El estudio confirmó la conocida hipótesis de que estas poblaciones son «guardianas del bosque»
El 58% de la biomasa de la Amazonía se encuentra en tierras indígenas y áreas protegidas, donde la degradación forestal ya ejerce mayor presión que la deforestación en siete de los nueve países de la región.
Un nuevo estudio publicado en la edición del 27 de enero de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) reúne evidencia concreta y medible sobre el papel de guardianes de la selva amazónica que vienen cumpliendo los pueblos indígenas y las poblaciones tradicionales.
Un equipo de 19 investigadores calculó la importancia que tienen las áreas protegidas y los territorios indígenas para mantener las reservas de carbono de la Amazonía. En este caso, se consideró los límites biogeográficos y no la extensión de la cuenca hidrográfica o las fronteras político-administrativas de cada país.
De toda la biomasa estimada para la región amazónica (73 mil millones de toneladas de carbono), el 58% se encuentra dentro de los territorios indígenas y áreas protegidas. Según el artículo, los pueblos indígenas y las poblaciones tradicionales han contribuido directamente a regular el clima y evitar que el calentamiento de la Tierra sea aún más intenso.
El estudio fue realizado por investigadores de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) en alianza con el centro de investigación Woods Hole Research Center (WHRC), de Massachusetts, EE. UU., y la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA).
RAISG es un consorcio de ocho organizaciones no gubernamentales de seis países de la Panamazonía (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela).
El estudio confirmó la conocida hipótesis de que estas poblaciones son «guardianas del bosque». En otras palabras, debido a que tienen tasas más bajas de deforestación y degradación forestal, estas áreas experimentan menores pérdidas de carbono a lo largo de los años.
Distribución de carbono en % (2016)
En los nueve países de la Amazonía hay 3344 territorios indígenas y 522 áreas protegidas. La suma de todas estas tierras, entre áreas ya reconocidas o aún en fase de demarcación, revela que el 52% de la Amazonía se encuentra bajo algún tipo de protección.
Más allá de contabilizar la cantidad total de carbono almacenado, el artículo «The Role of Forest Conversion, Degradation, and Disturbance in the Carbon Dynamics of Amazon Indigenous Territories and Protected Areas” investiga cómo ha ido cambiando el stock a lo largo de los años.
Utilizando imágenes del sensor MODIS combinadas con mediciones realizadas en el campo, los investigadores calcularon los gradientes de cambio en las reservas de carbono. A partir de allí, comenzaron a calcular cuánto de estas variaciones ocurrieron dentro o fuera de los territorios protegidos.
El artículo hace un balance de las pérdidas y ganancias de biomasa e indica que entre 2003 y 2016 las pérdidas (3400 millones de toneladas) fueron casi el doble que las ganancias (1200 millones de toneladas). Sin embargo, las reducciones fueron menores dentro de los territorios protegidos que fuera de ellos.
El estudio de los científicos de RAISG, WHRC y COICA indica que, aunque las tierras indígenas y las áreas protegidas representan solo el 10% de todas las pérdidas de carbono que ocurrieron en la Amazonía entre 2003 y 2016, existe un escenario más negativo.
La cifra apunta a la inadecuada gestión de los stocks de carbono en los países amazónicos: hay una pérdida creciente y la reposición no es suficiente. Con la deforestación, la quema y la degradación de los bosques nativos, se está enviando el stock de carbono, literalmente, al aire.
Una de las autoras, Carmen Josse, de la Fundación Ecociencia, en Ecuador, señala la importancia de reconocer la dimensión real de la contribución de los pueblos indígenas a la mitigación del calentamiento global.
«Esto es reconocer que efectivamente son los guardianes de estas reservas de carbono y no están obteniendo los recursos necesarios para hacer este trabajo».
El estudio contó con el acompañamiento de representantes indígenas organizados en COICA, entidad que reúne a los pueblos amazónicos de los nueve países. Los investigadores buscan que los líderes de cientos de grupos étnicos tengan voz en las discusiones sobre la lucha contra el cambio climático y utilicen el nuevo estudio como base de la argumentación.
* Como parte del lanzamiento del estudio, RAISG realizó en sociedad con InfoAmazonia el video de Carbono Vivo, que explica los principales resultados del estudio y ofrece entrevistas con investigadores que participaron en el mismo.
La degradación avanza
Los estudios que demuestran la efectividad de los territorios indígenas y las áreas naturales protegidas para detener el avance de la devastación han sido recurrentes en las últimas décadas. La innovación del estudio de RAISG, COICA y el Centro Woods Hole es mostrar la dinámica de las emisiones.
Esta mirada al carbono apunta a una de las conclusiones más importantes: a pesar de no ser visible, se da una pérdida en un período de tiempo más largo.
Contrariamente a la tendencia a la pérdida acelerada que se da en tierras sin régimen de protección, las tierras indígenas y las áreas protegidas sufren más por la degradación que por la deforestación.
