Doce científicos recorrieron los ríos Orinoco y Vichada para identificar el estado de conservación de delfines rosados y manatíes en esa región.

 

Por María Paula Rubiano. Periodista Blog El Río – El Espectador

Doce científicos. Trece días. Tres lanchas. 566 kilómetros recorridos a través de raudales en los ríos Orinoco y Vichada. Todo, con el objetivo hacer un diagnóstico actualizado de la situación de los delfines de río y manatíes en los departamentos bajo la jurisdicción de Corporinoquia: Casanare, Arauca y Vichada. Decidieron hacer la misma ruta que recorrió el científico y explorador alemán Alexander von Humboldt, entre 1790 y 1796.

La expedición, a cargo de la Fundación Omacha, WWF, Aquabiósfera y Corporinoquia, fue el último paso de un proceso que se empezó a cocinar hace dos años, cuando el país se indignó tras enterarse de que en Orocué (Casanare) dos pescadores habían cazado a dos ejemplares de Inia geoffrensis, conocidos comúnmente como delfines rosados, toninas o delfines de río.

A diferencia de los delfines, los manatíes son criaturas que se esconden. Su avistamiento es tan complicado (apenas asoman sus narices) que son llamados los “fantasmas de río”.

Fernando Trujillo, director de la Fundación Omacha, cuenta que fue entonces cuando Corporinoquia, junto a la Armada, lo llamaron para que Omacha, junto a otros aliados, se encargara de crear el plan de manejo. La urgencia de esta medida se incrementó desde enero pasado, cuando la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) subió a los delfines rosados de categoría “vulnerable” a “en peligro”.

Esta decisión estuvo basada en la información que Omacha y sus aliados han recogido en los últimos 12 años, en expediciones que, como la que acaba de concluir en la Orinoquia, ha recorrido los grandes ríos de Suramérica para recoger datos sobre las poblaciones de delfines. En todas estas travesías, los científicos han constatado la disminución de los animales en toda la región.

Una madre con su cría salen al río para respirar. Durante el trayecto, encontraron cuatro “guarderías”, que son remansos de río donde los delfines interactúan y resguardan a sus crías.

Esta expedición, que partió desde Puerto Carreño (Vichada), no fue la excepción. En total, los científicos vieron a 149 delfines, un número pequeño para estar en aguas bajas. Hubo además otros signos en el ecosistema que les avisaron que el Orinoco está sufriendo grandes presiones: mientras bajaban por el río, les sorprendió que cada vez era más difícil encontrar aves acuáticas. “No sabemos si se relaciona con sobrepesca, un problema que ha crecido debido a la falta de alimentos en Venezuela”, explica Trujillo.

El río Orinoco, a pesar de su gran importancia en biodiversidad, es uno de los ecosistemas más desconocidos de Colombia.

Cuando llegaron al río Vichada entraron hasta el corregimiento de Santa Rita, en donde se encontraron de frente con las dinámicas propias de los territorios que ignoran las líneas en los mapas: camiones cargados para bajar por río hasta Inírida, colombianos yendo y viniendo desde las minas de oro en Yapaca (Venezuela) y actores armados coordinando estas operaciones. “Aunque pensamos mucho en Von Humboldt, fue evidente, una vez más, que una expedición en Colombia, además de enfrentarse a la naturaleza, implica enfrentarse a una compleja situación social”, dice Trujillo.

En Santa Rita (Vichada) decidieron seguir bajando hasta El Remanso, en los cerros de Mavecure. Esto les permitió incluir en sus registros el río Inírida y Caño Bocón, conectando así dos sitios Ramsar: la cuenca del río Bita y la Estrella Fluvial del Inírida.

La ruta completa les exigió apoyarse en el conocimiento de los pescadores y lancheros locales. “En los raudales de Atures y Maipure, los lancheros nos contaron que se ahogaron 22 personas hace unos meses, y ves el bote destruido en las rocas. Atravesar esa zona evidentemente no sería posible sin gente de la zona”, dice Trujillo.

Los raudales, o rápidos, fueron una de las partes más retadoras de la expedición.

Pero, además, gracias a entrevistas con la gente local (aproximadamente 200 personas) lograron entender los cambios en el ecosistema y posibles efectos del cambio climático, así como, gracias a 131 entrevistas, registrar 103 puntos donde se han visto ejemplares de manatí.

Uno de los seis investigadores del grupo de manatíes, en una de las entrevistas a habitantes de la región para el diagnóstico de distribución de esta especie.

En una semana y media, Omacha deberá diseñar el plan de manejo para manatíes y delfines. Dicho documento deberá incluir un diagnóstico sobre el estado de manatíes, caimanes y delfines, así como cuáles son las principales amenazas que los afectan, entre las cuales se incluiría la contaminación de la red hídrica por aguas servidas, el mal uso de mallas de pesca, afectaciones por cambio climático o fenómenos de El Niño más severos en la Orinoquia, deforestación y ampliación de la frontera agrícola.

Fotos: Cortesía Fundación Omacha

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