Un plan minero que debería arrancar este año, una polémica y necesaria vía que está frenada y una pequeña hidroeléctrica tienen en alerta a los indígenas del Valle del Sibundoy.
Por Helena Calle ([email protected])
Foto: El Valle del Sibundoy, con cinco resguardos y seis cabildos, forma parte de la cuenca del río Amazonas y de la cuenca del río Putumayo. / Juan Gabriel Soler
Hace tres siglos, cuando el taita Carlos Jamabioy murió, dejó un testamento: “Estas tierras las dejo a mis indios del pueblo de Santiago y de Sibundoy Grande, que es mi voluntad que las gocen y defiendan si hubiere alguna inquietud de alguna persona mal intencionada”. “Parecía premonición”, dijeron algunos de los representantes de los seis cabildos indígenas del Valle del Sibundoy (Putumayo), de las etnias inga y kamsá, la semana pasada en una reunión en Sibundoy.
Allí declararon su preocupación por un proyecto hidroeléctrico sobre un tributario del río Putumayo, una vía que evitaría decenas de muertes y conectaría el Amazonas de Brasil con Tumaco (Nariño), parada por falta de recursos, y un proyecto minero para la explotación de oro.
Denuncian que se les ha vulnerado el derecho a la consulta previa y que 1.000 especies de fauna y 384 de flora estarían en peligro.
Un freno a la amenaza minera
En 2007 y 2009, la compañía Anglo American, que luego cedió sus derechos a Mocoa Ventures, adquirió concesiones para la búsqueda y explotación de oro, platino, cinc, molibdeno y plata en el corredor biológico del Alto Putumayo.Allí, donde nacen los ríos Putumayo, Mocoa, San José, Blanco, Pepino y Mulato, que surten la cuenca hidrográfica de la Amazonia colombiana, hay una reserva forestal y dos resguardos. (En contexto: La amenaza minera en el Alto Putumayo)
Son cinco los títulos aprobados ubicados en los municipios de San Francisco y Mocoa, en un área de 25 mil hectáreas, que afectarían a indígenas ingas, kamsás, sionas y yanakonas. La empresa sólo ha adelantado trabajos de exploración, pero como contó este diario, el 25 de abril se venció el último plazo de suspensión temporal de obligaciones otorgado por la Agencia Nacional de Minería, lo que significa que en cualquier momento puede empezar la explotación de esta zona de confluencia entre los Andes y la Amazonia. Anglo American publicó en este diario una aclaración en donde afirma que “no está desarrollando ni planea desarrollar ningún proyecto minero en el Alto Putumayo“, pero las comunidades están a la defensiva, sobre todo porque en 2015, en el proceso de consulta previa, la comunidad inga dijo NO, y por eso la empresa desistió.
La vía de la discordia
LProbablemente el proyecto de infraestructura más polémico de los últimos 20 años en Putumayo ha sido la variante San Francisco-Mocoa es una carretera de 46 kilómetros, de los cuales hay apenas 19,2 construidos, y se convirtió en bandera de ineficiencia y saco roto para Putumayo (La inversión por parte de la nación en este proyecto supera los 739 mil millones de pesos).
Terminar de construirla es imperativo porque sería la única vía alternativa al llamado “Trampolín de la Muerte”, una trocha angosta que conecta Mocoa con Pasto y que cobra la vida de cientos de personas al año que se descuelgan por 1 kilómetro de abismo, sobre todo en invierno. Pero la variante está paralizada y con razón: la construcción una reserva forestal se planta en medio de la vía. Como contó El Espectador, a la altura de la vereda Campucana se extiende un puente de los 61 que debería haber, pero este no conduce ninguna parte. En cambio, se topa con la Reserva Forestal Protectora de la Cuenca Alta del Río Mocoa. Al otro lado de la reserva, por el municipio de San Francisco, no hay puente, sino una estructura de metal oxidada por las lluvias y la neblina que cubre la montaña, justo en territorio sagrado inga y kamsá. (Lea también: La carretera en Putumayo que también es un corredor de fauna)
En los últimos 25 años se han hecho cinco estudios para definir el diseño de la variante, y cuando se adjudicó el proyecto en 2010, los ingenieros se chocaron con la reserva forestal y comenzaron los rediseños, según un informe del Invías, para disminuir su impacto ambiental. En esas se acabaron los $427.000 millones que Invías aprobó inicialmente, y el Banco Interamericano de Desarrollo, que iba a financiar el 27% de la obra, se salió del proyecto.
Aunque paradójico, los indígenas agradecen que la obra esté frenada, a pesar del daño que perciben porque según cuentan, desde que se planteó el proyecto la participación de las comunidades indígenas se vio comprometida. Un informe de 2001, del Ministerio del Interior, solicitado por el Consorcio Vial del Sur, certifica que hay comunidades indígenas en San Francisco. En 2002, la respuesta a una nueva solicitud las niega, y por eso no se adelantó consulta previa. “Es grave. Cuando metieron máquinas a la montaña dañaron los caminos ancestrales en los que los indígenas del Bajo y Alto Putumayo intercambiamos medicinas, semillas, y pa nada, pa ningún camino”, dice Ángel Pasuy, arquitecto especialista en ordenamiento territorial, e indígena kamsá de Sibundoy.
Los «pasitos para una pequeña hidroeléctrica
La empresa de Energía del Valle de Sibundoy (Emevasi) ideó un proyecto que apenas está en proceso de socialización: una pequeña hidroeléctrica sobre la Garganta del Balsayaco, uno de los tramos más caudalosos del río Putumayo.
En mayo de este año, y con apoyo de la Gobernación de Putumayo, en cabeza de Sorrel Aroca, se plantearon dos opciones para emplazar una pequeña hidroeléctrica sobre el Balsayaco que no sería una represa –como Hidroituango, por ejemplo– sino que funcionaría “a filo del agua”. Esto implica que una parte del cauce de un río sería desviada por un canal para ser llevado hasta una planta de generación de energía.
El gerente de Emevasi, Javier Jojoy, dice que el proyecto inicial buscaba generar de 14 a 15 kilovatios hora anual de energía limpia , pero se decidió que sería de 6 kilovatios hora anual de energía limpia. Hoy, en el Valle del Sibundoy, hay cerca de 10.500 usuarios que usan 3 kv de energía disponible. Es decir, que el proyecto “Pequeña hidroeléctrica Balsayaco” doblaría la capacidad para todo el Valle. “Podríamos vender la energía a otros departamentos”, dice. (Lea también: Subestimamos el efecto de las pequelas hidroeléctricas, según estudio)
Según un informe de la empresa, conocido por El Espectador, máximo 9 personas se verían afectadas, pero lo más preocupante para las comunidades indígenas del Valle del Sibundoy es, sobre todo, que no les están consultando.
En un oficio del Ministerio del Interior, con fecha del 23 de septiembre de 2016, la dirección de consulta previa certifica que no se registra presencia de comunidades indígenas en la zona de influencia del proyecto, en el municipio de San Francisco, aun cuando en el informe de la empresa se cuentan por lo menos tres propietarios indígenas, y en ese municipio viven por lo menos 1.819 indígenas (en el Cabildo Indígena Kamëntsá-Inga de San Francisco).
Por ahora, los estudios ambientales de Emevasi continúan y la licencia ambiental entrará en trámite pronto.
*Infoamazonia es una alianza periodística entre Amazon Conservation Team, Dejusticia y El Espectador