La malaria es una enfermedad controlada o en vías de control en muchos lugares de Latinoamérica y el mundo. Sin embargo, en el Perú continúa causando estragos. Para comprobarlo, basta ponerle atención a lo que ocurre en muchas comunidades de la Amazonía peruana.

Por Gabriel Carrasco (Agencia N+1)

Pareciera que otorgamos importancia a una enfermedad por el número de muertos que ocasiona. Tal vez por eso la malaria no aparece en los noticieros, como sí ocurre con otras enfermedades. En el Perú, las muertes registradas por causa de la malaria no superan la docena; pero los casos los contamos por miles. Desde el 2014, el Ministerio de Salud del Perú registra más de 50 mil casos por año.
Si no es muerte tampoco es vida
La malaria es una enfermedad febril que ocurre cuando un parásito, llamado Plasmodium, ingresa al cuerpo y destruye los glóbulos rojos de la sangre. El parásito no puede pasar por si mismo de una persona a otra, sino por medio de la picadura de un mosquito transmisor. Este mosquito, el Anopheles darlingi, en su propio drama, necesita de la sangre humana para poder reproducirse. Al alimentarse de un humano enfermo, se infecta y transmite los parásitos hacia una persona sana. En los lugares donde la malaria abunda, especialmente las casas (pensadas en disipar el calor amazónico) tienen grandes hoyos en las paredes que, además de facilitar la ventilación, favorecen la entrada de los mosquitos.

El calor dicta la construcción de las casas. Paredes con grandes entradas para el aire son también puertas abiertas para los mosquitos.
Las consecuencias de la malaria van más allá del flagelo del cuerpo. El malestar evita que las personas vayan a trabajar. En las comunidades Amazónicas, donde la economía es mayoritariamente de subsistencia, eso significa perder el sustento familiar diario. Pero ¿qué ocurre cuando lo que se pierde va más allá del día? Cuando una gestante se infecta con malaria, se incrementan las posibilidades de tener complicaciones durante el embarazo. Además, existe mucho riesgo que el niño sufra de las consecuencias, aún cuando pueda nacer libre del parásito. La anemia, el bajo peso y la poca talla, entre otros, son producto de una madre que enfermó con malaria. Se ha demostrado también que las infecciones frecuentes de malaria en los niños deterioran el rendimiento escolar.
Muchas causas impiden el control exitoso de la enfermedad. A pesar del éxito de algunas estrategias internacionales (como PAMAFRO, que alcanzó a reducir el 80% de la malaria en el país), la falta de apoyo político y económico al programa de control nacional en años anteriores, permitieron que en el último decenio la malaria resurja.
Pero también existen causas de origen biológico que dificultan el control de la enfermedad. El Laboratorio de Malaria de la Universidad Peruana Cayetano Heredia lleva más de 15 años identificándolas, para comprenderlas, y encontrar soluciones a ellas. Tal labor le ha valido a diversos reconocimientos a la Dra. Dionicia Gamboa, quien encabeza el laboratorio.
Lecciones aprendidas
Estos años han traído lecciones muy importantes. Por ejemplo, a pesar que los libros definen la malaria como una enfermedad febril, hasta el 80% de los casos de malaria en la Amazonía Peruana ocurren en la ausencia de fiebre y otros síntomas clásicos. La gota gruesa, la prueba estándar de diagnóstico que aplica el Ministerio de Salud, sólo detecta 1 de cada 4 infecciones. Y es que las personas infectadas tienen muy pocos parásitos circulando por la sangre.
Ambas conclusiones, provenientes de estudios publicados en Malaria Journal, fueron realizados a pobladores amazónicos de las comunidades amazónicas de Cahuide y Lupuna, ambas cercanas a Iquitos, ciudad capital de la región peruana de Loreto.
Aunque escuchar Amazonía nos haga pensar en una extensión larga y compacta de comunidades, ríos y selva, la malaria no es la misma en todas ellas. Los patrones de transmisión cambian de una comunidad a otra. Los parásitos que circulan son distintos genéticamente, y algunos utilizan formas únicas para invadir los glóbulos rojos.
Enfocados en la lucha
El año pasado, el Ministerio de Salud aprobó el Plan Malaria Cero. El mayor compromiso político y económico peruano dirigido de controlar y eliminar esta enfermedad. El camino a la eliminación, sin embargo, no es sencillo. Existen aún vacíos importantes en el conocimiento de la enfermedad, que son necesarios de subsanar si queremos alcanzar y mantener el control.
La aparición en el mundo de parásitos resistentes a los medicamentos antimaláricos obligó a cambiar los esquemas de tratamiento. En unos años estos no fueron suficientes para eliminar los parásitos de la sangre. En el Perú, desde hace más de diez años no se han realizado estudios nacionales que permitan evaluar la efectividad del tratamiento antimalárico que utilizamos. Hoy necesitamos saber si el tratamiento sigue funcionando, o si hay indicios que nos lleven cambiarlo. La resistencia al tratamiento no es un fantasma, sino un peligro real que ha causado millones de muertes en el mundo.
La idiosincrasia de la sociedad amazónica es también importante, así como los hábitos que los caracterizan, y que pueden afectar la aceptación de las medidas de prevención y tratamiento de la enfermedad. Es necesario contar también con técnicas de diagnóstico capaces de detectar muy pocos parásitos en sangre y que puedan ser aplicados en la Amazonía.

Métodos avanzados de diagnóstico deben ser aplicados en las mismas condiciones de las comunidades donde la malaria ocurre.
El éxito en el control de la malaria es una responsabilidad compartida. Descifrar todos los misterios que mantienen la malaria activa en el Perú, requiere de un esfuerzo conjunto. Eliminar la malaria del país es una meta alcanzable, pero que requiere de la dedicación de las entidades gubernamentales, locales y nacionales.
El compromiso de las instituciones de investigación, sea dentro o fuera del estado, es mandatorio. Aún falta mucho por conocer, y las universidades dentro de su obligación de generar conocimiento deben ejercer un papel activo. Esto debe ser secundado por el apoyo económico de las entidades de financiamiento a la investigación.

 

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