Tras una semana de discusiones, el texto sobre financiamiento tiene 1.956 corchetes y el de repartición justa de los beneficios de la Información Digital Genética, 300. Aunque esos son buenos ejemplos de lo complejo que ha sido el debate en la COP16, también hay casos de éxito. Ahora vienen los días más agitados.

Luego de una semana en la que los países pusieron sus cartas sobre la mesa para discutir cómo van a revertir y evitar la pérdida de biodiversidad a 2030 (como lo establece el Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal, al que se comprometieron en 2022); la plenaria para evaluar el primer avance en las negociaciones inició con un anuncio poco esperado. “Somos conscientes de los problemas que ha generado la señal de wifi y hemos trabajado toda la semana para solucionarlo. Ya hay disponible una nueva red a la que pueden conectarse”, señaló el viernes pasado, en el discurso de apertura, el exsecretario ejecutivo del Convenio de Diversidad Biológica, David Cooper.

El anuncio no era menor. Si hubo algo con lo que estuvieron de acuerdo todos los países en la COP16 fue que la mala señal de internet se había convertido en una piedra en el zapato para el desarrollo de las negociaciones. Era difícil acceder a los documentos, algunos delegados tuvieron que pedir plazos para entregar sus propuestas o devolverse a trabajar desde los hoteles y otros aprovecharon cada oportunidad con el micrófono para manifestar su incomodidad.

Pero, pese a los tropiezos, la ministra de Ambiente de Colombia y presidenta de las negociaciones, Susana Muhamad, aseguró en su balance que el “progreso sobre algunas cuestiones fundamentales” le resultaba “alentador”, e invitó a las partes a mantener su “espíritu de colaboración”.

¿En qué se avanzó durante la primera semana? ¿Qué temas importantes pasaron desapercibidos? ¿Cuáles fueron los “cuellos de botella?

Los avances y rezagos en las negociaciones de la COP16

Si tuviéramos que explicar en unas líneas cómo se llevan a cabo estas complejas negociaciones, habría que empezar con par de premisas: las decisiones se toman por consenso (entre las 196 partes) y nada está acordado hasta que todo esté acordado. Para facilitar la tarea, las discusiones se hacen sobre textos que se analizan, palabra por palabra, en pequeños grupos especializados. Los borradores que resultan de eso, se convierten en decisiones cuando se aprueban en la plenaria. Y las frases en las que haya desacuerdos se mantienen entre corchetes [como estos].

Por eso, mientras la zona verde (donde tienen lugar las actividades culturales y académicas) parecía un festival lleno de música, comida y arte, con cerca de 40 mil visitantes diarios; en la zona azul, los negociadores permanecían por cientos de horas sentados frente a una pantalla revisando corchetes.

Al inicio de la COP16, Colombia, como país anfitrión, en cabeza de la Ministra Muhamad, estableció cuatro temas que consideraba prioritarios para que la cumbre fuera “exitosa”. Entre esos, lograr una participación efectiva de las comunidades en la negociación, definir un mecanismo para evaluar el avance y la implementación de los acuerdos, mejorar flujo de recursos e impulsar una distribución justa de los beneficios por conservar la naturaleza.

Sin embargo, tras la primera semana, muchos de los pormenores y detalles para alcanzar esos acuerdos todavía están “crudos”. Aunque hay temas que han sido muy visibles, como el impulso a la participación activa de los pueblos indígenas y las comunidades locales en el Marco (más conocido como el artículo 8j), los textos sobre los que se negocia no reflejan ese avance.

Una de las peticiones, por ejemplo, era la creación de órgano permanente que asesorara a la COP y pusiera los derechos de pueblos indígenas y comunidades locales en el centro del Marco (algo a lo que se han opuesto países como Rusia e India). Otra, buscaba que se garantizara que el 20% de los recursos para proteger la biodiversidad fueran asignados directamente a las comunidades que la protegen.

