Reciente informe constata niveles de contaminación producidos por derrames de petróleo en la Amazonía nororiental del Perú: se ha encontrado mercurio y cadmio en la sangre y orina de habitantes de Cuninico y San Pedro (Loreto).

URARINAS, Loreto. Ander Ordoñez Mazumbite cree que el río siente. Cada vez que el pescador y cazador de la etnia kukama kumamira habla de los derrames de petróleo ocasionados por el Oleoducto Norperuano, esa gigante infraestructura de metal que atraviesa como una serpiente el subsuelo de la Amazonía peruana, la memoria acompaña su relato. “El ducto cruza el río Marañón y como el río corre harto, el petróleo salía y salía, incluso llegaba a los arrozales, manchaba la tierra. Se veían hasta delfines muertos”, dice el indígena de 36 años, recordando uno de los primeros derrames que vio de niño en su territorio.

Ordoñez tenía 4 años cuando la primera estación del oleoducto se instaló en 1976 en San José de Saramuro, localidad ubicada en el distrito de Urarinas, en la región Loreto. Desde entonces el ducto, administrado por la empresa estatal PetroPerú, traslada todos los días miles de barriles de petróleo desde los pozos -operados ahora por Pluspetrol Norte y Peremco Petroleum Limited- ubicados en el corazón de la selva peruana, hasta la costa norte del Pacífico, en el puerto de Bayóvar de Piura.

Se halló presencia de mercurio y cadmio por encima de los niveles máximos recomendados por la OMS

Las tuberías recorren por debajo del territorio indígena un total de 854 kilómetros y solo en los últimos años han ocasionado 37 derrames por fallas en su infraestructura, según el Organismo Supervisor de Energía y Minas (Osinergmin). Entre el 2011 y lo que va del 2016 estas mismas roturas han provocado 20 emergencias ambientales en las regiones de Amazonas, Loreto y Piura.

INFRAESTRUCTURA ANTIGUA. La construcción del Oleducto Norperuano se inició en el año 1972 y atraviesa 854 kilómetros desde la Amazonía hasta la costa norte del Pacífico.

La mitad de estas emergencias se han registrado en provincias amazónicas como Utcubamba, Condorcanqui, Bagua, Loreto y Datem del Marañon, zonas que albergan a cerca de 376.000 habitantes. El ducto atraviesa el territorio de 5 grupos indígenas amazónicos como los Awajún en el Amazonas, los Aguano, Candoshi-Shappra, Inga y Kukama Kumaria en Loreto.

Los impactos generados han acentuado la vulnerabilidad de las comunidades situadas en los alrededores del oleoducto. En Amazonas, donde se ubican el pueblo Awajún y Wampis, el 66% de la población menor de 18 años vive en situación de pobreza; y en Condorcanqui, una de las provincias afectadas por dos recientes derrames –el último de ellos ocurrido en el distrito de Imaza- las estadísticas muestran que la tasa de desnutrición crónica afecta al 56% de niños de 6 a 9 años.

En enero de este año, 2.000 barriles de petróleo inundaron las aguas de Imaza. Alrededor de 1.900 personas fueron afectadas. Cuatro meses después del derrame, el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), supervisó la zona. La autoridad halló responsabilidad administrativa en Petroperú por incumplir las «medidas preventivas» dadas un mes antes y que exigían el mantenimiento inmediato e integral al oleducto norperuano.

IMPACTOS. Negocios como la venta de licor han surgido alrededor de las zonas de explotación petrolera del Oleoducto Norperuano.

LAS SECUELAS DEL MERCURIO Y CADMIO

En su casa de Cuninico, en la comunidad kukama ubicada en el distrito de Urarinas, en la región de Loreto, Flor de MaríaParaná es ajena a las deudas de la petrolera estatal que en junio del 2014 derramó cerca de 2.400 barriles de crudo y afectó cerca de 450 personas de su localidad. El destino de esta mujer de 42 años de edad depende de los azares del clima: con los ríos contaminados, las lluvias se han convertido en la única fuente de agua para el consumo humano. “El agua del río ya no sirve para tomar ni para cocinar”, dice Flor de María.

El Ministerio de Salud ha recomendado analizar una evaluación psicológica en la zona debido a las altas concentraciones de mercurio

Un informe realizado en enero del presente año y publicado esta semana por el Ministerio de Salud constata el impacto de los derrames en las comunidades atravesadas por el ducto: en las localidades de Cuninico y San Pedro se halló presencia de metales en la sangre y orina de sus habitantes por encima de los niveles máximos recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

De un total de 129 personas que participaron en la muestra, se encontró que el 50,5% y el 16,8% presentan elevados niveles de mercurio de cadmio, respectivamente. El Ministerio de Salud ha derivado el caso a la dirección regional de Loreto para evaluar los casos puntuales y coordinar visitas médicas en la zona.

VULNERABLES. La desnutrición crónica alcanza cerca del 56% de niños en las regiones afectadas por los derrames de petróleo como Amazonas.

Entre las breves recomendaciones planteadas por el Ministerio de Salud está la necesidad de incluir una evaluación psicológica a los pacientes debido a las altas concentraciones de mercurio encontradas. La presencia de este elemento es «tóxico para los sistemas nervioso e inmunológico», según la OMS.

Ojo-Publico.com visitó la zona a dos años del derrame de petróleo ocurridos en junio del 2014 y observó que aún existen rastros de petróleo en las quebradas del río Cuninico. Las manchas aceitosas acumuladas en la ribera recuerdan que el impacto permanece: ya nadie pesca ni bebe agua del río. En Cuninico persiste el miedo a que el serpenteante oleoducto se vuelva a quebrar.

