Las herramientas de vigilancia satelital, tanto nacionales como internacionales, están en línea para que los ciudadanos sean guardianes del bosque.
El último reporte anual del IDEAM, que corresponde a 2016, ya nos entregó una cifra temida: 178.597 hectáreas de bosque fueron deforestados en Colombia ese año. Ante el fenómeno, las entidades del estado se han puesto las pilas para actualizar su tecnología: hace 2 meses, el Ideam empezó a usar datos del programa Copérnico (uno de los más poderosos en órbita) para monitorear la situación ambiental de Colombia y llevan varios años implementando el sistema “Cubo de Datos” (un método australiano para procesar masivas cantidades de imágenes satelitales). También el Sistema de Información Ambiental Territorial de la Amazonia Colombiana (SIATAC) del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (SINCHI) entrega reportes diarios sobre fuegos en esa región del país.
En total, hay unos 40 visores geográficos disponibles en línea para el público. Lo malo es que casi nadie los consulta. Algunos son muy especializados y enredados. Otros, ni cargan. Pero si se saben usar, podrían ayudar a las personas en veredas y municipios a saber cuánto avanza este fenómeno (y otros) en su territorio antes de que se lo digan las entidades de control ambiental, y actuar rápido. Aquí le contamos cómo usar estas tres herramientas gratuitas:
Desde 2009, el Ideam logró tener apoyo financiero para monitorear la cubierta forestal de Colombia. Gracias a ese trabajo, Colombia cuenta con un Sistema de Monitoreo de Bosque y Carbono que desde 2014 está disponible para consulta. El problema es que su interfaz no funciona muy bien. Por ejemplo, pretende mostrar el avance de la deforestación desde 1990 hasta 2016, y avanzan los numeritos, pero en el mapa no sucede nada.
Eso no significa que los datos no estén disponibles. El Ideam organizó las alertas tempranas por deforestación y los reportes anuales disponibles para descargar. Lo que necesita saber para entender esta información y los mapas disponibles es la diferencia entre “Cobertura bosque-no bosque” y “deforestación”. Gustavo Galindo, uno de los líderes del Sistema de monitoreo de bosques del Ideam, lo explica así: “Deforestación es cuando aparece un parche o un pastizal cuando no lo había en el reporte pasado. Bosque no bosque en cambio es una especie de panorama acumulativo de cómo cambia el uso de los suelos”. Aunque son pocas, también hay áreas sin información porque mientras el satélite tomaba la foto, bandas, sombras o nubes se atravesaron.
Y agrega: “muchas entidades del gobierno han sacado geo portales, pero estas herramientas son costosas de mantener, de actualizar los servidores. Si fuera por mí, es mejor tener herramientas de información en una sola para que haya un par de mapas buenos y no muchos malos”.
Desde 2014 se viene diciendo que el sistema de monitoreo de bosques es frágil, por un lado por su alto costo de mantenimiento (son $500 millones al año) y por ser demasiado técnico y poco comprensible para el público.
El sistema de Información Ambiental de Colombia (SIAC) es, en cambio, uno de los geo portales más completos y actualizados del país. Este incluye los datos de deforestación del Ideam y datos ambientales de otras 6 entidades, 174 mapas oficiales para descargar, 235 capas geográficas, 174 datos metadatos para consulta y 220 capas para descargar en formato shapefile, que es un formato de almacenamiento para almacenar datos de ubicación, forma y atributos geográficos, y que se puede leer en programas como Arcgis. En la esquina derecha, un usuario puede seleccionar las casillas de Agua, zonificación, sueño, biodiversidad, clima y licencia ambientales. Si divide el mapa a partir de regiones naturales, o políticamente, puede enterarse sobre la oferta, demanda y calidad del agua, dónde hay bosque o no o qué proyectos está estudiando la Agencia Nacional de Licencias Ambientales.
La ventaja del SIAC es que carga rápido, es una herramienta en línea y tiene un catálogo de todos los mapas oficiales del país en formato pdf, desde humedales y áreas protegidas hasta pozos de hidrocarburos, líneas de alta tensión y demanda hídrica por sector económico. La desventaja es que no se puede “cruzar” la información. Es decir, no se puede agregar capa sobre capa para comprobar que un cuerpo de agua coincide con una licencia de explotación minera, por ejemplo.
