Aunque suene paradójico, cultivar bosques de pino y eucalipto alrededor de los bosques naturales que aún están en pie ayudaría a protegerlos de la tala ilegal. La experiencia de la reforestadora más grande del país, Smurfit Kappa, da luces sobre cómo lograrlo.
Las cifras que reflejan la presión sobre los bosques de Colombia son ya conocidas: 178.000 hectáreas de bosque natural fueron arrasadas en 2016. Las causas van desde el acaparamiento de tierras hasta los cultivos de uso ilícito, la ganadería extensiva y la minería ilegal. La cifra encierra una certeza, y es que la mayoría de la madera que se usa en Colombia tiene un origen ilegal. El 43 %, según el Ministerio de Medio Ambiente.
¿Pero qué pasa con los que están sacando madera de forma legal y, además, de manera sostenible? ¿Cómo podemos saber qué madera es legal?
Parece una paradoja, pero talar ciertos bosques podría ayudar a salvar los bosques naturales del país. Es tan sencillo como esto: si no hay un bosque específicamente plantado para que se tale y se convierta en muebles, mesas, vigas, papeles y cartones, se seguirá talando bosque natural en Colombia. (Lea también: El lado verde de la industria papelera)
Dominar esta paradoja, es decir, poder cultivar un bosque y proteger el bosque natural tiene un reconocimiento internacional: el sello FSC, otorgado por el Consejo de Administración Forestal. Esta es una certificación voluntaria muy exigente que evalúa la viabilidad de la parte social, económica y ambiental de un proyecto forestal.
El sello sólo se da tras meses de evaluación a las plantaciones forestales y se reevalúa cada año. Campañas como la que lleva WWF invitan a los compradores de papel y cartón a buscar el sello en lo que compran.
En el mundo, sólo unas 200 empresas lo tienen, y en Colombia, una de estas empresas certificadas es Smurfitt Kappa (SK), antiguamente Cartón de Colombia. Esta es el reforestador privado más grande del país. A lo largo de 33 municipios, tiene unas 68.000 hectáreas de pino y eucalipto, y 22.000 hectáreas de bosque natural que siguen en pie a pesar de que, a su alrededor, cada siete años se talan pinos y eucaliptos para hacer papel, cartón y bolsas de fibra resistente para transportar azúcar o cemento.
“Una familia debe sacar leñita diaria, pero, ¿cuántos árboles talarán 100 familias al día que se van al monte? La tala es lenta, pero sin pausa”, dice Ricardo Gómez, un ingeniero forestal de SK que se ha dedicado al desarrollo social. “Si se deforestan 178.000 hectáreas al año, deberíamos sembrar las mismas, pero Colombia no siembra ni 10.000 al año. Llevamos más de 50 años con proyectos forestales y el país apenas tiene 400.000 hectáreas por mucho en bosque cultivado”.
De algún modo, a pesar de que la operación de bosques cultivados de Smurfitt Kappa es grande (factura casi US$350 millones al año sólo en Colombia) el papel y el cartón son una pequeña parte de la industria de la madera, y la reforestación no es el común denominador en la industria de la madera. BIBO visitó una de las plantaciones forestales certificadas por el sello FCS, en Yumbo (Valle del cauca), para ver qué significa tener un bosque “sostenible”.
Todo bosque fue paciencia: la investigación tras una semilla
Las semillas de eucalipto son marrones, como una miga de pan. Las de pino son aún más pequeñas, muy negras. El ingeniero forestal Carlos Mario Jiménez calcula: “En 20 años esta semilla serán 20 resmas de papel”, Detrás de esas semillas hay cuarenta años de investigación ensayo y error para sembrar pinos y eucaliptos que resistan al agua y la lluvia, que crezcan fuertes, que aguanten las plagas. En el vivero forestal de SK hay pinos jóvenes, verdes biche, y eucaliptos rojizos creciendo en unas estructuras de madera que asemejan una caja de huevos (pero de casi cinco metros cuadrados). El vivero produce entre 10 o 12 millones de plántulas al año, y cada una cuesta $630.
“En este vivero es donde primero crecen los árboles que vamos a plantar a mano. Cada árbol está plantado en una especie de tubo. Las raíces están “empacadas” en un papel especialmente diseñado para que salgan libremente y respiren”. Ese sistema permite transportar las plántulas fácilmente, lo que facilita la reforestación en el resto del país o a las empresas a quienes se las venden como la federación de Cafeteros.
Un truco para diferenciar una plantación forestal de un bosque natural es que todos los árboles en un bosque cultivado son casi idénticos. Según cuenta Carlos Mario, biólogo y jardinero, esto es porque se toman las mejores especies y se clonan. Hay varias maneras de hacerlo: “Una es tomando el famoso “piecito”. Se eligen los mejores individuos y se cosechan las ramas más saludables. Otra son los minijardines clonales hidropónicos. Esto es tener 6 u 8 “plantas madre” en un vivero, alimentándose sólo de los nutrientes que les dan los jardineros, para clonarlas masivamente. En 7 años, el eucalipto será cosechado para hacer papel y cajas, y el pino, en 18 para hacer sacos de fibra gruesa.