Sin embargo, luego de seis reuniones, solo se avanzó en el programa de trabajo y en algunos acuerdos sobre la terminología, sin ninguna decisión de fondo. “Esperamos que las diferencias que permanecen se resuelvan en los próximos días y que, para la próxima plenaria, (que espera realizarse el miércoles con los delegados de alto nivel) podamos presentar un proyecto de decisión”, manifestó el presidente del grupo de trabajo.

Otro de los temas clave de esta COP16, también llamada la “COP de la implementación”, era el establecimiento de un mecanismo para reportar y medir el cumplimiento de los acuerdos. Hasta la semana pasada, las reuniones seguían enfocadas en detalles técnicos y de procedimiento, y no en el desarrollo del mecanismo. Aunque los negociadores se reunieron durante el fin de semana, el último documento resultó con más corchetes que el anterior (ahora tiene 153). En palabras del presidente del grupo de trabajo, “las partes aún no han llegado a un compromiso”.

La negociación sobre la Información Digital Genética (otro de los puntos centrales de esta COP16) es aún más retadora. El texto de negociación tiene 18 páginas y cuenta con más de 300 corchetes que buscan repartir mejor los beneficios del uso de los datos genéticos de la naturaleza, acaparados por grandes empresas. Los países en desarrollo, que resguardan y conservan buena parte de la biodiversidad del mundo, piden que las empresas que ganan miles de millones de dólares con el uso de la información genética que recopilan gratuitamente, paguen un impuesto por su beneficio.

Brasil y el bloque en el que negocian los países africanos piden que los pagos sean obligatorios e, idealmente, del 1% de las ganancias. Mientras que la Unión Europea, Suiza, Japón y Estados Unidos se atrincheran en que los pagos voluntarios son suficientes. Aunque se han considerado las contribuciones al fondo y el propósito del fondo, nada está aún definido.

Temas como las especies exóticas invasoras, el uso sostenible de la biodiversidad y el vínculo entre biodiversidad y cambio climático también van atrasados en las agendas. Como afirmó el co-presidente de uno de los grupos de trabajo, “la discusión del uso sostenible de la diversidad mostró ser la más desafiante, con muchos temas sin resolver”.

Financiamiento, el “cuello de botella” de las negociaciones

Hay una pieza que está en el centro de las discusiones y de la que depende que todo lo demás avance o se estanque: el financiamiento. La razón es sencilla. Sin dinero, es casi imposible que los países puedan cumplir sus compromisos, conservar la biodiversidad, desarrollar nuevas capacidades o hacer frente a las especies invasoras. Alcanzar los compromisos que asumieron en 2022 implica enormes esfuerzos (y recursos).

Conservar la biodiversidad del planeta  requiere entre US$ 722 mil millones y US$967 mil millones anualmente. Y solo para que Latinoamérica pueda cumplir con los compromisos del Marco Kunming-Montreal se necesitan más de US$ 430 mil millones anuales, sin embargo, solo recibe una mínima parte: US $1.782 millones. La brecha es enorme.

El planeta, además, ya tiene una gran experiencia de fracaso. Como explica David Obura, jefe de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES, por sus siglas en inglés), la falta de financiamiento fue “un factor principal” para que las Metas de Aichi (antecesoras del Marco Kunming-Montreal, firmadas en 2010) no se cumplieran.

Por eso, en la primera semana de la COP16, fue evidente que las discusiones alrededor del financiamiento no dejan de ser “difíciles” y “polarizadas”. Si midiéramos el progreso en el número de corchetes pendientes, el último documento que recoge las posturas de los países alrededor de la financiación muestra del complejo camino que queda. En 98 páginas hay 1956 corchetes y, entre más se reúnen las partes, los corchetes aumentan en vez de reducirse.

Como explica Sergio Chaparro, coordinador internacional del Centro de Estudios de Justicia y Sociedad, (Dejusticia), actualmente hay, al menos, cuatro grandes (y complejas) discusiones alrededor de este tema. La primera tiene que ver con el aumento de los recursos financieros, que aún son insuficientes. De los US $200 mil millones que prometieron los países desarrollados en la COP15 para alcanzar los objetivos de conservación a 2030, solo se han movilizado US$ 200 millones, menos del 1 %.