El mapa global de Global Forest Watch
Tal vez la herramienta más completa para entender el fenómeno de la deforestación es la que desarrolló Global Forest Watch en 2014. A vuelo de pájaro, el mapa muestra cuánto bosque se ha ganado y perdido en todo el mundo. La diferencia es que los usuarios pueden ver el cambio a lo largo de los últimos 16 años en una línea de tiempo que puede ajustar con fecha exacta, y que usa datos de organizaciones como el NOAA o el IDEAM, que procesan en la Universidad de Maryland.
Lo primero que hay que entender sobre este mapa es que tiene información global. Por eso hay que ser lo más específico posible para que entregue información puntual. Cada país tiene una forma legal de decir qué es un bosque. En Colombia, un bosque mide mínimo una hectárea, con más del 30% de cobertura vegetal que tenga 10 metros de altura. Fuera de eso no es considerado bosque. El mapa viene configurado así, pero si quisiera comparar con otros países, tendría que ajustar el porcentaje.
Probablemente lo más interesante del mapa de GFW son las “áreas de interés”. La herramienta tiene la posibilidad de que un usuario suba un archivo de Excel con las coordenadas de su vereda, finca o municipio y la herramienta le dirá exactamente cuánto se ha deforestado en determinado periodo de tiempo. La herramienta produce un shapefile y se abre en programas de procesamiento geográfico como ArcGis (que cuesta) o QGis, GBSig que son gratuitos. Incluso, el mapa tiene una herramienta para dibujar un cuadrante sobre un área seleccionada y descargar los datos.
Pero no solo se concentra en deforestación. Los usuarios pueden usar las capas del mapa para ver proyectos petroleros, cultivos de palma africana, plantas hidroeléctricas, minas, hotspots de biodiversidad, áreas protegidas, resguardos indígenas, corredores de conservación para ciertas especies, selvas vírgenes (que significan “sin fragmentar” más que “sin descubrir”), densidad de población y otros datos que se pueden cruzan, activad y desactivar a manera de capas.
Desde hace 3 semanas hay información quincenal sobre deforestación en Colombia, Ecuador, Perú y Brasil, que llega a su correo si se inscribe. Así, los ciudadanos que son testigos de la tala todos los días tendrían una dimensión satelital de problema en sus regiones. Solo está disponible en inglés.
Imágenes satelitales que cambian el mundo
La vigilancia satelital y los mapas hechos colaborativamente con el conocimiento de las personas ya han ganado grandes batallas jurídicas y ambientales en el pasado. El 2 de diciembre de 2016, el pueblo Kichwa, de Sarayuku, Amazonía ecuatoriana, se presentó frente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para una audiencia de seguimiento a la sentencia contra el gobierno Ecuatoriano por violar los derechos de los Kichwa.
En 1996, ese gobierno concesionó tierras del pueblo Sarayaku a la Compañía General de Combustibles (CGC) de Argentina sin realizar consulta previa. “Entre 2002 y 2004, 1.4 toneladas de explosivos conocidos como pentolita fueron enterrados en la selva como parte de las actividades de exploración”. En 2012, la CIDH le ordenó a Ecuador retirar la pentolita, pero el mapa que los habitantes de Sarayaku presentaron ante esa Corte, apoyados de imágenes satelitales y fotografías recogidas en campo, demuestra que muchas toneladas siguen enterradas, y que otras concesiones petroleras los afectarán en el futuro porque, como sucedió en los noventa, temían que se volvieran a deforestar terrenos, árboles y plantas de importancia cultural para ellos, según contó El Paísde España. La CIDH volvió a fallar a su favor.
En Colombia, una demostración de esta vigilancia satelital son las comunidades de municipios como Belén de los Andaquíes, en Caquetá, que según el IDEAM perdió 23.812 hectáreas de bosque solo en 2015, y que gracias a su “mapeo comunitario” lograron proteger 28.877 hectáreas bajo la figura de “Área Protegida de la Sociedad Civil”. Estas son áreas protegidas reconocidas por la ley colombiana, pero no por los mapas del Ideam (y por ende los de Global Forest Watch), ni por los trazados de carreteras, ni por Google Earth. ¿Cómo resolver ese asunto?
