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(Español) La última trinchera de los pueblos aislados de Colombia

En el departamento de Amazonas, frontera con Brasil, poco más de un millón de hectáreas están dedicadas exclusivamente a proteger el modo de vida de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario: el Parque Nacional Río Puré. La minería ilegal es una amenaza latente.

 

Fotos: Leonardo Villa

El Parque Nacional Natural Río Puré, está ubicado en el departamento del Amazonas, entre los ríos Caquetá y Putumayo, en límite fronterizo con Brasil, abarcando la cuenca del río Puré en Colombia. Cuenta con casi un millón de hectáreas, que protegen grandes áreas de bosque amazónico las cuales proveen agua, alimento y refugio para los pueblos indígenas que habitan en su interior y los ecosistemas presentes, más de la mitad del área es catalogada como zona intangible y NO se encuentra abierta al turismo.

 

Se cree que allí habitan los Yuri, y que casi el 70% de su territorio se encuentra en el Parque. Los Yuri viven en aislamiento voluntario y no se les ha vuelto a ver desde 1969, cuando una familia fue tomada de esas selvas por soldados del Ejército y llevados al corregimiento de La Pedrera, como narra Germán Castro Caycedo en “Perdido en el Amazonas”.

 

Cabaña de Parques Nacionales, en La Pedrera.

 

La Pedrera es el centro poblado más cercano antes de adentrarse en las selvas del Parque Puré, cuyas orillas están deshabitadas. Algunos hacen pedagogía sobre la conservación de esos paisajes. Este es el mural ecológico que se pintó hace poco al costado de la iglesia del pueblo.

 

Para acceder al área protegida, los guardaparques deben navegar por cuatro días desde La Pedrera, recorriendo 600 kilómetros para llegar a la cabaña de control y vigilancia Puerto Franco, ubicada sobre el río Puré, cerca del límite fronterizo con Brasil. Es quizá la cabaña más alejada de Colombia, al menos en esa frontera, y tiene ese nombre en honor a Roberto Franco, difunto antropólogo y uno de los expertos en materia de pueblos en aislamiento de la Amazonía.

 

El bote es de madera y está equipado para ser casi que una casa flotante. Como hay pocas zonas inclinadas, encontrar un lugar en donde acampar cuando el río está crecido es un dolor de cabeza. Además, los guardaparques pueden encontrarse con arañas, culebras y otros animales. Llegar hasta Puerto Franco puede costar hasta unos 14 millones de pesos, según cálculos del jefe de ese parque, Alexander Alfonso.

 

El parque está rodeado por los resguardos indígenas Curare los Ingleses, Los pueblos Miraña y Bora del Cahuinarí, el resguardo Predio Putumayo y la reserva forestal de ley segunda de la Amazonía Colombiana.

 

Se han reportado 350 especies de flora, 275 especies de aves, 24 de peces, 20 de mamíferos 10 de anfibios y 5 de reptiles, registradas en menos del 10% del área del Parque, principalmente en los sectores de Puerto Franco y Ayo.

 

 

Pero la minería amenaza el parque. Se calcula que la minería de oro en el río Puré tiene unos 40 años, y hace parte de la historia de los garimpeiros brasileros. En 2008, se realizó un operativo contra la minería en esa Cuenca, y por tres o cuatro años, se vivió calma. Pero en 2015, encontraron nuevas balsas en el territorio de los aislados.

 

“Debimos comenzar a ser muy innovadores. Sin armas, llegamos a las dragas de los mineros y les explicamos dónde están parados, en territorio indígena, en una selva protegida. A veces nos entienden, a veces no. Volvemos a los ocho días y los encontramos de nuevo. No crea que es fácil, muchas veces están enfermos, macheteados, picados por animales”, dice Alfonso.

 

Luis Rivas, es un funcionario de ese parque, y también es sabedor tradicional de la etnia Cubeo. Luis acompaña los recorridos al río Puré para proteger a los funcionarios del Parque desde el conocimiento tradicional indígena. Hay zonas del parque que aún no han sido exploradas ni siquiera por indígenas, y es mejor que se mantenga así.

 

“Esas tierras son muy bravas, ahí lo que manejamos nosotros no es suficiente, esas son otras energías. Con humildad, necesitamos agachar la cabeza y dejar que quienes las conocen hagan lo que tenga que hacer. Por eso hemos podido entrar y salir”, recuerda Alfonso.

 

La cabaña de Puerto Franco fue construída con 140 millones de pesos y 2 meses de trabajo. Aunque hubieran querido que quedase en la frontera con Brasil, no se pudo. Está ubicada a kilómetros del hito, en el primer punto empinado. De otro modo, en invierno, se inundaría la cabaña.

 

La vida en Puerto Franco es dura. Además de detener las balsas, el protocolo indica que no se puede llevr familias, y los funcionarios pasan en labores de monitoreo durante 3 a 6 meses. Puede llegar a ser solitario y peligroso.

 

A unos kilómetros de ahí, construyeron una maloca y monte adentro, una especie de refugio de emergencia con botiquín, motor, gasolina, por si la situación se torna peligrosa con las balsas mineras, y les toca esconderse o huir.

 

La bóveda celeste en la noche, desde el último frente ambiental de Colombia en esa frontera, y una de las selvas que han habitado por miles de años los indígenas aislados de la Amazonía colombiana.

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