Plantar sobre lo heredado
Para cosechar un bosque, y que sea certificado por el FSC, es necesario ocuparse de varios factores. El primero es que haya una mejora en el suelo. “Nuestra herencia fue un potrero y ahora es un bosque Este suelo lo pelaron los españoles buscando El Dorado, luego los criollos con la ganadería. Desde hace mucho tiempo la capa vegetal ya no existe”, dice Nicolás Pombo, director de la División Forestal de SK.
Así explica cómo un bosque sostenible nunca se plantaría en vez de un bosque natural. “Sólo se planta en suelos que otros ya hayan talado, y los bosques naturales dentro de los predios se respetan”. Según el inventario biológico de esa empresa, se han encontrado 651 especies de flora, 494 de aves y 77 de mamíferos grandes y pequeños tanto en los bosques cultivados y naturales.
Los suelos de Yumbo (Valle del Cauca) son rojos, es decir, que contienen mucho hierro. Son muy pesados, y con la humedad se vuelven arcillosos, y cuando se secan en verano, se quiebran. Las montañas de Yumbo están trazadas por líneas rojas donde la tierra ha cedido por la erosión. Las raíces de árboles como el pino y el eucalipto hacen una especie de cavernas dentro del suelo y eso propicia la filtración de agua, ayuda a recargar los acuíferos y las hojas del árbol amortiguan la lluvia para que no le pegue directamente al suelo. “Si tienes un suelo pelado y estableces una plantación, ésta va formando materia orgánica. Todos Estos desechos, con el tiempo se descomponen. Así que a los 18 años el suelo ha mejorado y puedes poner una especie que crezca más”. Eso, según explica Pombo, es uno de los efectos protectores de un bosque cultivado.
Proteger el agua y el bosque natural
También está el factor de la lluvia. Para que un bosque sea sostenible hay una medida: si no llueven 700 milímetros al año, no se planta. “Un bosque cultivado no se riega y se fertiliza sólo al principio. Serán 7 o 18 años, hasta más, de poca intervención”. ¿Qué hacer? Nunca plantar en un lugar en donde no llueva mínimo 700 milímetros al año.
Pasado ese tiempo hay que cosechar, y hay distintas técnicas para que al talar un árbol no se tumben sus vecinos, menos si son especies nativas. “Esta es una de las partes más retadoras de tener este sello. La mayoría de los troncos se sacan de lo profundo del bosque con una cuerda y poleapara no deber tumbar más de los necesarios”, explica Pombo. También se saca de manera tradicional, a lomo de mula o arrastrando los troncos con maquinaria pesada, aunque en menor medida.
Por otro lado, no es necesario cortar árboles cada que hay que hacer papel. Según la Cámara de Pulpa, Papel y Cartón de la Andi, el 71 % del papel y el cartón ha sido reincorporado de alguna manera a una nueva producción en Colombia. Por ejemplo, en el país se reciclaron 881.929 toneladas de papel y cartón sólo en 2015. El papel tiene siete vidas, y parte de hacerle justicia al sello FSC es usarlo las más veces que sea posible. “Cuando uno recicla papel necesita siempre agregarle fibra virgen, pero se tala menos bosque para este fin si hay una cadena de reciclaje”, explica Pombo. Por último, en Yumbo se han construido unos 1.800 kilómetros de vías para sacar los pesados troncos en camiones (casi el equivalente de ir de Cali a Bogotá, de ida a vuelta, dos veces).
Pocos químicos y plagas para las plagas
Las plantaciones forestales son como cualquier otro cultivo y están expuestas a las plagas y la inclemencia del clima. Carlos Rodas, director del programa fitosanitario de Smurfitt Kappa, lleva investigándolas desde la década de los noventa. Su oficina está repleta de registros de plagas que desde los años cincuenta afectan los bosques de Colombia. “Justo ahora hay tres plagas principales en el país: los insectos palo (o mariapalito), las hormigas cortadoras de hojas y los llamados “mide cuartas”, que son las larvas de mariposa. Todos se comen las hojas de los árboles. La mejor estrategia para combatirlos no son los químicos, que dañan a la tierra y afectarían las 515 bocatomas que hay en los predios de la empresa: son sus enemigos naturales”.
Veinte años de investigación le han dado a Carlos una idea de cómo resolver el problema. “A los mariapalito les aplicamos hongos o una bacteria que se llama “Bacillus thuringiensis” como alternativa al plaguicida. Para el caso de las larvas de mariposa, instalamos trampas de luz en un tronco para que desoven en un solo árbol, y luego soltamos unas avispas que heredamos de los programas fitosanitarios del desaparecido Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente (Inderena), y ellas matan las larvas, que es el estado dañino de la mariposa”. Por su parte, por la organización social tan compleja de las hormigas, para éstas sí son necesarios los plaguicidas.