Tras completar la expedición Colombia Bio en el río Apaporis, científicos e investigadores indígenas registraron 2.335 especies de flora y fauna, 228 de las cuales son registros nuevos para el país, 36 son nuevas para la ciencia, 62 son endémicas y 18 están amenazadas.

Por Helena Calle ([email protected])

El raudal de Jirijirimo, en el río Apaporis, es un emblema de la riqueza natural del país y un lugar de origen para los pueblos indígenas de la cuenca amazónica. En época de verano, las piedras salen a la superficie y prácticamente se puede pasar a pie de Vaupés a Amazonas. En época de invierno, en cambio, el agua corre amenazante y en abundancia. El espectáculo es sobrecogedor.

A quince minutos en canoa está  la comunidad de Buenos Aires, en el Gran Resguardo Parte Oriental Vaupés. Este fue el punto de partida desde donde salieron canoas y avionetas que transportaban  veinte científicos, 33 co-investigadores (todas personas indígenas de las comunidades de Buenos Aires, Morroco y Jirijirimo) y un payé (o chamán) para proteger espiritualmente a los viajeros que se aventuraron a buscar los tesoros naturales de las selvas y cerros cercanos al río Apaporis, conocidos por su evidente exuberancia, pero nunca examinados con la lupa experta de un batallón de científicos locales y extranjeros.

El Apaporis es una de las regiones más biodiversas y mejor conservadas de la Amazonia colombiana, y si bien se tenían múltiples datos sobre la biodiversidad y riqueza cultural de uno de los ríos más famosos del país, no había un compilado de especies para esta región de la Amazonia.

Tras veinte días tratando de responder esta pregunta, y año y medio de sistematización, los investigadores volvieron a Buenos Aires para compartir los resultados de la expedición con las 360 personas, en su mayoría niños, que pertenecen a los pueblos macuna, barasana y kawiyarí.

Los resultados son sorprendentes: 2.335 especies registradas, de las cuales 36 son nuevas para la ciencia, 228 son primeros registros para Colombia, 62 son endémicas y 18 están bajo alguna categoría de amenaza. Nunca antes se habían registrado tantas especies en una sola expedición en la Amazonia en ese período de tiempo y tampoco nunca un investigador había regresado al Apaporis a compartir sus resultados.

Maximiliano Sánchez, el inspector de Policía de la comunidad de Buenos Aires, en el Gran Resguardo Parte Oriental Vaupés, cuenta mientras que los indígenas como él ya saben qué tienen en las selvas que habitan. “Nuestra tradicion oral nos dice qué hay aquí, pero es muy interesante ver qué sale si uno lo hace con un orden distinto, como  los científicos”.

El papel de los coinvestigadores fue fundamental para los científicos a la hora de elegir los puntos exactos en donde se harían los muestreos o dónde se pondrían las cámaras trampa. “Uno puede ir a un lugar y colectar veinte ejemplares, pero si sales a campo con las personas que viven de esta selva y que la conocen, sales con cincuenta o sesenta ejemplares más”, cuenta Dairon Cárdenas, botánico, director del Herbario Amazónico del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi) y coordinador de la expedición.

Investigadores en un avión DC3 / SINCHI

“Estamos dando un paso para tener registros debidamente preservados y catalogados en colecciones biológicas que nos permitan decir que efectivamente esas especies están en la zona, poder hacer publicaciones en el Sistema de Información en Biodiversidad y que la información no termine siendo de una institución sino de la comunidad interesada en las especies”, explica Cárdenas, quien, entre otras, colectó su especie de flora número 50.000 en esta expedición: la “Zamia jirijirimensis”, que fue registrada por última vez en 1943 por Richard Evan Schultes (quien no estuvo veinte días en la selva amazónica sino doce años, marcando miles de árboles de caucho e investigando cientos de especies de flora); un récord para la Amazonia colombiana Nórida Marín, bióloga caqueteña de la Universidad de la Amazonia (Florencia), manifiesta que para colectar las miles de muestras de flora que engordan las cifras de la expedición tuvieron que caminar casi de siete de la mañana a tres de la tarde, todos los días, recolectando todo lo que tuviese flor o fruto, entre diez y veinte kilómetros diarios.

Cada vez que percibían que cambiaban las características del bosque, los coinvestigadores trepaban al dosel de los árboles y bajaban muestras, mientras otros colectaban en el suelo. “Uno siempre quisiera saber qué hay en las zonas donde no se ha podido llegar y sobre donde uno ve cosas diferentes. Aquí en Vaupés hay muchos vacíos y en Amazonia otro montón de vacíos de información”, dice Nórida. Para Colombia hay documentadas 26.000 especies de plantas, según el Catálogo de plantas y líquenes de Colombia. En ese libro, para Vaupés hay registradas una 2.400 especies de plantas, y solo en esta expedición se registraron 1.149 especies de plantas, sobre todo de la familia del café y de la piña; 51 especies son endémicas y nueve están bajo alguna categoría de amenaza.

Passiflora Spinosa / SINCHI

Laurinette Gutiérrez —herpetóloga del Sinchi— y su equipo capturaron a los anfibios y reptiles de noche, con la mano y con ganchos especiales para el caso de serpientes venenosas. Luego los fotografiaron y en el laboratorio, ya en Bogotá, los identificaron plenamente. “El trabajo de campo es duro y el de laboratorio lo es aun más. Se comparan con especímenes de otros museos y se llama a expertos internacionales para confirmar los hallazgos; en este caso fueron 36. Como en estas zonas hay tanto que estudiar, no es sorprendente que hayamos encontrado cositas raras”. Hallaron 43 especies de anfibios de 11 familias diferentes y en reptiles, 34 especies entre lagartos, serpientes y tortugas. “Registramos por primera vez para el país el género ‘Ceuthomantis’, que antes solo se había reportado para los tepuyes de Venezuela y Guyana”. También registraron el “Osteocephalus vilarsi”, que se pensaba que solo vivía en Brasil.