La deforestación es un corte claro, la eliminación completa de la cubierta vegetal. La degradación o perturbación es la pérdida gradual y con tala selectiva o pérdida de densidad forestal debido a otras causas, antropogénicas o naturales. Una vez degradado, el bosque se vuelve más susceptible a los incendios, lo que puede conducir a una pérdida aún más rápida de las reservas de carbono en el futuro.
En la Amazonía, el 47% de las emisiones provienen de la degradación. Este porcentaje es preocupante, dice Carmen Josse, ya que este es un tema «prácticamente ignorado» en las políticas públicas. Hasta la fecha, los objetivos de monitoreo de la pérdida de la cobertura forestal y mitigación de las emisiones derivadas del cambio en el uso del suelo se centran casi por completo en combatir la deforestación. Las imágenes de satélite se procesan para capturar solo la supresión total de la vegetación, el corte claro.
«Capturar la dinámica de la degradación es muy importante para mostrar cómo avanza la pérdida de carbono dentro de los territorios indígenas y las áreas protegidas», señala Cícero Augusto, también autor del estudio y coordinador de geoprocesamiento en el Instituto Socioambiental de Brasil.
Deforestación y degradación: variaciones de 2003 a 2016
El estudio mostró que en siete países, la degradación forestal es la principal responsable de las emisiones de carbono, con porcentajes que varían entre el 63% y el 85% de las pérdidas en cada país. En promedio, entre todos los países la degradación causa el 75% de las emisiones, con la excepción de Brasil y Bolivia, donde la dinámica de la ocupación de la tierra para la producción agrícola requiere la apertura de nuevas áreas. En los otros siete países, la mayor presión proviene de la tala selectiva, las carreteras, la exploración petrolera y las minas clandestinas de oro.
Mapa con los principales ejemplos
Significado para las políticas públicas
El escenario para el mantenimiento de las reservas forestales en la Amazonía no es de lo más favorable. En 2019, el mundo se detuvo alarmado por los terribles incendios en la Amazonía, especialmente en Brasil y Bolivia. Las imágenes de grandes extensiones de bosque en llamas, con gigantescas columnas de humo, lograron movilizar a la opinión pública mundial.
En ese momento, e incluso ahora, uno de los clichés repetidos hasta el agotamiento en los medios de comunicación era que la selva amazónica es el «pulmón del mundo». La metáfora, aunque basada en un hecho científico verdadero, que la Amazonía produce el 20% del oxígeno en nuestro planeta, está equivocada. Ni siquiera un milímetro de este oxígeno nos llega a los humanos.
Al hacer una lectura sobre el papel de la gran selva tropical para nuestra supervivencia, lo que destacan los científicos es exactamente su función como reguladora del clima.
El análisis de los datos del nuevo estudio revela tendencias claras. En todas las categorías investigadas, las únicas que muestran alguna ganancia son los territorios indígenas, tanto los ya reconocidos como los que aún están en la fase de propuesta.
Pérdidas de Carbono por país entre 2003 y 2016
Por lo tanto, los debates sobre cómo evitar el calentamiento global deben abordar el tema de la tenencia y regularización de la tierra y los derechos sobre ella. Los investigadores sostienen que si bien se habla mucho sobre la creación de proyectos de deforestación evitada, la implementación en el campo no siempre es fácil.
En la Amazonía, las prácticas de manejo forestal de las poblaciones indígenas y tradicionales demuestran exactamente la validez de este camino a la sostenibilidad.
“Como las comunidades indígenas y locales valoran las bases de recursos diversificadas que les permiten evitar la dependencia de los mercados para su subsistencia, sus prácticas de uso de la tierra tienden a ser más holísticas, combinando el conocimiento tradicional con perspectivas modernas de uso sostenible. Las personas indígenas y las comunidades locales también protegen sus tierras de maneras más efectivas y menos costosas que las alternativas patrocinadas por el gobierno ”, dice el estudio.
Hoy en día, hay una tendencia generalizada en toda la Amazonía para desarrollar actividades económicas en los territorios protegidos. Según el artículo, aunque el 87% de los territorios indígenas están formalmente protegidos, sobre una cuarta parte de ellos (24%) hay superposición de áreas mineras y petroleras. Este escenario, influenciado por los recientes acontecimientos políticos, es más acentuado en Brasil, Colombia y Venezuela.
“Desafortunadamente, los pueblos indígenas, que manejan y conservan mejor los bosques gracias a sus prácticas ancestrales, son los primeros afectados por la pérdida del bosque y el aumento de las emisiones de carbono, ya que los eventos climáticos afectan los recursos que son fundamentales para su calidad de vida. Ahora deben enfrentar no solo políticas adversas y amenazas de invasores y colonos, sino también los efectos del cambio climático «, señala Sandra Ríos, especialista del Instituto del Bien Común en Perú.