Conozca de cerca el trabajo que hacen en Pucallpa el docente shipibo Gamaniel Monteluisa y otros profesores de ese pueblo amazónico para conservar su lengua y tradiciones a través de la Educación Bilingüe Intercultural (EIB).
En algún momento de su vida, poco después de acabar la secundaria, el joven shipibo Gamaniel Monteluisa quiso ser ingeniero agrónomo. Quería mejorar los cultivos de su familia y de su comunidad, pero la falta de recursos no le permitió seguir estudios en la universidad. Fue así que, casi obligado por las circunstancias, comenzó a trabajar como erradicador de cultivos de coca en el proyecto estatal Corah.
Corrían los años 80, una época peligrosa en la amazonía peruana. Gamaniel dejó su natal Panaillo, en Pucallpa, para trabajar en Tingo María, Aucayacu y Uchiza. Estuvo un año y medio en esas labores de erradicación, jugándose la vida lejos de su casa, pero un día decidió dejarlo porque ya era demasiado peligroso.
«Había enfrentamientos con los cocaleros casi todas las semanas. Muchos compañeros incluso perdieron la vida en los ataques que sufrimos. A veces ibamos a las chacras a acabar con la coca y nos emboscaban. Decidí que eso no era para mí», rememora Gamaniel, mientras recorremos la escuela primaria de la comunidad de Puerto Betel, a unas dos horas de Pucallpa en deslizador.
Con el dinero ahorrado y aconsejado por algunos amigos, Gamaniel decidió estudiar para ser docente. Lo hizo en el Instituto Superior Pedagógico Bilingüe de Yarinacocha. Formó parte de una promoción integrada por 28 estudiantes de los pueblos ashaninka, awajún, shipibo, de los cuales solo concluyeron ocho, él entre ellos. Gamaniel cuenta ahora -muchos años después- que en la docencia, en transmitir sus conocimientos a otros, encontró su camino.
Una experiencia exitosa
En Puerto Betel las escuelas de inicial, primaria y secundaria se encuentran ubicadas alrededor de un campo de futbol que también hace de plaza pública. ‘Jakon Bekamwe’ (Bienvenidos), dice un cartel de madera clavado al borde de ella. Gamaniel llega hasta allí cada mes para realizar su labor de ‘acompañamiento docente’ con los maestros del lugar. Él ya no enseña en aula sino que trabaja fortaleciendo las capacidades de once docentes bilingües en esa comunidad y en las cercanas Nueva Betania, Palestina y Santa Rosa.
En un rápido recorrido pudimos comprobar que los profesores cumplen su labor: en el salón de inicial vemos papelógrafos y frases pegadas en las paredes en shipibo y castellano. En la pizarra hay palabras escritas en su lengua que la profesora va explicando a los niños. Ellos las copian en sus cuadernos con su respectiva traducción. «Aquí les enseñamos a hablar y escribir en shipibo y castellano a partir de los cinco años. Antes no, porque recién están aprendiendo a hablar la lengua», dice una profesora.
En el salón de primer y segundo grado de primaria, podemos ver, por ejemplo, que los alumnos han pintado en la parte superior de una de las paredes la cosmovisión del pueblo shipibo: ‘jene nete’ o mundo del agua, ‘no nete’ o mundo de la tierra, ‘panshin nete’ o lugar donde van las personas malas y ‘jacon nete’ o mundo maravilloso. En otras paredes hay más imágenes y frases alusivas a la cultura de ese pueblo amazónico.
Gamaniel tiene diecisiete años como profesor y director de colegios bilingues, y desde el 2011 trabaja con Unicef como acompañante de maestros. Su principal labor es formar docentes que estén convencidos de la importancia de la Educación Bilingüe Intercultural (EIB), que les puedan transmitir a alos niños el valor de su cultura y les den seguridad para desenvolverse, y convencer a los padres de familia que nadie va a descriminar a sus hijos por la lengua que hablan.
En un inicio su trabajo consistió en identificar las escuelas exitosas y a los maestros más comprometidos. Así llegó a Puerto Betel: encontró un buen modelo de gestión que solo necesitaba fortalecerse. «No solo se trata de hablar y escribir en shipibo y castellano, sino que los niños deben tener conocimientos sobre las técnicas y saberes de nuestra cultura para articularlos con la educación formal. Todo eso existe acá», explica Gamaniel.
Compromiso de todos
Como parte de los logros, Gamaniel cuenta que en el 2011 -cuando inició su labor con las cuatro comunidades- en primaria apenas cinco niños tenían un nivel satisfactorio de compensión lectora bilingüe, para el 2014 esa cifra ya había subido a 35 niños. «Ese logro ha sido fruto del trabajo con los padres», cuenta. La comunidad ha redactado el alfabeto de 19 letras de su lengua y han ayudado a escribir muchas palabras en shipibo.
Ese esfuerzo de los padres también se ve en las bibliotecas que han organizado en sus propias casas. En un estante ponen los libros que les da el ministerio de Educación en su lengua, además de escritos que ellos hacen y dibujan como si fueran cartillas. Un padre de familia, por ejemplo, dibujó el trabajo que hace: sembrar plantas de chakruna. En su escrito explicaba en su lengua las propiedades y usos de la planta: se mezcla con el ayahuasca para tener visiones. «Lo he hecho para que mis hijos lo lean, aprendan y ese conocimiento no se pierda», dice.
En otra casa los padres han puesto pequeños carteles sobre las cosas, escritos en su lengua: ‘chike’ (pared), ‘sepoti’ (puerta), ‘pesene’ (mesa) y así con otras cosas, para que sus hijos sepan cómo se escribe. Dollibet, que vive allí y tiene 12 años y está en quinto grado de primaria, me dice que le gusta leer las historias que están en sus libros en idioma shipibo.
Unicef, que trabaja con Gamaniel y apoya la capacitación de maestros bilingues en cinco regiones de los Andes y la Amazonía, está comprometido con el programa de EIB desde el 2006. Actualmente desarrolla materiales educativos, fortalece capacidades en la administración escolar y forma docentes y gestores. A nivel nacional, este organismo provee asistencia técnica al ministerio de Educación para el desarrollo de políticas de apoyo a este programa.
Trabajo por hacer
La profesora Zarella Gómez enseña al primer y segundo grado de la escuela de Puerto Betel. Dice que a los niños les gusta aprender canciones en su lengua. Ella les enseña a escribir primero sus nombres, después el nombre que tienen las cosas y después entran a las historias de su pueblo. En las paredes de su salón hay frases completas en shipibo. Ella es la profesora con más experiencia allí.
Hilario Díaz Peña es un nativo Bora. Aprendió el shipibo por su esposa, que es de esa comunidad. Él habla fluido bora, shipibo y español y es el director de la escuela primaria de Puerto Betel. Dice que aquí hay 62 niños en todos los grados y que su objetivo es que cuando egresen los chicos de sexto grado hablen y escriban bien los dos idiomas, y se sientan orgullosos de su cultura. Le preocupa que esa formación no continue en secundaria, porque en ese nivel no hay colegios bilingues.
También conocimos el colegio shipibo 64836-B de la zona urbana de Benajema, en la ciudad de Pucallpa. En ese colegio enseñó Gamaniel por primera vez. Dice que cuando él era niño la educación era castellanizante y muchas lenguas se perdieron. Pero ahora sabe, está seguro, que eso no va a pasar con la suya.
– Esta nota fue originalmente publicada en La República y es republicada a través de un acuerdo para compartir contenido.