La segunda discusión tiene que ver con  la forma en la que se entregan los recursos. Un informe de la OCDE muestra que los grandes “donantes” en temas de biodiversidad lo hacen a través de préstamos (que luego deben pagarse con intereses). Y que de todos los recursos que ha recibido la región para proyectos de desarrollo relacionados con biodiversidad, el 45% llegó en forma de préstamos. De ahí a que se estén impulsando propuestas más complejas e innovadoras, como una reforma del sistema financiero o canjes de deuda por proyectos de conservación.

La tercera, que ha sido la más visible en estas negociaciones, tiene que ver con los mecanismos a través de los cuales se entregan los recursos (los fondos). Países como Brasil, Argentina y el bloque africano piden la creación de un nuevo fondo específico para biodiversidad, que esté controlado y cobijado por el Convenio, pues consideran que obtener dinero del Global Environmentan Facility (GEF) o del Fondo del Marco Global para la Biodiversidad (GBFF, por sus siglas en inglés) es difícil, lento y no responde a la urgencia de las necesidades.

Sin embargo, la Unión Europea, Canadá, Reino Unido, Nueva Zelanda, Japón, Noruega y Canadá han manifestado su desacuerdo. Y hay otros países que no necesariamente se oponen a la creación de un nuevo fondo, pero que prefieren enfocar las negociaciones y los esfuerzos de discusión en la movilización de recursos.

Por último, se busca que la financiación pueda ser entregada directamente a quien la necesita. Especialmente, a las comunidades locales, afrodescendientes y pueblos indígenas que protegen la naturaleza. Hasta la semana pasada, el texto que era analizado por los negociadores tenía todas las menciones a acceso directo tachadas.

Como asegura Chaparro, de Dejusticia, es importante que el acceso directo empiece a tomar fuerza en la agenda. “Hasta ahora, ese era un tema del que no habíamos hablado. No se planteaba que el dinero llegara directamente a las personas sin pasar por los gobiernos, y este es un cambio fundamental de paradigma”, asegura. “Pero no se trata solo de decir que están a favor del financiamiento directo, sino que en los textos se mantenga de forma explícita”, insiste.

En palabras de Bernadette Fischler Hopper, líder de incidencia global de WWF, “se ha logrado un proceso limitado en la primera semana en materia de financiamiento, con países aún muy divididos en sus opiniones, dejando el texto en un estado pendiente.

Los temas invisibles, pero que avanzan

Aunque no han figurado en las noticias o declaraciones de representantes de los Gobiernos, hay otros temas menos populares que sí han mostrado algunos avances. Uno de ellos tiene que ver con la creación de capacidades. Allí se logró un consenso sobre casi todos los puntos para operacionalizar una entidad técnico-científica que logre la coordinación mundial.

La discusión alrededor de la conservación de especies vegetales fue aprobada en plenaria y la que destaca el vínculo entre diversidad biológica y salud pasó a proyecto de decisión. Se avanzó en una buena parte del texto que establece un plan de acción mundial y reconocer la necesidad de frenar los motores de pérdida de biodiversidad para reducir los riesgos en salud.

Entre los temas que están cerca de acordarse están también la gestión sostenible de la vida silvestre y la conservación y el uso sostenible de la diversidad marina, que pasó de tener 34 paréntesis a dejar solo uno.

A partir de este martes iniciará el “segmento de alto nivel”, un espacio en el que las negociaciones estarán encabezadas por funcionarios de alto gobierno con el fin de presionar el acelerador. Según la ministra Muhamad, está confirmada la participación de seis jefes de Estado (aunque en principio se esperaban 10), 110 ministros, 23 viceministros y otros 30 representantes de alto nivel.


*Este artículo es parte de COMUNIDAD PLANETA, un proyecto periodístico liderado por Periodistas por el Planeta (PXP) en América Latina, del que El Espectador forma parte.

Sobre el autor
Foto del avatar

Daniela Quintero Díaz

Periodista y socióloga. Cubre la sección de Investigación de El Espectador y temas de medio ambiente, principalmente relacionados con conflictos socioambientales alrededor del agua y los océanos.

No hay comentarios aún. Deje un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.