.

¿Cuál es la relación de esa política de drogas con sean los mismos años de la colonización dirigida?

EC: Habría que atar más hilos, pero por ejemplo, hubo programas de colonización dirigida en toda América latina financiadas por el Banco Mundial. En Guatemala, fue en el estado de Quintana Roo, al sur del país. En Colombia, fue Caquetá 1 y Caquetá 2.

En los setenta el Caquetá es muy prendido en términos de movilización popular, de Juntas de Acción Comunal, esa herramienta constitucional que los campesinos apropiaron para hacer estado y legalidad en sus regiones. Debió haber sido apasionante andar por esos pueblos y caseríos, ver llegar a la gente que huía de La Violencia, organizarse y adaptarse, porque eran campesinos andinos.

Había ebullición política, paros que demandaban hospitales, escuelas, electricidad. Luego empezó un proceso que el investigador Darío Fajardo llama “Colonización-conflicto-colonización”. El campesino llega, desmonta, vive de 3 o 4 cosechas, le toca vender, atrás está el latifundista, se lo compra, vuelve y se mete en la selva, desmonta y así. El informe de La Tierra no Basta, de Erika Ramirez, muestra las mayores adjudicaciones en la historia del Caquetá se dieron durante el Plan Colombia. Por debajo hay un proceso de contrarreforma agraria enorme. Eso no para, y la coca tiene un lugar fundamental.

¿Por qué?

EC: Una de las cosas que yo muestro en la investigación es la dinámica productiva de la coca. Una de las partes más importantes es la semilla. Las semillas cambian y cada vez llegan nuevas semillas, semillas con más rinde, ¿pero de dónde salen esas semillas? Los campesinos no tienen un poder de laboratorio genético para hacer las semillas más productivas. De algún lado tienen que salir aunque ojo, esto no está probado.

¿Qué es el rinde?

EC: Son los gramos de pasta base que salen por arroba de coca. El éxito de los campesinos, o la plusvalía del campesino, es que haya rinde. Claro, eso lo da la buena tierra y los surcos, pero lo vital es la semilla. Los campesinos tienen que sacar mínimo 30 gramos de pasta base por arroba de hoja de coca. Ellos siempre están buscando rinde, porque entre más le saquen a la hoja de coca, pues más les van a pagar. Una de las observaciones de la investigación es que esa es la lógica del campesino, de los de abajo: sacar rinde.

Ah, ahora vamos de abajo hacia arriba. Hay tensiones muy fuertes con la crisis de la colonización dirigida porque el estado colombiano fue incapaz de acompañar a los campesinos en los procesos de Caquetá 1 y Caquetá 2. No pudo resolver sus preguntas, ni sus demandas, ni las de los campesinos ni las de las élites. Esas tensiones irresueltas de que uno no puede vivir del plátano con esas carreteras, ni del arroz, hace que llegue la coca y se vuelva en un polvorín.

¿Cuál es el papel de la coca en los ochenta en el Caquetá?

EC: La coca vino a resolver la incapacidad o la omisión y falta de voluntad del Estado en sus múltiples niveles y rostros para entender y acompañar el proceso de colonización. Su acompañamiento fue convertir a todo mundo en ganadero, entregar subsidios o legalizar las tierras solo si había monte tumbado somo símbolo de progreso. Un ejemplo perfecto son los silos del Instituto de Mercadeo Agropecuario (Idema), donde ahorita está la Universidad de la Amazonía, en Florencia. En esos silos se almacenaba la comida que el gobierno le compraba a los campesinos. Pero ahora están abandonados porque el Caquetá no es soberano en términos de alimentación. El departamento más grande del país y no tiene comida.

¿Cómo se relaciona eso con la coca?

EC: Es que no es gratis que la única industria que se mantenga en el Caquetá, además de la coca, es la de los refrescos. La gente no tiene agua potable, no tiene fruta, no tiene luz. Entonces toma gaseosa y agua en bolsa todo lo que usted quiera. Si hay una cosa, no hay la otra pero no porque la comida y la coca no quepan juntas en la misma parcela, sino porque hay un discurso que limita esa posibilidad.

¿Cuántas personas en Caquetá dependen de la economía de la coca?

EC: Unas veinte mil familias firmaron los acuerdos de sustitución. En Caquetá cada Unidad Agrícola Familiar está en 3.7 personas. Digamos que unas 80.000 personas dependen directamente de la coca en ese departamento. Pensar la coca me ayuda a entender cómo esas dinámicas de poder operan sobre los sujetos y las sujetas: pueden ser las élites o los actores políticos. Yo me concentré en campesinos y campesinas. ¿Y qué más ejercicio de poder que la guerra contras las drogas?

*Estefanía Ciro tiene una maestría en Historia por la Universidad de los Andes y un doctorado en Sociología en la Universidad Nacional Autónoma de México. Foto de ALaOrilladelRío

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