INFORME DEL MINSA. Los habitantes de las zonas impactadas tienen metales por encima de los valores referenciales de la OMS.

UN DUCTO SIN MANTENIMIENTO

La mayor cantidad de derrames registrados en la zona están asociados a la corrosión del ducto y el deslizamiento de tierras. En ese contexto, el 2009 Osinergmin aprobó el programa y cronograma de adecuación del oleoducto y le dio a PetroPerú un plazo de 5 años para implementarlo. Sin embargo, hasta el 2013 la empresa estatal solo cumplió con los primeros avances. En los meses siguientes, los derrames por fallas de corrosión, mecánica, sustracción de terceros y deslizamiento de tierras se duplicaron.

Ni PetroPerú ni Osinergmin dieron detalles de los informes sobre la adecuación del oleoducto y las auditorías realizadas

En junio del 2014 -alertados por el incremento de derrames- Osinergmin solicitó a PetroPerú información sobre el estado del ducto y aspectos relacionados a la gestión del mismo. Luego de un intercambio de comunicaciones, a finales de ese año, PetroPerú pidió una ampliación del plazo de adecuación del oleoducto, pero Osinergmin lo negó y en febrero del 2015 multó a la empresa estatal con 3.200 Unidades Impositivas Tributarias (UIT, equivalente a 12,6 millones de soles), por no cumplir con los plazos de implementación del programa de adecuación.

SIN AGUA. Tras los derrames de petróleo sobre el río Cuninico, cientos de familias juntan en bidones el agua de las lluvias para su consumo.

En setiembre del 2015, el OEFA encontró responsabilidad administrativa en PetroPerú y le ordenó remediar la zona con la finalidad “de restablecer las condiciones del área impactada a su estado natural”. Sin embargo, la autoridad ambiental solo podía establecer medidas correctivas, mas no de sanciones económicas debido a la Ley Nº 20230, la cual exonera a esta entidad de emitir multas por un periodo de 3 años.

Ojo-Publico.com solicitó una entrevista con PetroPerú y Osinergmin para conocer los detalles de los informes sobre la adecuación del oleoducto y las últimas auditorías realizadas a la infraestructura, pero solo la empresa estatal respondió a través de un correo electrónico en el que menciona que «el plazo de adecuación del Oleoducto Norperuano culminó en diciembre de 2014 (de acuerdo a lo indicado en el Decreto Supremo N° 081-2007-EM) y que actualmente PetroPerú se encuentra ejecutando el Plan de Gestión de Riesgos del sistema de transporte, programado para ejecutarse en un plazo de aproximadamente 5 años».*

En el mismo correo, mencionan las actividades que están desarrollando en las zonas afectadas por los derrames: «En el Km 440 del ducto se encuentra en ejecución el Plan de Retiro del Zona de la Contingencia, dado que hemos completado todas las actividades de recuperación, limpieza y remediación de las áreas por las cuales discurrió el petróleo derramado; y en el Km 206, continúan las actividades de recuperación, limpieza y remediación de las áreas, las cuales se extenderán aproximadamente hasta diciembre del presente año».

LOS CAMBIOS ECONÓMICOS

Para llegar a San José de Saramuro, la tierra de Ander Ordoñez y a tres horas de Cuninico, se deben cruzar cerca de 200 kilómetros en deslizador desde Iquitos y navegar –a contracorriente– dos días en el río Marañon. Desde que PetroPerú inició el transporte de petróleo desde sus yacimientos de Loreto en 1976, los derrames han afectado cuatro veces a Saramuro: el 2011, cerca a la Estación I; y tres veces el 2014, en las localidades de San Pedro del Marañón y Cuninico, ubicadas a tres horas de la Estación I.

MONITOR AMBIENTAL. Ander Ordoñez es uno de los vigilantes indígenas que desde hace tres años alerta los derrames en Loreto.

Los impactos del petróleo han afectado también la principal actividad económica de las poblaciones indígenas ubicadas en la parte baja del río Marañón: la pesca. “Toneladas de pescado murieron, y también otras especies”, dice Ander Ordoñez. El indígena Kukama se dedica desde hace tres años a identificar y alertar los derrames que se registran en territorios indígenas que pertenecen a la Asociación Cocama de Desarrollo y Conservación San Pablo de Tipishca (Acodecospat), que agrupa a 15.000 habitantes de 63 comunidades de la cuenca del río Marañón.

Diego Savedra, antropólogo del programa de Ecosistemas y Derechos en Derecho, Ambiente y Recursos Naturales (DAR), sostiene que el oleoducto alteró el intercambio económico establecido en la zona. “Cuando el trabajo asalariado va adquirendo mayor importancia y se impone como una expectativa, las comunidades dejan de pescar y esto impacta la alimentación, los alimentos naturales son reemplazados por productos enlatados, y se corta un proceso de intercambio de saberes hacia los más jóvenes”, señala Savedra.

En Cuninico, cuya economía estaba asociada en parte a la venta de pescado en el mercado regional, los comerciantes han visto mermados sus ingresos porque ya nadie quiere comprar las especies provenientes de esta cuenca. Mientras muestra los bidones de plástico donde recolecta agua de las lluvias, Flor de María Paraná dice que la comunidad era conocida antes como zona pesquera, pero «ahora la gente ya no piensa eso, ya no quieren comprar el pescado, porque lo probaban y tenía sabor a petróleo”, dice la mujer indígena kukama, madre de 5 niños. La vida en Cuninico no volverá a ser la misma.

FOTOS: Midchel Meza C.

– Esta nota fue originalmente publicada en Ojo Público y es republicada a través de un acuerdo para compartir contenido.

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