En la consulta popular del fin de semana, los ciudadanos de ese país se opusieron al proyecto de extracción de crudo en el Parque Nacional Yasuní.
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En 2011, el reconocido pensador portugués Boaventura de Sousa Santos escribió un artículo en el que explicaba algunos de sus postulados teóricos más reconocidos. “Epistemologías del sur”, lo titulaba. Para aclararlos empezaba con un ejemplo que admiraba: el del parque nacional ecuatoriano Yasuní. Allí, decía De Sousa Santos, se estaba gestando un proyecto revolucionario que reivindicaría los derechos de la naturaleza y establecería una nueva relación entre los países más y menos desarrollados. Para no explotar el petróleo oculto en una de las áreas más ricas en biodiversiad en el mundo, el gobierno de ese país le había propuesto a la comunidad internacional una compensación equivalente a la mitad de los recursos que le dejaría el crudo de Yasuní, ubicado en la cuenca amazónica.
La propuesta, ideada por el activista y teórico Alberto Acosta, entonces ministro de Energía y Minas, le fascinaba al portugués. Sin embargo, no pudo concretarse y, a cambio, Ecuador lanzó un polémico plan de explotación. Desde entonces se desencadenó un intenso debate que el pasado fin de semana tuvo un revés. En una histórica consulta popular, los ciudadanos ecuatorianos manifestaron su rechazo a la extracción de crudo en ese lugar.
La pregunta, que hacía parte de una consulta con siete interrogantes, era concreta: “¿Está usted de acuerdo en incrementar la zona intangible en al menos 50.000 hectáreas y reducir el área de explotación petrolera autorizada por la Asamblea Nacional en el Parque Nacional Yasuní de 1.030 hectáreas a 300 hectáreas?”. El 67,4 % de los ecuatorianos dijeron que sí. El 32,5 votó que no.
“Aunque es claro que aún faltan las cifras totales oficiales, es claro que los ciudadanos no queremos ni un pozo más en el Yasuní”, escribió en un tuit la organización Yasunidos, que ha liderado las protestas frente a la extracción petrolera. Alberto Acosta, el ex ministro de Minas, la replicó en su Twitter y también celebró la decisión de los ecuatorianos.
Pese a que no se pueden dejar de lado las disputas políticas que habían impulsado a los ecuatorianos a inclinarse por el Sí, detrás de esa área hay una riqueza que los votantes prefieren conservar. En una sola hectárea es posible encontrar hasta 655 variedades de árboles y el cuidado de sus ecosistemas es clave para animales como el jaguar. Además, en su interior están los tagaeris y los taromenanes, dos pueblos indígenas en aislamiento voluntario, que estarían en riesgo.
Lo que hace el voto ecuatoriano, en otras palabras, es reducir el área de explotación petrolera de 1.030 a 300 hectáreas y crear 62.188 hectáreas adicionales a las 758.778 actualmente protegidas. La cifra, sin embargo, parece no preocuparle mucho al gobierno. Hasta el momento, la zona intervenida suma 37 hectáreas y lo permitido para explotar, según diarios locales, es 335 hectáreas.
El problema ahora es que no se sabe con precisión qué rumbo tomará la nueva protección. Si se hace hacia el oeste, protegerá a los pueblos indígenas aislados. Si no, todo parece indicar que estarán en riesgo de extinción.