Francisca Jacanamijoy. Putumayo

“Vivo en un pueblo llamado Santiago Putumayo, puerta de oro de la Amazonía. Pertenezco a ASOME, la Asociación de Indígenas Sabedoras de Putumayo. En nuestra comunidad tenemos chagras, pequeñas parcelas donde sembramos de todo. Tenemos maíz, fríjol, cebolla limones, café, tunas, de todo. Cultivamos con lo enseñado por nuestros ancestros, que nos favorecen con ese cultivo, y si nos sobra, vendemos o hacemos el trueque.

Yo soy médica tradicional porque mi abuelo se sabía las matas, y mi abuela. Me contaba que hacía buenas ventas cuando caminaba hasta Quito, y como yo viví mis abuelitos aprendí a utilizar las plantas. Me decía, ahí viene una vecina con dolor de estómago, usted prepare igual.

Mi abuela siempre regalaba sus matas para que sembrara la gente, y le gustaba transmitir, nos enseñaba a los nietos o a los vecinos. Decía ella que las pastas [pastillas] tenían cal, yo no sé quien le contaría eso a ella, pero decía que no era tan aconsejable consumirlas.

Estas plantas se consiguen en el Páramo de Bordoncillo. Pero yo no subo porque es lejitos, cuando hay un buen grupo sí subo porque uno se hasta una hora en carro y otra hora pa’ dentro del páramo, donde están los remedios buenos. A la orilla de la carretera pues no están buenos, están empolvados. Menos mal ese páramo es del pueblo Inga y está bien conservado porque es un sitio sagrado, para ir allá pedimos permiso al mamo, o a la autoridad tradicional. A unos 10 kilómetros de Santiago viven los de la etnia Kamsás, y nosotros los Ingas”. 

“Hoy en día, con la llegada de los frijoleros*, que usan muchos químicos para que les crezca, lo de este lado no crece igual. Cuando era pequeña, no había necesidad de comprar tanto en el mercado, pero hoy en día se ha perdido por los frijoleros, los colonos que llegaron que han dañado la tierra. Eso no se puede recuperar pero se puede cuidar como nosotros hacemos lo que sí queda. Por eso yo hoy traje semillas para que el frijol crezca en varias chagras de la Amazonía y alimente”.

En la foto, de arriba para abajo: “Ese es el chunduy nos sirve para la congestión. Esto otro es del bajo Putumayo, se llaman coquindos, sirven para el corazón y los nervios. Esto otro es el granicillo sirve para el reumatismo, estico es el arrayán, para los baños de asiento cuando la mujer tiene el periodo en exceso, para que se nivele”.

*** 

*Hace 10 años, Corpoamazonía publicó un estudio sobre la situación de la siembra y cosecha de frijol en el Valle del Sibundoy para fomentar las “Producción más limpia” o PML. Estas siglas heroicas no son más sino principios o tecnologías para optimizar el trabajo de la gente, los recursos que se gastan ellos, los que los apoyan, a la vez que se genera la menor cantidad los riesgos de contaminación.

Lo que recomendó Corpoamazonía como PML era la siembra y cosecha de frijol bajo la modalidad de “sombrilla”, es decir, desarrollado de manera voluntaria por cada empresa o familia agricultora del Valle del Sibundoy bajo una cooperativa de productores que se llama Coorfimayo.

El Valle del Sibundoy queda en el alto río Putumayo y a su alrededor nacen páramos, cañones y montañas. Unas 45.000 hectáreas son ladera, y unas 9.000 son terreno plano. Por eso el frijol se da tan bien en esa región.

Un análisis de la acidez de la tierra que se hizo en 2003 encontró un exceso de agroquímicos de alta toxicidad, prohibidos por el daño que le hacían a los animales, las plantas y la gente. Todo para garantizar que hubiera frijol todo el año, a pesar de que solo crece bueno y gordo cada seis meses.

La idea del PML, era agrupar a los campesinos bajo Coorfimayo –que hoy está mejor organizado y tiene la patente mundial del 12038763 y 1203876 por el producto FRIJOL PUTUMAYO– con justa causa, porque ese exceso de agroquímicos usados para plantar era lo que precisamente dañaba la tierra. De lo que, precisamente, se queda la abuela Francisca.

El documento divide el proceso de siembra del fríjol en subprocesos, insumos, variable crítica y otras casillas. En la de //talento humano//, se repite la expresión //conocimiento empírico// junto a //persona que clasifica//maquinista// persona que siembra// y //persona que vigila el secado//.

El censo de ese año contó 1.200 hectáreas de sembrado de fríjol repartidas en más o menos 600 familias. El año anterior habían sido 245 hectáreas menos, el anterior, 45 menos, y así. Ese crecimiento se lo atribuyen precisamente a Coofrimayo, que por ser cooperativa, eliminaba los intermediarios entre los “frijoleros” (que llamó la abuela Francisca) y los compradores.

Sin embargo, ese año, 2007, cayó la plaga y al cultivo le fue muy mal: palomillas, minadores, cultivos $400.000 pesos más caros que se vendían por mucho menos. Y bueno, eso hace 10 años. Hoy se ven los efectos del crecimiento de esos cultivos y de su pasado con agroquímicos en el Valle del Sibundoy. Aun existe Coorfimayo, tanto como los cultivos de frijoles del Sibundoy.

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