*Este artículo fue publicado originalmente en la revista El Malpensante y es republicado con permiso de su equipo editorial. Clic para ir al original.
Figura 1.
Corría el año 1918 cuando José Eustasio Rivera visitó por primera vez Casanare. Luego, en 1922, como encargado de la comisión para la demarcación limítrofe con Venezuela, se adentraría en Vaupés, Meta y Putumayo, dos años antes de publicar la novela.
En la figura 1, correspondiente a la primera parte de la obra, se despliega un trazo resuelto y elegante, como los pasos decididos de la pareja fugitiva: Arturo Cova y Alicia descienden de Bogotá, pasan por Cáqueza y Villavicencio hacia Casanare, y todavía transitan las tranquilas ondulaciones de la cordillera. Pero en la segunda parte de la novela los personajes son absorbidos por la extrañeza del Llano y el delirio de la selva. Arturo pierde a Alicia sabiendo que está embarazada, y decide preguntarle a un chamán sobre su paradero. La figura 2 corresponde a la toma de yagé; la narración del Pipa (guía de Arturo), que intuye la posible ubicación de Alicia, se desplaza a los márgenes, vacila entre tachones y se contiene. La figura 3 comprende una de las páginas finales de la segunda parte, cuando Cova enferma de fiebre, desvaría y sufre. Las letras de Rivera se quiebran como el personaje.
Aquí una narración de la Biblioteca Nacional.
La Biblioteca Nacional compró el archivo a los herederos de Rivera, quienes aseguraron tener solo las dos primeras partes del libro. Así que no podemos analizar la caligrafía del autor en los folios de esa tercera parte pues, tal y como advierte el terrible epílogo del libro al referirse a la suerte de Arturo y Alicia, no queda “ni rastro de ellos. ¡Los devoró la selva!”
Lea el libro «La Vorágine» completo aquí
Figura 2.
Figura 3.
La foto que encabeza este artículo es una ilustración del artista Canen García basa en La Vorágine (1924, Colombia) de José Eustacio Rivera