Para 2048 habríamos recuperado el equivalente a 20 años de emisiones de carbono de América Latina y el Caribe.

La mayoría de discusiones científicas de los últimos años se han concentrado en qué pasaría si se acaban los 6 millones de kilómetros cuadrados de bosque que componen la Amazonía, y que son vitales para la salud del planeta, y con razón. De acuerdo con Thomas Lovejoy, el llamado ‘padre de la biodiversidad’, “la ciencia necesita entender y, a lo mejor, hacer frente a distintas amenazas a la biodiversidad y hábitats de la Amazonia”.

Esta semana (y por primera vez en la historia de los estudios sobre el cambio climático) una investigación se hizo la pregunta opuesta: qué pasaría si dejáramos crecer árboles en las parcelas de la región que hoy están dedicadas a la agricultura, la ganadería, la extracción de madera o que son simplemente pastizales. Es decir, ¿qué pasaría si reforestamos la selva que hemos talado?

La investigación publicada en un dossier que la revista Science Advances dedicó a la región del Amazonas calculó que, para 2008, 1.7 millones de kilómetros cuadrados de bosque en la región estaban dedicadas a los cultivos y 1.2 millones de kilómetros cuadrados eran pastizales para ganadería o simplemente tierra deforestada. Entre ambas, suman el equivalente a la extensión de Colombia y Panamá.

Apenas 4 millones de kilómetros de bosques tenían más de 100 años, es decir que no se han talado. La mitad de estos bosques están en la Amazonía Brasileña, y el resto se reparte entre Colombia, Venezuela, Bolivia y Perú.

Sabiendo esto, los investigadores proyectaron que nos ahorraríamos en gases de carbono lo mismo que emitieron los 46 países de América Latina y el Caribe entre 1993 y 2014. En otras palabras, si dejáramos que estas parcelas crecieran durante 40 años hasta convertirse en 2.4 millones de kilómetros cuadrados de selva tropical salvaje, sin intervención humana, podrían retener 15.6 mil billones de gramos de carbono. Un 18.3% más del total de gases de carbono que hoy procesa el bosque amazónico.

Aunque este es el estudio más extenso y exacto que se ha hecho sobre el tema hasta el momento –según escribió Lovejoy en Science Advances– estas cifras no son definitivas. El modelo que inventaron 60 investigadores de todo el mundo hizo cálculos a partir de un escenario ideal en el que se le permitiera al 100% de los bosques estudiados volver a crecer. En ese sentido, acumularían biomasa y así mismo, retendrían carbono. Si fuese así, los bosques que tengan menos de 20 años capturarían 2 veces más carbono que ahora, y los adultos, 1.2 veces más.

El estudio advierte que la cifra podría aumentar porque el potencial de secuestro de carbono de los bosques reforestados está subestimado. Bajo tierra, las reservas de carbono en suelos y raíces inflarían la cifra un 25% más. Todo lo anterior son buenas noticias para la lucha contra el cambio climático.

¿Cómo lo midieron?

La cantidad de carbono que tiene un bosque se puede medir a partir de cinco factores: la biomasa aérea (que se encuentra en el tronco, las ramas y frutos de los árboles), la subterránea (que está en las raíces), la del suelo y la de la hojarasca que se encuentra sobre este y la de los árboles que ya murieron pero siguen en pie.

Para poder hacer el cálculo, los investigadores tomaron un mapa de 2008 de la biomasa aérea de la región para calcular la edad de los árboles en 1.148 parcelas de bosque con potencial de ser reforestados que aparecen en el mapa, a través de una ecuación que relaciona la biomasa (es decir, qué ecosistemas hay en ese terreno) con el clima y la edad de cada árbol. El área que estudiaron suma 8.7 millones de kilómetros cuadrados, casi el equivalente a todo Brasil, e incluye toda la selva amazónica y las parcelas de bosque de Guatemala, Panamá y México.

Lea: Así se mide el carbono de nuestros bosques

La investigación calculó el potencial de retención de carbono de bosques de 1 a 20 años (jóvenes) y de 20 a 60 años (adultos). Cada parcela son 25 hectáreas, que a su vez están representadas en un pixel. Cada pixel arrojó un potencial de secuestro de carbono que luego sumaron.

El desafío, más que científico, es de acceso a la información

Según los investigadores, una proyección de este tipo no se había hecho antes porque hay muchas variables a considerar. Para empezar, la vocación de la tierra cambia constantemente y los catastros en Latinoamérica están desactualizados y no siempre disponibles, y aunque el estudio fue finalizado en 2016, recurrieron a información de 2008, la más completa que encontraron.

Por otro lado, la tecnología existente aún no alcanza a diferenciar las edades de los bosques. Cada pixel examinado mezcla diferentes edades de bosque y tipos de cobertura de suelo. Por ejemplo, no pudieron diferenciar entre plantaciones agrícolas o de palma de aceite, lo que es esencial para saber qué tan afectada está la tierra por el uso.

Una herramienta para tomar decisiones

De acuerdo con el investigador principal, Robin Chazdon, de la Universidad de Connecticut (Estados Unidos), “la regeneración natural proporciona una solución de bajo costo basada en la naturaleza con un enorme potencial que fue pasado por alto por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de 2014”.

Estos hallazgos son útiles para alcanzar los objetivos nacionales e internacionales de mitigación de carbono a través de restauración forestal, como las Metas del Aichi (2010), el Desafío de Bonn (2011) y la Declaración de Nueva York sobre los Bosques (2014). Iniciativas regionales como AFR100 en África o la Iniciativa 20×20 en América Latina tienen el objetivo de restaurar, respectivamente, 100 millones y 150 millones de hectáreas de tierras degradadas y deforestadas y convertirlas en paisajes multifuncionales para el año 2020, para llegar al compromiso de restauración de 350 millones de hectáreas en todo el mundo para el 2030, que es el objetivo final del Desafío de Bonn.

Por ejemplo, Brasil tiene como objetivo restaurar y reforestar 12 millones de hectáreas para 2030 y restaurar otros 15 millones de pastizales degradados para el mismo año. Para no ir más lejos, en julio de este año, la Corte Constitucional de Colombia ratificó el compromiso del país con el Acuerdo de París (2015) para reducir sus emisiones de carbono en un 20% para 2030.

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