Para Santiago Palacios, un experto en sistemas de información geográfica del Amazon Conservation team, la solución es simple: dándole a campesinos e indígenas los conocimientos necesarios en cartografía a través de una plataforma que no requiera de internet, y con acompañamiento del gobierno.
A pesar de los esfuerzos, la Amazonía sigue desconectada
Uno de los grandes problemas para estas herramientas, eso sí, es la conexión a internet. Por las grandes cantidades de información que manejan, los mapas solo cargan con conexiones de banda ancha, no necesariamente potentes, pero sí estables.
En 2011, el relator especial para la Libertad de Expresión de Naciones Unidas, Frank La Rue, pidió que se reconociera el acceso a internet y la superación de la brecha digital como un derecho fundamental, y dijo en su informe que “la única y cambiante naturaleza de internet no sólo permite a los individuos ejercer su derecho de opinión y expresión, sino que también forma parte de sus derechos humanos y promueve el progreso de la sociedad en su conjunto”. Las Naciones Unidas declararon el acceso a internet como un derecho fundamental ese año.
En Colombia, dos propuestas de ley para modificar el artículo 20 de la Constitución y consagrar el acceso a la banda ancha como un derecho fundamental fueron presentadas en 2011 y 2014. Ninguna prosperó. De acuerdo con Catalina Botero, ex relatora especial para la libertad de expresión de “esta disposición obligaría al Estado no solo a mejorar la provisión de banda ancha (y lo que creemos que es banda ancha pues es vergonzoso que en Colombia aceptemos que menos de 2k lo sean), sino también a facilitar mecanismos de acceso, especialmente para poblaciones más vulnerables”. Para 2018, según cálculos del Ministerio de Telecomunicaciones (MinTic), en Colombia hay 28,42 millones de conexiones a Internet de Banda Ancha, incluyendo las suscripciones a redes fijas y móviles, así como las conexiones móviles por demanda.
Pero la conexión a internet para áreas rurales aún es un panorama complejo, y para que funcionen estas herramientas es necesaria una conexión estable, si no potente. Una de las soluciones de esa cartera para garantizar este acceso a conexión en zonas rurales es el Proyecto Nacional de Conectividad de Alta Velocidad, en donde planean instalar 953 Kioscos Vive Digital en departamentos de la Amazonía, Orinoquía y Chocó, unas instalaciones de internet, telefonía, escáner y otros en lugares comunes: casas de familia, salones comunales o droguerías. Sobre todo en aquellos corregimientos que se quedaron por fuera del Proyecto Nacional de Fibra Óptica por las limitaciones geográficas, la gran mayoría, en la Amazonía, una zona prácticamente plana, y a donde llevar los materiales es carísimo (contratar un yate pequeño solo para transportar a los obreros puede costar unos $12 millones).
De acuerdo con esa cartera, ya hay 130 torres instaladas y 6.781 kioscos en toda Colombia. En Amazonas, por ejemplo, hay cuatro, uno en la Base Militar de El Encanto y tres en centros educativos. En Arauca hay 17 torres para llevar la Red de Alta Velocidad a Inírida y otras localidades del Guainía. Sin embargo, la Amazonía sigue siendo la región de Colombia más “desconectada” de Colombia (a la vez que la más deforestada, un problema si queremos seguir el fenómeno vía satelital).
Gustavo Galindo dice que sin conocimientos cartográficos no se puede hacer mucho en estas herramientas, pero para Palacios es distinto: “Las personas pueden tener herramientas o apps que no requieran internet. En algunos casos es necesario conocer de SIG, pero por lo general la gente puede hacerlo”.
Los mapas ilustran cómo vemos el mundo, los problemas y las soluciones. “Poseen una tremenda capacidad de comunicar y reivindicar la historia de una ciudad, de una comunidad o de un pueblo”, se lee en El País.
Entonces, una idea: ¿qué tal si contáramos con el vasto conocimiento del territorio de las comunidades para generar la información necesaria para cumplir con el compromiso de cero deforestación en la Amazonía para 2020? Tal vez así le ganaríamos al avance de la deforestación.