La capacidad de captura de carbono de los bosques amazónicos depende de una compleja conexión entre el clima, el suelo y los árboles, pero a pesar muchas investigaciones, los modelos climáticos aún no han podido calcular realmente cuántos árboles tiene, a qué velocidad crecen y cuánto cambia su capacidad para capturar carbono.

 

La Cuenca del Amazonas contiene la selva húmeda más grande del planeta. Va desde el océano Atlántico hasta los Andes y se extiende por más de 5.6 millones de kilómetros cuadrados y 9 países.

Sus bosques contribuyen al 20% de los recursos hídricos del planeta, y el carbono que almacena su biomasa (entre el suelo y los árboles) es casi 10 veces las emisiones de dióxido de carbono del mundo, de gases de efecto invernadero. Es en definitiva un importante sumidero de carbono.

Sin embargo, su talento para capturar carbono parece haber disminuido desde la década de 1990 y los recientes eventos de sequía en 2005, 2010 y 2015 podrían haber revertido temporalmente el sumidero de carbono de la Amazonía. ¿Por qué pasa esto?

Para responder esa pregunta, investigadores de la Agencia Nacional Francesca de Investigación se dieron a la tarea de generar un modelo para calcular qué tanta biomasa, esto es, materia viva en un ecosistema, tiene y ha ganado la Amazonía en los últimos años, y luego calcular cuánto carbono captura en realidad la región. La investigación fue publicada en la última edición de la revista Environmental Research Letters.

Un estudio de 2016, publicado también en Environmental Research Letters demostró que hay una falla en la manera en cómo se está midiendo el carbono en la Amazonía, y que los modelos están sobreestimando la cantidad de materia viva que está en la Amazonía y la que ha nacido en recientes años.

Entonces, ¿qué está pasando en el Amazonas? En 2012, un estudio demostró que las condiciones del suelo relacionadas con su composición química y su estructura física determinan un gradiente de la productividad forestal, la mortalidad de los árboles y la biomasa en toda la cuenca. En el Amazonas occidental, que es geológicamente más joven, y que está del lado de países como Perú y Colombia, los suelos aún son ricos en nutrientes, sobre todo en fósforo, por lo que los árboles y plantas crecen relativamente rápido. Los suelos son un poco menos profundos y a los árboles se les dificulta enraizarse, así que eventualmente se caen y mueren. Esto no necesariamente es malo porque hay un cambio rápido de biomasa, así que el ecosistema se está renovando constantemente. (Lea también: El calentamiento global hace que cambien los patrones de lluvia en la Amazonía)

Al este, en la Amazonía venezolana, brasilera y de Surinam, el bosque crece en suelos muy profundos pero menos fértiles. El crecimiento en esa zona es relativamente bajo, así como la tasa de mortalidad de los árboles. Por tanto, los suelos tienen menos de los nutrientes que resultan de la muerte de los árboles, y de la acumulación de hojarasca y otros elementos. “Hasta donde sabemos, ningún modelo de suelos actual puede explicar esta curiosa característica”.

En el estudio de 2012, recuerdan los investigadores, se determinó que los suelos amazónicos contribuyen con el 20% de la captura de carbono de la región. Un 30% tuvo que ver con los árboles y su interacción con el agua, el clima, las épocas de sequía y demás, pero un 50% quedó sin explicación.

Es aquí donde entran los investigadores a llenar ese vacío con una hipótesis en mente: otros mecanismos influencian el crecimiento de los árboles como el fósforo del suelo, las tormentas, los vientos que tumban árboles, las sequías, los fuegos, la deforestación, los humanos. (1 millón de personas le piden a la Fiscalía que investigue los crímenes en la Amazonía)

Los autores incorporaron un mapa de altura del dosel (de las copas de los árboles) derivado del satélite LIDAR, en toda la cuenca del Amazonas. Luego generaron un modelo numérico que simula el crecimiento individual de los árboles. Esto permite que el modelo capture las diferencias de toda la cuenca en la estructura del bosque y las etapas de sucesión a una resolución espacial muy alta (40 m). Además, el modelo es capaz de simular las brechas forestales dinámicas y las tasas de mortalidad de árboles individuales, en lugar de la rotación de la biomasa, para estimar la biomasa en pie y los flujos de carbono.

La principal ventaja de utilizar un modelo basado en un árbol individual es que permite una interacción dinámica entre el entorno, la estructura del bosque y la demografía de los árboles. Incluso midieron el crecimiento estimado en grosor de cada árbol.

¿Es suficiente para medir cuántos árboles y qupe ritmo de crecimiento tiene la Amazonía? Los investigadores reconocen que no. Su modelo esta sobreestimado, y el enigma del carbono en la Amazonía sigue sin resolverse, especialmente por falta de información del bosque de lento crecimiento de la Amazonía centro-oriental y los bosques estacionalmente secos en el escudo brasileño.

“Esto sugiere que los factores que limitan el crecimiento forestal en la Amazonía centro-oriental (disponibilidad de fósforo) y en el escudo brasileño (sequía estacional) todavía no se incorporan a los modelos de cálculos de captura de carbono, y de biomasa. Esto es un punto importante a tener en cuenta a la luz del papel de la Amazonía en la regulación del clima global y si esperamos que los bosques, suelos y ríos de la región impulsen los flujos de agua y carbono de la biosfera a la atmósfera. Es decir, si esperamos que la región siga siendo una trinchera contra el calentamiento global.

*Infoamazonia es una alianza periodística entre Amazon Conservation Team, Dejusticia y El Espectador

Foto Earth Climate

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