Leptodactylus rhodomystax / SINCHI

En cuanto a mamíferos, los expertos instalaron 37 cámaras en los sitios que señalaron los coinvestigadores indígenas y grabaron 4.382 horas del paso de osos perezosos, roedores, tapires, armadillos e incluso jaguares moviéndose en la selva. También avistaron animales y siguieron huellas y rastros de heces en recorridos diurnos y nocturnos.

“Hay tres especies amenazadas: la nutria, el lobo de agua y el ocarro (el armadillo más grande del mundo), que no vimos pero encontramos rastros. También encontramos huellas de especies como el jaguar (Panthera onca) y vimos monos churucos, que son claves como dispersores de semillas y están catalogados como especie vulnerable; lapas, que son claves para la alimentación humana en esta zona, y tapires, que siembran bosque” dice Natalia Atuesta, bióloga e investigadora del grupo de mamíferos.

Aotus vociferans / SINCHI

Los murciélagos, uno de los grupos de mamíferos menos estudiados en Colombia, estuvieron a cargo de Darwin Morales y otros expertos del Instituto de Ciencias Naturales (ICN). “Estos bichos tan feos son muy diversos, tienen muchas especies, son de los más diversos en Colombia, pero en el Vaupés hay o había muy poquitos registros”, explica el investigador. Encontraron casi 500 individuos de 41 especies distintas que comen frutas, insectos y flores. De hecho, el 60 % de las especies que encontraron son nuevos registros para el Vaupés y uno (el “Lonchorhina orinocensis”) solo vive en los cerros de Morroco.

Artibeus-obscurus/ SINCHI

La ictióloga Astrid Acosta fue la encargada de inventariar los peces de los ríos y caños del alto y medio Apaporis. Aunque a la mitad de la expedición se enredó con una piedra y se le desencajó la rótula y tuvo que quedarse durante casi ocho días en el campamento, recibiendo inyecciones diarias contra el dolor, ayudó a identificar los taxones de cada uno de los peces que llegaban a sus manos. Luego, los coinvestigadores decían el nombre de los peces en lengua barasana. Colectaron casi 2.000 ejemplares de 101 especies, la gran mayoría pirañas. “Es importante resaltar que encontramos dos especies de peces eléctricos, lo que indica el buen estado de los ecosistemas acuáticos”. También registraron ocho especies nuevas para el país y tres aún no descritas para la ciencia.

Pristobrycon-striolatus / SINCHI

Efraín Henao, el mariposólogo del grupo; Paola Díaz, experta en mariposas de Mitú, y el resto del equipo encontraron 249 especies y dos polillas diurnas y una nocturna. “Coger mariposas es relativamente fácil. Es salir a correr detrás de ellas, colocarles una trampa o un cebo y ya”, explica Henao. Así encontraron dos nuevas especies y cuatro probables nuevas especies para la ciencia, pero que no han podido describir por no tener ejemplares suficientes para hacer comparaciones.

Helicopis cupido/ SINCHI

Otros investigadores tuvieron un trabajo de colecta más arduo. David Luna y el equipo de arácnidos (arañas, escorpiones, garrapatas y demás) estuvieron día y noche poniendo trampas en el suelo, o encontrando los ejemplares con luz blanca o ultravioleta. Encontraron 258 especies, “pero Colombia es como un hoyo negro respecto a este grupo; entonces hay muchas especies nuevas, en este caso 14, unas confirmadas y otras por confirmar”. Dentro de esas hay unas especies crípticas, o sea con muy pocos registros en todo el mundo, y aquí encontraron cuatro distintas especies”.

Eustala s.p (Nueva especie para la ciencia) / SINCHI.

También colectó hormigas, pero fue Lina Pérez, investigadora de 27 años, una de las que las identificó en el laboratorio. Fueron colectadas 131 de las 1.200 especies de hormigas que se conocen en Colombia, dos de las cuales son nuevas para la ciencia y cinco son posibles nuevos registros para el país. En cuanto a pájaros, se registraron 274 especies, la mayoría ya registrada en libros de avifauna colombiana; sin embargo hay once nuevos registros para Vaupés, cinco especies vulnerables y diez en alguna categoría de amenaza.

Hirundinea-ferruginea/ SINCHI

Para el gerente de las expediciones Colombia Bio de Colciencias, Henry Alterio, invertir en expediciones científicas es “conocer parte del capital natural del país. Creo que en ningún momento anterior el Gobierno colombiano había invertido tantos recursos en hacer expediciones e investigaciones con los resultados. Ya hay proyectos de investigación sobre aceites y esencias con la UIS por $19.000 millones y otro con la Universidad Javeriana por $18.000 millones para investigar sobre posibles usos farmacéuticos de la riqueza natural”. Para Maximiliano, tener cifras entre manos es un impulso para reforzar el ecoturismo que vienen haciendo desde hace varios años, cuando los extranjeros van, en grupos pequeños, a contemplar la belleza del raudal de Jirijirimo.

*Infoamazonia es una alianza periodística entre Amazon Conservation Team, Dejusticia y El Espectador.

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